septiembre 23, 2015

“Mincho, no es que te quiera enseñar pero es para que aprendas” Luis Antonio Mereles 1990

Dicen los que saben que para hacer un buen mate se necesita tiempo y un singular talento, sin embargo yo no creo que sea pa’ tanto y que con un poco de ganas, agua caliente y una bombilla, el ciudadano de mente abierta puede lograr un producto de calidad incluso superior a la de aquellos que hacen un ritual de tal cotidiana acción. La introducción puede parecer vacía, y lo es. Hilando fino puedo encontrar en ella un par de palabras que me hacen ruido: bombilla y ritual. La bombilla efectivamente genera un ruido cuando el mate está en su definición. Ritual es una palabra a la que suelo escaparle pero, al igual que la matemática, me atrapa cada vez que me alejo un poco. Ritual y ciclo suelen ir de la mano, y eso es más triste aun que batir el mate creyendo que el polvillo va a cambiar el gusto.
Aprender es a mi entender uno de los rituales por excelencia, ojo, aprender con método en Escuela o universidad.
Mi inteligencia me ha permitido superar sin esfuerzo la escuela y rechazar los esfuerzos universitarios. ¿De puro vago? Se preguntaran algunos con bastante razón; sí y no, contestaré.
Aprender es, ante todo, un acto de humildad. Es permitir a otra persona explicarte lo que sabe. Suena simple para la mayoría de las personas, pero existimos un tipo de personalidades que somos impermeables a ese tipo de situaciones. Soberbia, dirán otros, puede ser, diré yo que no busco absolución alguna con este escrito. Pero debe haber algo más que todavía no he descubierto. 

 Aprender es la palabra clave de mis 43 años, y las preguntas son muchas: qué, dónde, cuándo, con quién, para qué, cómo. Dicen los que saben que nunca es tarde para aprender, ahí discrepo un poco, a mi edad podría aprender muchas cosas, desde física cuántica a filosofía o desde derecho a sicología, pero ya es tarde, aunque quizás de todas maneras lo haga. Es tarde porque he perdido la inocencia del alumno. El alumno debe creer en el maestro como un ente superior de conocimientos. A mí ya no me sale por una mezcla de soberbia y experiencia. ¡Qué más quisiera yo que mi mente me permitiera aprender libre de prejuicios!
 De todas las preguntas formuladas me voy a detener en “para qué aprender” y ahí el abanico se extiende hacia el universo. Los motivos pueden ser muchos, desde para tener un título, para ayudar a la gente, para ganar dinero, para pertenecer a un círculo social, para sentirse bien, etc. Todas son válidas y respetables, aunque ninguna me convence. Ser médico por ejemplo cumple con casi todos los parámetros, abogado, algunos menos; filósofo, un par; matemático, uno o dos, contador por ahí anda. Pero qué pasa cuando los intereses van por otro lado. Me parece envidiable la gente que ha aprendido en la universidad (casi tanto como las personas de fe), aclaro por las dudas se me enojen algunos.
Aprender debe ser el puntapié inicial para experimentar y superar lo aprendido. ¿Qué esa es la idea? ¿Qué la universidad es una herramienta para enfrentar el futuro? Un medico que cura enfermos con lo que ha aprendido ¿Descubre nuevas formas de curar fuera de las fronteras del conocimiento adquirido?
Un abogado ¿Descubre, no como manejar las leyes, sino como hacer justicia real? Un contador ¿Descubre como inventar formulas simples para situaciones confusas? Un filósofo ¿Descubre cómo ser interpretado por las mentes más básicas? Un periodista ¿Descubre cómo investigar sin preconceptos? Algunos sí, seguramente y para ellos mis respetos.

Volviendo a mis 43 años, la única respuesta posible para mi “fracaso” estudiantil es la falta de un lindo “Para qué” Sin embargo, como autodidacta, me las vengo rebuscando más o menos bien aunque sin destacarme demasiado. Si el “para qué” fuera el dinero trabajaría mucho más. Si fuera un título en sí mismo sin duda lo tendría, si fuera para pertenecer a un círculo social me las rebuscaría por otro lado, si fuera para ayudar a la gente tendría que ser mejor persona. Me queda la opción “Para sentirme bien” pero tengo miedo que el efecto sea el mismo que da un auto nuevo y que dura poquito.
Espero llegar a los 44 con un “Para qué” grande como una casa. Mientras tanto sigo en la lucha....