marzo 08, 2006

Aníbal Ibarra, responsabilidades, ojales y botones


Coser un botón de una camisa es una tarea sencilla para la mayoría de los mortales. Se trata de poseer el botón, hilo y aguja y acoplar los tres elementos a la camisa, que ansiosa, aguarda una pronta solución a la ausencia de una parte. Pero ¿el botón es parte de la camisa o es nada más que un aditamento a la concepción general que tenemos de la prenda?
La escuela inductista asegura que el botón forma parte del todo que conforma a la camisa y que su pérdida o rotura es equiparable a una rajadura en el género.
La escuela deduccionista dice lo contrario, asegura que el botón es un elemento ajeno en su totalidad a la prende y que su añadidura responde a la necesidad del hombre de sentirse atrapado y cubierto. Esta escuela también se basa en la supuesta realidad de que mientras el género de la camisa forma un todo desde el momento de su fabricación, el botón es manufacturado con otros materiales, incluso en continentes lejanos por mano de obra oriental.
En contraposición, la escuela induccionista defiende los ataques teorizando sobre la realidad del ojal, si los ojales forman parte del todo de la camisa, y ellos dependen del botón, por transitividad los botones forman parte del todo también.

El 7 de marzo de 2006, la legislatura de la ciudad de Buenos Aires dio su veredicto en consecuencia del juicio político del jefe de gobierno Aníbal Ibarra. El veredicto fue la destitución, aunque no lo inhabilitó para ejercer cargos públicos en el futuro.
El jefe de gobierno estaba imputado como responsable de la tragedia de Republica de Cromañón, un boliche de la ciudad de Buenos Aires, donde el 30 de diciembre de 2004 se produjo un incendio que costó la vida a 194 jóvenes y niños por culpa de la falta de controles de seguridad en el lugar.
Aníbal Ibarra, si bien debió enfrentar un juicio político que lo destituyó de su cargo, deberá tal vez enfrentar un juicio penal. Por el momento el único detenido en la causa es el dueño del boliche, Omar Chabán, un empresario histórico del ambiente del rock vernáculo.
Durante el tiempo en que se desarrolló el juicio político, la ciudadanía porteña y el país se dividieron las opiniones en contra y a favor del jefe de gobierno.
Los familiares de las víctimas, políticos de derecha y de izquierda bregaban por la destitución, mientras que políticos oficialistas, radicales y de centroderecha defendían al imputado.
La responsabilidad en lo que respecta a control, a mí entender, corresponde al número uno del gobierno y, al presentarse actos de corrupción en los organismos creados a tal efecto, el jefe es el principal responsable. Pero cuidado, no vaya a ocurrir que con la caída del jefe, todos los corruptos responsables de la tragedia salven sus pellejos, de ser así el juicio no sirvió para nada.
Espero que esto le haga bien a la democracia. Estamos muy acostumbrados a que los políticos nunca paguen las consecuencias de sus actos y este veredicto quizás siente un precedente en lo que a impunidad se refiere.
Nunca me cayó bien ni mal el señor Ibarra, aunque desde un principio lo consideré incapacitado para gobernar una ciudad de las dimensiones de Buenos Aires. Sus años en el gobierno fueron grises, acaparó demasiado poder, desconfiaba de todos y no logró rodearse de buena gente. Pertenece al grupo de los llamados “políticos progresistas” que alguna vez encabezó Chacho Álvarez hasta su alejamiento de la política luego de su renuncia a la vicepresidencia de la nación en los comienzos del gobierno de De la Rua. Ibarra tomó la posta, pero los sucesivos gobiernos le fueron chupando los principales exponentes de su frente hasta dejarlo bastante solo. Incluso necesitó del espaldarazo de Kirchner para lograr la reelección en 2003 y mantenerse en el poder. Ahora Kirchner es silencio, su mano dejó de sujetar lo insujetable y el rumbo del ejecutivo nacional no interfiere con el de la principal ciudad argentina. Cosas de la política. Cosas que no cambian.

Cruz Joaquín Saubidet®

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Si es cierto que entre la camisa y sus botones existe una vinculación sistémica que nos llevaría a postular que tenemos una camisa herida si perdimos un botón, podríamos articular así un principio que dice que no deberían violarse las rígidas leyes invisibles que rigen la vida de esa camisa, al fin y al cabo legítima en su totalidad.
Es que, continuando en tal línea de pensamiento, es válido proferir que la política tiene también sus leyes invisibles, las cuales no siempre pueden ser violadas gratis, aunque sí manipuladas.
En política, la realidad pocas veces puede torcerse. Ibarra jugó durante 15 meses a un desgaste político, profesional y personal que –recién ahora podrá darse cuenta- puede que haya sido al pedo.
La política se parece más al tenis que a la investigación científica, a rendir examen o a tener orgasmos. En fin: que, como el tenis, tiene tanto significado ser un dios que estar en el puesto 124 del ranking. La diferencia suele estar en tu banco, guardado.
Si bien no solemos reflexionar al respecto, sospechamos que un hombre elige ser político –o presidente del consorcio donde vivís, subsecretario de la comisión de básquet del club, o aunque sea vocal tercero de una institución de beneficencia- no lo hace tanto más que por reforzar un poquito aún su ego personal.
Y –sabemos- quien tiene oxígeno para agrandar su ego debería reservarse un poco para afrontar las consecuencias que eso le trae. Y la envidia que genera.
De todas maneras, ningún botón grita cuando lo arrancan de la camisa

Maryorie Nin dijo...

Vaya. Excelente metáfora...