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enero 05, 2021

Sobre el desprecio y el Rock&Roll


Siempre quise ser músico, de esos buenos, mas mis dedos nunca respondieron a mi oído y mi voz fue incapaz de armonizar con la guitarra, por eso ando escribiendo por el mundo, no por vocación ni amor por las letras sino por simple y llana frustración ante mi incapacidad musical. 
Pero esto no se trata de mí, al fin de cuentas a quien le importa, esto es acerca de música y odios vicerales. 
 El riff de Joselo Manrique o Nortencho era fácilmente reconocible, casi todas sus canciones comenzaban igual y se diferenciaban después de treinta segundos. La idea estaba buena, el efecto sorpresa era real y los fanáticos no podían reconocer lo que se venía por los primeros acordes. Gustaba y molestaba a la vez y eso explicaba su convocatoria a la hora de las presentaciones. 
 Nortencho tenía plata por su familia dueña de una fábrica de productos plásticos dónde trabajaba de lunes a viernes de once a cuatro de la tarde, porque a pesar de ser una estrella de rock o algo así, debía mantener la empresa a flote junto con sus dos hermanas. 
 Gracias a sus ingresos como empresario podía darse algunos lujos poco comunes en una banda poco exitosa. Tenían un camioncito donde guardaban los equipos, una sala de ensayo en la parte de atrás de la fábrica y lo más importante; estaban los tres bien alimentados. 

 Mario Estittoli era un virtuoso de la guitarra, la púa y los dedos se hacían invisibles en los largos solos de cada una de sus canciones. Si bien el público junto al escenario valoraba los solos e idolatraba a Mario, con el tiempo muchos de sus seguidores comenzaron a aburrirse al detectar inconscientemente cierta soberbia en el músico. De esa manera, mes tras mes metían menos gente en los lugares de rock que no eran tantos en la zona norte del conurbano. Joselo y Mario tocaron muchas veces en la misma noche o en shows barriales al aire libre, y a pesar de que nunca se tuvieron cariño ni respeto siempre se saludaron con fingida amistad. 

 Musicalmente no estaban muy lejos, power trío, ambos en busca de una mezcla metal sinfónica, ambos líderes de sus bandas, ambos poco innovadores aunque Nortencho consideraba que su originalidad al comienzo de todos sus temas era insuperable y Mario alardeaba de su capacidad con los solos y letras de contenido social. 
 En el circuito de Rock&Roll de zona norte, allá por el 2000 había unas veinte o veinticinco bandas y Mario y Nortencho punteaban en el ranking humilde de convocatoria y eran de la pequeña elite de los que cobraban unos mangos sin depender de las entradas vendidas. 

 La crisis del 2001 afectó a ambas y Mario fue el más perjudicado por la falta de dinero y energía del público a la vez que Joselo decidió enfocarse en los plásticos para evitar la quiebra de la empresa. Nunca desarmaron las bandas pero Mario tuvo que aceptar un trabajo de guitarrista en un grupo bastante exitoso de zona oeste, empleo que no disfrutaba y que lastimaba mucho su ego ya que se consideraba muy superior al líder de la “mercenaria agrupación”. 

 En 2002 el baterista de Mario se mudó a Brasil junto con el bajista de Joselo y un par de músicos de la zona hartos de cagarse de hambre. Ambos reemplazaron una y otra vez las ausencias pero no lograban encontrar la coordinación y armonía de antaño. Y a su vez el desprecio entre ambos creció por culparse mutuamente de las perdidas. 

 En 2003 un grupo de gran convocatoria tocaba en la plaza de San Isidro y Joselo y Mario fueron invitados como soportes. Tocaron tres temas cada uno y luego comenzó el recital principal. Sucedió que el cantante invitó a Mario y a Joselo por separado a tocar un cover de Pink Floyd (wish you were here) Así fue que Joselo subió al escenario con su riff de siempre y Mario se esforzaba por que su “solo” sonara perfecto y lograra tapar el chinguichingui de Joselo. En ese ida y vuelta estuvieron seis minutos para deleite del público que estaba presenciando una guerra maravillosa de guitarras y egos desde puntos opuestos de la tarima. Es difícil describir la música, pero si cerraba mis ojos había mucho odio y desprecio y a la vez belleza. 
 El cantante de la banda, que además producía, vislumbró la posibilidad de juntarlos y ver los resultados. No fue una tarea sencilla, los ensayos y la elección de canciones fueron batallas campales y hasta llegaron a encontrarse en el escenario habiendo practicado por separado las canciones de uno y otro. 
 Grabaron un CD con cuatro covers y tres canciones de cada uno. Hicieron tres presentaciones y las críticas fueron generosas. 
 Pero el desprecio entre ellos no decreció, todo lo contrario, y por eso decidieron dejar de tocar juntos. Un par de temas sonaron un tiempo en las radios, maravillosamente enojados y armoniosos. 

De vez en cuando los escucho y revivo esos años interesantes del rock. Después yo me vine a USA y el Kirchnerismo les sacó a casi todos los músicos el enojo opositor indispensable para la buena creación. Pero no importa, con Joselo y Mario aprendí que muchas veces el odio puede generar cosas muy buenas y que el amor está extremadamente sobrevaluado como elemento creador.

Cruz J. Saubidet®

agosto 03, 2020

Los peligros del ratón Mickey

El Mono vive bien, no mejor que antes, pero no le falta nada. Antes tenía mucho, y repartía, hasta el viaje a Disney. Volvió raro de Orlando, y eso que yo le dije que Disney era una bosta, que está bueno pero que bien pensado es todo lo que está mal. La felicidad no es por ahí, claro que muchísimos piensan lo contrario y gastan sus dólares haciendo colas interminables para convencerse de estar viviendo en un mundo de fantasía vacío de significado. Y que yo soy un amargo y miserable, y que qué se le va a hacer, y que andá a la mierda y que qué la pases lindo.
El tema es que Orlando lo cambió al Mono, aunque capaz que no fue el viaje sino darse cuenta de que él no pertenecía. Algunos viajan al Tibet para darse cuenta, otros hacen retiros de silencio, otros se clavan ayahuasca en el Amazonas y otros viajan a Disney. Porque la introspección depende de cómo te pega la falta de cotidianeidad, y si hilamos fino, qué más lejos de la realidad que un mundo de fantasía de cuentos robados creado por grandes empresarios deseosos de secar tus bolsillos a cambio de poca cosa.
Hay diferentes maneras de encontrar el valor de las cosas, una es tropezarse con la simpleza del universo en soledad y también todo lo contrario. El Mono se topó con el Mono real en Magic Kingdom, hacía calor y el cartelito de la fila auguraba 38 minutos de espera. Y allí su vida pasó por su cabeza, la primaria pública y agradable, las vacaciones en carpa con la familia, la secundaria privada y estricta, la colimba de tres meses solo en los papeles ya que nunca tuvo la oportunidad de ponerse el uniforme, la universidad gratuita y desordenada, su primer trabajo, su primer despido, su primera relación seria, su primer susto grande, su viaje a Europa a los veinte conmigo y Junquito, su primer acto de dudosa moral, su segundo, el último, la muerte de su hermano, su primer hijo, sus mujeres, sus secretos. Y llegó su turno y no quiso subir, y salió caminando en busca de un lugar solitario donde seguir pensando, porque lo que le llamaba la atención era que por su cabeza no pasaban las cosas por las que supuestamente había luchado. No figuraban su primera casa, su primer Renault Fuego, su segunda casa, su club de golf, su cabaña en Cariló, sus veranos en Punta del Este, sus fiestas ostentosas.
Después de media hora encontró una sombra más o menos solitaria. Se sentó sobre el pasto y cerró los ojos. Se sintió enojado al descubrir que sus sonrisas no provenían de cosas por las que había pagado pero como aliciente supuso que se debía a que ya las tenía y por ende ya no las necesitaba. Sí necesitaba a su hermano, a sus amigos, un fin de semana de pesca, un amor desbordante. Ahí me mandó a la mierda por whatsapp y yo supuse que con el insulto me daba la razón.
Volvió raro de Orlando, vendió la casa de Cariló y compró tres departamentos en el centro. Sigue laburando, pero mucho menos, cada tanto agarramos la lancha y nos rajamos a pescar, a veces con nuestros hijos.
Conversamos menos que antes, no me molesta, ahora cada vez que discutimos por algo profundo y filosófico suelta la frase: Disney, una mierda.
Cruz J. Saubidet®

noviembre 06, 2018

Sobre relaciones con fantasmas y el Heavy Metal


A veces, las cosas raras o simples casualidades las tomo de forma natural y me lleva años darme cuenta de las posibilidades narrativas de la historia. Ayer estuve escuchando AC-DC. Y caí en la cuenta de que todo acontecimiento humano tiene un destino narrativo y está en el escribidor la responsabilidad de hacerlo entretenido. Eso trato.

No tengo idea si está vivo, hace un tiempo lo busqué por las redes sin suerte y cada tanto pego una espiada, pero nada. Es un fantasma y eso tiene mucho sentido porque el Perro siempre fue un poco hectoplasmático, desde su aspecto hasta su actitud escurridiza y antisocial.
Hay muchas formas de amistad, pero la más inexplicable es aquella dónde no se puede esperar absolutamente nada del otro, ni siquiera una charla en algún momento especial. Me gustan esos amigos, más que nada porque me obligan a comportarme igual y entonces cada encuentro tiene algo mágico, irrepetible y espontáneo, cosa difícil para estos tiempos de tomaydacas. Cada encuentro con el Perro corría riesgo de ser el último hasta que lo fue aquella noche, veinte años atrás, en el club República del Oeste. Claro que yo había tomado como el último el anterior, seis años antes en la costanera, cuando el Perro saltó el tapial del Lawn Tenis para afanarse pelotas de tenis, que eran una excusa más para desatar su adrenalina. Yo lo esperé afuera y cuando volvió con tres pelotas en cada bolsillo, caminamos hasta la orilla y las tiró al agua. Esa tarde me contó que tenía una novia llamada Mariela y que era un poco drogadicta, un poco dijo, y si el Perro consideraba a alguien de esa forma se trataba de algo serio. Todos los “un pocos” del Perro equivalían a un montón de cualquier cristiano cuerdo. Cuando se declaraba un poco en pedo, el Perro no podía caminar; un poco de hambre del Perro significaba comerse una cebolla cruda de tres bocados.
Usualmente las personas como el Perro me intranquilizan, siempre al borde de todas las emociones explosivas, uno tiene la duda de si te van a pegar un tiro o clavar un cuchillo por una pavada. Sin embargo nunca me pasó con él, algo me tranquilizaba y aseguraba que nunca se pasaría de rosca conmigo, y nunca pasó y lo he visto cagarse a trompadas con amigos por huevadas.
Estar con el Perro era como escuchar Heavy Metal del bueno, esa intensidad y violencia musical actúan como una aspiradora de la violencia propia, y eso me trajo al Perro a la memoria, porque a mis cuarentaylargos vengo a descubrir que el efecto de la música pesada es el contrario al que creí toda mi vida y, sin ser fan, un buen AC-DC o Sepultura me relaja más que Jorge Drexler.
No voy a sobrevaluar a mi amigo, no era gran tipo, era impresentable, violento, ladrón de pavadas, borracho, tomaba cualquier droga, pero debo valorar que nunca de los jamases me presionó ante una negativa de acompañarlo en sus vicios y hasta alguna vez me preguntó si me jodía que se clavara una pasta estando conmigo. Mi respuesta era la del libre albedrío, pero estaba claro que si se caía lo dejaba tirado y me iba a la mierda. Incluso, la tarde de las pelotas de tenis, lo dejé durmiendo contra la pared de un kiosco a las siete y me volví casa sin un atisbo de culpa.
La noche en el club, había acompañado a unos amigos a un recital de una banda horrible, allí me lo encontré al Perro, igual, con ese abrazo franco y esa cerveza en la mano. Conversamos casi sin escucharnos por el ruido, me contó que trabajaba con el padre y alquilaba una casita cerca de la cancha de Colón. Seguía con su aspecto fantasmagórico y seguía emanando esa paz tan violenta. En el amor andaba un poco mal, Mariela había muerto hacía un par de años y él estaba limpio desde ese momento, aunque ya estaba un poco podrido de su vida.
Nos despedimos a las cuatro de la mañana, él más mamado que yo, y fue la última vez. Hasta el momento.
Másvaleasí.
Cruz J. Saubidet®

octubre 29, 2018

"Apoyador integral de locuras ajenas" 2


Ya lo decía Rousseau, el hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe, debe haber un poco de cierto al fin de cuentas él se hizo famoso, pero hay que tener cuidado porque la valoración al determinar lo bueno y lo malo de nuestras acciones es un camino ancho y de difícil transito. Las cosas que dañan a los demás están mal, eso está claro; pero muchos conceptos morales no hacen más que joderle la vida a la gente. La gente es mala y comenta decían las vecinas del barrio Roma en Santa Fe, que comenten nomás, casi todo es por envidia.
Esta introducción, como se habrán dado cuenta, es para atajarme de aquellos con más tabúes que libertades en materia sexual. Gracias a Dios, los jesuitas no pudieron ponerme culpas por ese lado, vaya a saber por qué.
Nunca conté esta historia, por respeto tal vez, pero no hay nada de que avergonzarse y la protagonista me autorizó siempre y cuando cambiara su nombre.
En mi primer año en la UNL, hice amistad con algunas personas que no eran el ejemplo a seguir en cuanto a lo académico. Fue un error, pero ya está. Entre muchas amigas, hubo dos con las que me sentía muy a gusto. Ambas compartían una minúscula casa donde nunca faltaba música, cerveza y una buena conversación. Allí pasé muchas horas, rodeado de una agradable libertad de oratoria.
Las dos chicas eran entrerrianas, de un pueblito cerca del río Uruguay y habían compartido escuela desde primer grado.
No eran muy lindas mis amigas, aunque Clarabella tenía un cuerpo muy interesante, que le gustaba exhibir bajo ajustadas camisetas y minifaldas. Cuando yo llegaba hacía como que me agachaba y siempre comentaba el color de sus bombachas.
Las dos noviaban con muchachos de la facultad más grandes que yo, y para mí era un alivio ya que no estaba interesado en relaciones sentimentales de ningún tipo. Una vez, Clarabella dijo querer probarme y sin preámbulo abusó de mi cuerpo. Estuvo muy bien y no afectó en nada la relación ni hubo incomodidades posteriores.
En una de las charlas madrugadas, Clarabella me comentó que su fantasía era protagonizar una película pornográfica, y ahí salto mi instinto de “apoyador integral de locuras ajenas” que le prometió todo el soporte que necesitara.
En un fin de semana en Santa Fe, le comenté al hermano de un amigo que se dedicaba al negocio audiovisual, acerca de mi amiga y su deseo. Y ahí quedó la charla. Hasta que un mes después, mi amigo me entregó un papel de parte de su hermano. Era un nombre y un teléfono para que le entregara a Clarabella. Así lo hice y los días pasaron.
Una noche de jueves, Clarabella me contó que tendría una entrevista en Santa Fe, en un par de semanas y que necesitaba mi ayuda para prepararse.
Por supuesto que accedí, quién se negaría a eso a los dieciocho. Durante una semana, cada noche dedicamos tiempo a mirar películas y a practicar posiciones, movimientos y sonidos propios de la industria del entretenimiento para adultos. Ella pedía y hacía indicaciones y yo trataba de hacer un decoroso papel. Aprendí mucho esos días y las enseñanzas me acompañaron el resto de mi vida. Le pregunté a Clarabella por qué me elegía por sobre su novio para esos menesteres, la respuesta concisa y clara fue que ella estaba enamorada y los sentimientos no ayudan en esta industria. Estuve de acuerdo y seguimos practicando.
Clarabella fue a la entrevista y no me permitió acompañarla, fue una lástima que no la eligieran, creo que tenía mucho talento, posiblemente sus rasgos duros y su tez oscura le jugaron en contra. Así y todo, le entregaron el video de la prueba y lo miramos una noche los tres. El actor me superaba por todos lados y Clarabella hacía un papel descollante, aplaudimos al final y brindamos con cerveza. Nunca más pasó nada entre nosotros.
La vida siguió y los caminos nos separaron. Cuando decidí escribir esta historia la busqué en Facebook y nos mandamos unos mensajes. Es madre de cuatro hijos y tiene su negocio en su pueblo natal. Me aseguró que guarda el video de la prueba y el recuerdo de esas practicas en un rincón de su corazón.
La verdad, Cruz, me comentó, el actor era muy grandote de todos lados pero con vos fue mucho mas divertido.  
Yo, agradecido.

Cruz J. Saaubidet®

agosto 20, 2018

Sobre tumbas de tuscas


En cuanto llegué a la casa encendí la radio y prendí fuego, los pelos del brazo se me erizaban en cada movimiento y no podía manejar mis sensaciones. Saqué el catre y me senté a fumar un armado. Iván se acercó y se me enrolló en el tobillo, sentí que se apretaba más que otras noches pero me hacía bien la presión. Tuve que prender otro cigarrillo con la brasa del primero, mis nervios lo exigían.
El fuego subía un par de metros, le seguí agregando leña. Me recosté con la radio en la oreja y la víbora en el tobillo, cerré los ojos y descansé un rato entre sueños.
Algo me despertó y no fue un ruido, el fuego seguía fuerte y la luna estaba comenzando a alumbrar. Miré a los lados y nada, Iván ya no estaba en mi tobillo y se oía el chisporrotear de la fogata.
Me dio miedo la soledad de la noche sin ruidos. Cerré los ojos y de nuevo algo me hizo abrirlos. Miré hacia la galería y vi claramente a alguien sentado en la silla. La boca se me petrificó y no me permitía hablar, se me erizaron los brazos y mis ojos querían cerrarse pero no podían.
Desde la galería me miraba, en silencio. Como pude armé un cigarrillo y lo prendí con una brasa, no me animaba a caminar hacia la penumbra, ni a salir corriendo. La linterna tenía poca pila y apenas alumbraba, apunté hacia el bulto pero la luz no llegaba, agregué mucha mas leña para hacer del fuego una gran antorcha. La señal de la radio se había perdido y se escuchaba estática, el dial no respondía, todo era mudo.
Preso del terror me icorporé y caminé despacio hacia el visitante. Ahí estaba, sentado, inmóvil, panzón y transpirado.
– ¿Agustín? ¿Dónde andaba?
–Por ahí, a las vueltas, no del todo bien.
–Lo estuvieron buscando por todo el campo.
–Los vi, pobre Jorgito, como loco andaba.
– ¿Por qué no les salio al cruce?
–Ellos no me veían ni oían, yo les gritaba, me ponía en el medio del camino, trataba de manotearle las riendas, no se que me pasó.
– ¿No se acuerda de nada?
–Alguito nomás, me recordé temprano los otros días, de noche era todavía, y me dolía mucho el pecho. Me asusté, nunca me había dolido tanto. Fui a agarrar caballo y no podía enfrenar el pingo, trataba de poner el freno pero el brazo se me venía abajo como sin fuerza, vio.
– ¿Y qué hizo entonces?
–Grité fuerte a ver si andaba algún indio a las vueltas, ¡nadie no había!, era oscuro, las cuatro y media capaz, el pecho me chusiaba de adentro. Entonce salí caminando pa los toldos, caminar me calmaba un poco. Tranquié un rato por el monte, casi sin ver. En un momento me desapareció el piso y me vine abajo, era como un resumidero, alguna cueva, no sé bien que era.
– ¿Cuánto estuvo ahí?
–Ni idea, pero cuando abrí los ojos ya no me dolía nada, me sentía demás bien, era raro eso, a mí siempre me duele algo. Empecé a caminar, en patas andaba y ni una espina me clavaba, era raro también. Fui hasta los toldos y nadie no me prestaba atención, era como que no me veían, yo sí los veía, pero ellos como si fuera un ánima, ni pelota. Pensé que se habían enojado, vio como son, así que me volví al rancho, despacio. Otra cosa rara era que no tenía ni hambre ni sed, pero que se yo. El tema es que erré el camino y aparecí en la orilla del Pilcomayo y como estaba casi seco lo crucé, pensé que los milicos que pasaron en un Jeep me dirían algo, pero ni me miraron y siguieron recorriendo.
– ¿Cuántos días anduvo por Paraguay?
–Ni idea, Joaquín, no sé como pasaban los días, me parece que me dormía de golpe y cuando me levantaba era otro día, andaba perdido y medio asustado.
– ¿Y entonces?
Yo nunca dejé de lado el susto, sabía que no era normal la aparición de Agustín en mi casa y menos a esas horas de la noche, pero quería enterarme de todo, por más que me asustara el cuento.
–Me volví al rancho, tardé bastante porque estaba lejos, me asusté cuando vi a Jorgito con dos milicos revisando el rancho, más me asusté cuando no me vieron llegar y me pasaban por al lado sin mirarme. Entonce me acordé que la mamá de Rolo un día nos contó como eran las ánimas de los muertos. Ahí me asusté mucho, me parecía que yo era un ánima. Entonce me fui pal pozo en que me había caido y estaba casi todo tapado por una tusca, pero me vi ahí, no me miré demasiado porque me daba miedo, pero ahí estaba yo, muerto.
– ¿Y por qué vino para acá?
–Por el vinal me parece. El fuego del vinal me gusta demás, de ahora nomás, antes no me gustaba. Y lo mejor es que usted me escucha, hasta ahora es el único que me oye.
– ¿Cómo lo ayudo, Agustín?, no sé nada de ánimas.
–Dígale a la Rosa y al Jorgito que no me busquen más.
–Me parece que lo mejor va a ser encontrar su cuerpo así lo entierran y no lo buscan más.
–Vaya usté con mi hermano, no quiero que el Jorgito me vea de golpe.
–Bueno, si prefiere, yo mañana voy con Vastides a primera hora, ¿Dónde está el pozo?
Me indicó el lugar con lujo de detalles, mi susto se evaporaba ante la ausencia de peligro, Además no estaba seguro si estaba dormido o despierto o soñando.
–Me voy, don Joaquín, lo dejo dormir, gracias.
– ¿Necesita algo más?
–Sabe que sí, le pido que le diga a la mamá de Rolo que la voy a visitar esta noche, que haga fuego con vinal.
–Le digo, no se preocupe.
–El problema es que no sé como salir de acá, ella siguro que sabe lo que hay que hacer.
–Ojalá que lo ayude, yo le digo, que ande bien.
Lo vi levantarse sin emitir sonido alguno, cruzó el patio y desapareció.

***Fragmento de Tierras Grises® CJSinCT®


mayo 31, 2018

Sobre frases simples que cambian la vida


Debo aclarar mis reparos para con el gauchismo.
Cada vez que me dicen gaucho respondo: “No, mi hermano es el gaucho, o mi viejo, yo tengo un concepto sarmientino” 
Entonces me replican: “vos te criaste en el campo y conocés de los trabajos y la idiosincrasia”
Y yo: “Por eso, el gauchismo y las almas como la mía no se llevan bien” Aseguro antes de un sapucay.
Pero no estoy acá para criticar la tradición argentina ni disgustar una vez más a mi padre sino para relatar un detalle gauchesco que me ayudó en momentos difíciles de mi vida. El proveedor de la revelación fue Héctor Torrez o Pitín, en algún verano de mi primera adolescencia.
Debo aclarar que a mi padre le molestaba muchísimo que yo pasara el verano ocioso disfrutando de mates y pileta como hacían mis hermanas. Yo debía trabajar y, a pesar de mi desagrado, madrugaba, agarraba caballo y salía al campo con la peonada a la vez que era mandado por el capataz. Me dirán muchos que está bueno y yo diré que si te gusta debe estarlo, si no  te gusta es una tortura más aun cuando tus hermanas duermen hasta las diez y disfrutan de sus vacaciones. Cosas de los padres de campo y sus hijos varones.
Campos de montes aquellos. A la hora de sacar la hacienda había que internarse entre las ramas y gritar tratando de no rasparse mucho ni perderse. Luego de la primera pasada, había que hacer una segunda ya que nunca salían todos los animales, así es que Cruz Joaquín debía quedarse cuidando que el rodeo no volviera al monte mientras el resto del personal retomaba la búsqueda. Ese tiempo ahí parado era interminable, muchas veces dejaba que se escapara alguna para alcanzarla al galope y traerla de nuevo, pero era peligroso porque a veces esos bichos se siguen y se terminan escapando todos. Esas horas “atajando” eran la peor parte del trabajo. Y ahora entra Pitín en la historia, dándole un giro a mi tedio.
Estaba una mañana de calor extremo cuidando un rodeo. Habían pasado casi dos horas  desde que me habían dejado y se empezaba a escuchar el griterío del capataz que estaba volviendo con algunas vacas más. Al llegar junto a mí, Pitín me mira con tristeza y me dice: “Debe haber sido aburrido, Mincho; ¿Cuántas te hiciste? Esa frase cambió mi vida.


CJSinCT® Twitter: @cruzjoaquin BLOG: http://cruzsaubidet.blogspot.com/

mayo 07, 2018

LA FORMULA IMPRECISA PERO CORRECTA (quizás)

Es muy complicado determinar cuándo un salario es justo o injusto.
Es sabido que los empresarios y las corporaciones son bastante herejes a la hora de los salarios y la brecha entre directivos y empleados termina siendo vergonzosa. Y esa maña no es exclusiva de las corporaciones, también los pequeños empresarios son golosos con las ganancias y no sienten culpa al pagar sueldos de hambre a sus empleados. Por suerte no todos los empresarios son así y, sobre muchos que cumplían la norma a rajatabla, me tocó trabajar un tiempo con un hombre bondadoso siempre atormentado con la idea de ser injusto en la repartija de sus ganancias.
La empresa era próspera y los márgenes sustanciosos.
En ese tiempo yo estudiaba administración y quizás por eso o por otras afinidades mi jefe me propuso generar una fórmula para pagar salarios justos sin poner en peligro la salud financiera de la empresa. Se me ocurrió la fórmula de dividir el 25 porciento la ganancia neta anual por la cantidad de empleados y ofrecerla como un bono de fin de año proporcional a cada salario. Mi jefe no estaba en desacuerdo con la idea, pero como no quería pecar de injusto y consideraba que un premio no debería tener escalafones ni diferencias de estatus entre el personal me pidió que elaborara una formula equitativa para la distribución de la cuarta parte de las ganancias.
 Mis primeras propuestas fueron auto rechazadas antes de presentarlas, hasta que decidí pensar literariamente, algo loco y fuera de los parámetros establecidos. Mi jefe se rió cuando le expuse mi idea y la supuse descartada, pero luego de dos semanas me pidió que elaborara una hoja de cálculo semanal con los ingresos del año fiscal anterior.
 Hecho eso, la empresa licenció con goce de sueldo a un empleado cada semana. Éramos veinte contando al jefe por lo que el experimento se concluyó en menos de un semestre. Una vez finalizada la rotación, hicimos una concienzuda comparación de ingresos y determinamos el porcentaje de pérdida/ganancia que a la empresa le significaba cada empleado.
 Fue así que la mayor tajada se la llevó el cobrador, seguido por los repartidores y los vendedores y la secretaria administrativa. Lo empleados de planta ocuparon el quinto lugar y yo, que había tenido la brillante idea, quedé último y cómodo.
 Al poco tiempo partí a nuevos horizontes y no sé si el sistema se seguirá utilizando, pero fue una de mis experiencias laborales más gratificantes y aunque no estoy seguro si la formula era precisa, creo que al menos era un pequeño acto de justicia entre tanto sorete a las vueltas.

 Cruz J. Saubidet®

abril 16, 2018

Mi primer día en el paraíso. O ensayo sobre el calor, el abandono, las yararás y el tereré

Vastides me indicaba el camino, cruzamos una tranquera y marchamos trescientos metros por un monte bajo, después un claro y a cincuenta metros, la casa. El terreno circundante estaba delimitado por un alambrado de varios hilos y tenía un par de vinales con sus empinas apuntándome a los ojos, en el medio, la vivienda. Estaba construida con bloques prefabricados que mantenían el color gris original, una galería rodeaba dos de los cuatro lados, bajo ella había una vieja mesa y una silla destartalada con asiento de cuero. Un aljibe vigilaba firme a un costado de lo que sería mi hogar.
La puerta era de chapa al igual que todos los cerramientos. Entramos. La primera imagen fue un poco tenebrosa, si bien no estaba oscuro, la falta de revoque de las paredes y el cielorraso de fibra de vidrio humedecida eran en sí la idea de abandono. Se ingresaba a un ambiente grande donde se erguía la cocina en una esquina y la sala comedor en el resto. De allí surgían dos puertas enfrentadas a la de entrada que daban a los dormitorios y una tercera, frente a la cocina, que comunicaba con el baño.
Entré al primer dormitorio y me intimidó un fuerte zumbido, al mirar el techo me encontré con un gran panal de avispas negras y pequeñas (camoatí), adentro había un baúl con candado y una cama destartalada.
El otro dormitorio estaba peor, en lugar de ventana tenía unos cartones y el piso de cemento se había hundido dando lugar a hierbas de todo tipo.
A esa altura podía imaginarme lo que sería el baño, pero era peor. Su pequeñísima ventana apenas dejaba pasar la luz, las paredes nunca habían sido limpiadas y el inodoro y el lavatorio estaban inutilizables.
En la sala, Vastides me miró con cierta pena mientras prendía la radio teléfono.
– ¿Está seguro que  se va a quedar acá?,  Mire que de noche es fiero.
–Así parece, Vastides, pero no tengo otra alternativa.
–Y los bichos, vamos a tener que fumigar antes de que se instale.
–Traje unas pastillas de Gamexane, ahora las ponemos.
–Como usted diga.
Vastides saludó y la voz del jefe sonó del otro lado, le indicó lo que quería que me mostrara, habló conmigo un par de frases y cortó.
Con la ayuda del capataz cerramos todos los huecos y prendimos las pastillas. En pocos minutos la casa estaba llena de humo, incluso salía por debajo del techo debido al deterioro del cielorraso.
Mientras conversábamos me dediqué a sacar un poco de mugre de la galería con la escoba.
–Usted no va aguantar acá, se va a querer ir mañana, ¡va a ver!
No lo decía con maldad, Vastides ni siquiera estaba molesto con mi llegada, no le importaba que yo estuviera o no, quizás sintiera un poco de lástima de mí futuro en esa casa. No fue simpático ni antipático, solamente hizo lo que el jefe le dijo que hiciera.
–Yo creo que sí, aunque veremos que pasa.
–Es bravo acá, la calor, los bichos, andar solo y aburrido.
–Vamos a ver que pasa.
–No va a poder dormir esta noche en la casa, vamo pa la mía y le armamos un catre pa esta noche, mañana ventilamos bien.
–Como diga, don, vamo nomás.
La tardecita cedía el paso y un pequeñísimo frescor se hacía sentir, caminamos el trecho hasta la casa sin hablar, no hacía falta. Yo miraba para bajo pendiente de las víboras que abundaban en la zona, mi experiencia me había enseñado que las yararás salían de tardecita, relajadas de los baños de sol que se daban durante el día. La yarará no es muy grande, no he visto de más de un metro veinte, pero es peligrosa. Este ofidio se mimetiza con la tierra y se asemeja a un palo tirado en el camino, por eso hay que estar atento. Pero el peligro real no es grande cuando está estirada, para atacar se enrolla y pega el salto cual resorte mientras sus colmillos buscan dar con la presa. El cálculo hay que hacerlo rápido, en el momento de verla enrollada es inminente calcular su largo y colocarse lo mas lejos posible. Toda mi vida conviví con esos bichos y me mantuve a salvo de sus mordeduras o picaduras como le dice la gente. De chico las mataba apenas las veía, de más grande las suponía un eslabón de la cadena alimenticia y las eliminaba sólo si las encontraba cerca de la casa.
Pero jamás en mi vida había visto tantas como en el trecho que separaba mi casa de la de Vastides. No representaban un peligro en sí, se dejaban ver y se escondían al sentir los pasos.
Gracias a Dios, la naturaleza ha hecho insociables a estas serpientes y sólo atacan cuando consideran que no tienen la posibilidad de huir. Pero cuidado, no es necesaria la intención de atacarla para que ella se sienta en peligro, basta pasar lo bastante cerca para hacerla conjeturar que escaparse no es lo mejor.
Vastides caminaba tranquilo y sin mirar el terreno, yo no despegaba los ojos del piso a pesar de tener puestas las botas de goma gruesa, que según aseguran, no pueden ser traspasadas por los colmillos de la yarará.
De más está decir que en ese clima ese calzado es una tortura, los pies orillan el punto de ebullición y la media se empapa a los pocos minutos. Y el olor que desprenden al quitarlas es terrible, penetrante. Las pobres medias empapadas, una vez que se secan se solidifican y es imprescindible abollarlas de mil maneras si lo que se quiere es volver a usarlas.
Así llegamos a casa de Vastides y la familia en pleno compartía un silencio amenizado por unos chamamés que escupía el grabador.
Me arrimé y senté en un banco esperando me llegara rápido el tereré y no pronuncié palabra hasta que llegó mi turno.
Cruz J. Saubidet®


noviembre 03, 2017

Mis respetos, señor

Mis recuerdos de Juan datan de fines de los ochenta, pescando moncholos en un arroyo ancho de la zona de Aguará Grande, al norte de San Cristóbal. No fuimos grandes amigos, pero, a diferencia de sus cinco hermanos, el tipo pensaba distinto y como yo nunca tuve un pensamiento globalizado, las escuetas charlas que teníamos junto al arroyo muchas veces eran reveladoras. No coincidíamos en mucho más que en lo innecesario de madrugar y la exacerbación del gauchismo. Discutíamos sobre la posibilidad de utilizar cuatriciclos para recorrer, la maleabilidad de la soga en lugar del lazo de cuero y la poca calidad de los recitados del chamamé. Ambos teníamos esa dualidad entre lo rural y lo citadino que nos torturaba y que resolveríamos más tarde o más temprano.
Juancito era muy flaco pero ágil para trepar árboles, especialmente eucaliptos grandes. Nos perdimos el rastro por muchísimos años hasta que un día nostálgico buscando alguna raíz por Internet, me encuentro con el primer festival de poesía y micro relatos de San Cristóbal, auspiciado por la Cámara de Comercio y coordinado por Juancito. Sin dudarlo lo agregué al Messenger y nos pusimos al día.
Al terminar el secundario, Juancito estudió magisterio y luego emigró a Los Amores a ocupar una posición vacante en la escuela Juana Arzurduy. Ahí, en sus horas libres comenzó a plantearse la posibilidad de convertirse en el Roque Nosetto del norte Santafesino, aunque definitivamente no estaba destinado a escribir para niños. Trató de hacerlo, pero sus alumnos no comprendían el poder de la metáfora ni valoraban el vocabulario florido de sus escritos. Hubiera sido fácil cambiar un “cri-cri dice el grillito” por un “cro-cro sugirió la rana” pero el plagio no estaba en sus genes. Así y todo en las largas tardes de calor y soledad generó poesía para varios libros, siempre buscando la diferencia y la belleza hasta entonces desconocida por el mundo.
Fueron ocho años aletargados en Los Amores paradójicamente solitarios, tuvo una novia de Vera, también maestra, pero “por tanto ir y venir la relación fue perdiendo envión hasta desintegrarse”sic.
A principio de los dos mil, Juancito reacondicionó una casita en el campo de sus padres y comenzó una nueva vida lejos de la enseñanza y de la gente en general. Había decidido vivir con pocas pertenencias y distracciones y dedicarse de lleno a la literatura y a la crianza de gallinas y pavos. En dos años escribió mil trescientas páginas de versos insensibles con metáforas cargadas de realismo y dureza, de desinterés por el amor, de búsqueda de sabiduría y de desprecio por el mundo tanto urbano como rural. “Mi poesía busca apagar corazones y despertarlos de la sinrazón de que las mariposas son bonitas”
Con la aparición de Internet decidió mudarse a San Cristóbal, ocupando una casita familiar sobre la avenida trabajadores ferroviarios. Ya conectado a la red pocos lograban verlo, aunque algunos de sus escritos engalanaban las páginas culturales de “El departamental”, “La opinión” y “Castellanos”. Su columna “El Odioso” era cita obligada apenas por debajo de los avisos fúnebres.
Cuando le anuncié mi visita me pidió que no fuera un jueves, porque es el día de la semana que lava la ropa y anda desnudo. Así que fui un domingo a la mañana. Fue una experiencia minimalista y envidiable, Juancito ha logrado ser “él mismo”, un buscador de algo, que en su camino se ha ido despojando de todo para lograrlo. Yo creo que es un triunfador, quizás un poco extremista para mi gusto, que conserva un buen soplido para apagar las luces de corazones melosos.
Mis respetos, Juancito. Nos vemos pronto.
Cruz J. Saubidet®

junio 06, 2017

“Se terminó la abuela”

“Se terminó la abuela” Fue la frase que quedó guardada en mis recuerdos. Podría haber sido se murió, falleció, pereció, expiró, etc. Pero no, las dos palabras que marcaron mi primera experiencia cercana con la muerte refirieron a un final real nunca mejor explicado. Ese día perdí oficialmente la fe; y no porque estuviera enojado con Dios por la muerte de mi abuela, menos porque la catequesis me llenara de miedos ni porque la misa me aburriese ni tampoco los curas de mi colegio fueron abusadores. Ese momento mágico cuándo ese hombre rústico y fabuloso que ya había tenido otras clases magistrales para conmigo como cuando me dijo “no es que te quiera enseñar, pero es para que aprendas” me anotició del deceso con un clarísimo “Se terminó” muchas de mis tradiciones culturales y sociales que me obligaban a sentir cosas que no sentía desaparecieron y me transformaron en un ser un poco más abierto pero mucho más vacío. A partir de allí fue todo cuesta arriba con mi espíritu pero mi razón por fin se puso de acuerdo con mis sentimientos. No me enorgullece ni un poquito mi falta de fe, es lo que es y quizás un día aparezca, no digo vuelva porque nunca la tuve ni me sentí reconfortado con la comunión ni creí en el poder de la oración.

El problema está en las bases o los fundamentos aunque mejor no partamos de ninguna base, porque al final del día nada de esto va a importar y todo se va a romper en millones de pedazos inutilizables. Partir de una base significaría darle entidad a pensamientos o teorías anteriores y, aunque me digan que debería ser más humilde prefiero no tener nada que ver con las bases. Es de suponer que las bases deberán soportar todo el peso posterior, pero generalmente, debido a la imposibilidad de perfección, tarde o temprano se rajan y tuercen llegando en muchos casos a dar por el suelo la historia de generaciones. Por otro lado, ignorar las bases es partir de la base de que todas estás erradas, afirmación que no podría comprobarse.
Ante la imposibilidad de bases firmes donde apoyarse, el género humano ha optado por cambiar la firmeza por lo intangible creando la institución de la Fe que, a pesar de no tenerla, me cuesta mucho menos aceptarla hacia un ser superior y creador que dirigida a un ciudadano de a pie. Quizás por eso respeto mucho más a los convencidos religiosos que a aquellos que le regalan su fe a un político cuya base de ideas casi seguro se derrumbe tarde o temprano. 
La fe admite lo absoluto, la razón solo acepta la evidencia y el problema es la falta de evidencias en este mundo que nos toca en suerte. 
A pesar de mi escepticismo, la sociedad me obliga a tener pequeñas dosis de fe dado que sin ellas sería imposible vivir medianamente tranquilo. Así que debo confiar en que mis hijos estarán a salvo en la escuela, que me pagarán el sueldo con regularidad, que algunos que dicen quererme realmente me quieren, que no todo está podrido, que seguirá habiendo buenos músicos, que el motor arrancará (en todos los sentidos), que la primavera será verde al igual que la yerba mate y que algún día escribiré algo que valga la pena. Lamentablemente la razón no me da para una Fe más grande que esa.

febrero 15, 2016

Los pasos de la pobreza (y de la riqueza) **reloaded**

Yo me creía en el medio, pero Camilo me hizo entender que no era así.  

-Si hablamos de pasos en caída te podría asegurar que yo estoy más cerca del medio. 
-No sé Camilo, mirá que arriba de mí hay mucho. 
-¡Y no te imaginás lo que queda por debajo de mí! 
-Pero... ¿estamos hablando de plata?
-Si, por supuesto. Tu problema es la forma que tenés de medir. Tu error de cálculo está en las escalas. 
-A ver como es eso. 
-A medida que tenés más plata las escalas crecen, a medida que tenés menos plata las escalas decrecen.  
-Explicate mejor. 
-Yo soy pobre, en eso estamos de acuerdo, Cruz. 
-Sí, pero no sos tan pobre, tenés auto, te estás haciendo una casa, te vestís feo pero bien. 
-Pero sigo siendo pobre si comparamos mi auto con el tuyo, mi casa con la tuya. 
-Si. 
-Bueno, ahí vamos, las escalas de tu crecimiento económico son mucho más largas que las mías, si vos ganaras 600 pesos más no significaría demasiado, incluso 600 pesos menos tampoco te afectarían. 
-No demasiado. 
-Entonces mis escalas son distintas, para mí 600 pesos significan la cuota de la mesa y las sillas y la del televisor. Con 600 pesos más podría tener DirecTV y teléfono celular y eso implicaría una escalada importante para mi vida. 
-Aja. 
-Yo ni siquiera estoy arriba entre los pobres, pero los pasos de la pobreza son mucho más pequeños, en mi nivel calculale $500 o 600, pero podemos hacer muchos pasos y llegar a una familia en la que la escala sean $200 y más abajo aun, familias que con $100 se las arreglan 3 días. Incluso tenemos que incluir a los que no tienen nada. De nada a $50 hay un pasito, chico, pero pasito al fin. 
-Te voy entendiendo. Pero así y todo sigo pensando que estoy en el medio. 
-No, tu futuro escalón serán $2500, el siguiente ya sería $4000 y el que viene $10000 y después $20000, etc. Entendés que los escalones hacia arriba son mucho menos que los hacia abajo. 
-Mirado así creo entenderlo. Aunque supongo que ni los economistas sabrán con certeza cual es la media económica, no obstante, tu teoría me suena mejor que las de Cavallo, Lavagna, Kicillof, Prat-Gay, Lopez Murphy, Runsfeld o Keynes, etc. 
-Mirá Cruz que yo vengo subiendo desde cero y ya pasé los 50 años, he dado muchos pasos y casi siempre hacia arriba. 

Cruz Joaquín Saubidet®

febrero 20, 2009

Homenaje a un gaucho de veras

Restituto Norberto Vargas es uno de los personajes famosos que abundan en cada una de las regiones de cada lugar del mundo.
Así como hoy fijamos la vista en algún personaje particular (punk, dark, gato, motoquero), hace años era inevitable prestar atención y observar detenidamente a Don Vargas. Hombre gaucho, grandote, de ojos achinados y de bigote grande y tupido.
Vale aclarar que nunca nos quisimos, o quizás yo no lo quise y a él le fui indiferente, pero a la distancia, lamento no haber aprovechado un poco más su sabiduría de hombre duro y trabajador.
Poco sé de su historia, sólo me queda el sabor amargo al sentir que trabajó mucho y hoy es un jubilado más en un pueblo perdido sin mucho que hacer y con una gran tristeza que lo carcome día a día.
El hombre anduvo siempre a caballo, durante sesenta años, cada día de su vida. De joven, dicen, le gustaban la farra, el vino y las mujeres; pero con los años dejó esos vicios y se dedicó a trabajar con responsabilidad. En sus genes estaba liderar a otros, y pese a su analfabetismo fue un capataz consultado por muchos a la hora de emprender trabajos grandes. Eso sí, a la antigua, con perros y a los gritos, a lo bruto, sin una pizca de psicología aunque siempre al frente de su tropa, demostrándole a los más jóvenes que él podía hacer las cosas mejor o igual que ellos.
Su libreta de anotaciones, basada en números y dibujitos, poseía un informe preciso y detallado de todo lo que sucedía dentro de las ocho mil hectáreas que manejaba, nada se le escapaba a su visión infalible de rodeos de vacas, terneros, toros, caballos, pastos, alambrados, posibles enfermedades, sequías o inundaciones.
¡Y el respeto! No solamente sus empleados, todas las personas se detenían a cruzar algunas frases con él, desde patrones y administradores hasta el más insignificante barrendero del pueblo. Vargas siempre tenía una risa para regalarles, una risa mezclada con palabras ilegibles para muchos pero contagiosa.
De grande le picó el bicho de la soledad (o de la trascendencia) y se juntó con la hija de un peón que le dio dos hijos a los que adoraba. La alegría le duró poco, su hija mayor tenía una grave enfermedad progresiva que consumió horas de amargura, hospitales y ahorros. Así y todo, la chica salió adelante e hizo una vida medianamente normal. Su hijo creció sano y fuerte, aunque desinteresado de las tareas rurales.
Vargas se jubiló a los 67 años, estiró lo más que pudo su retiro pero debió abandonar su trabajo luego de cincuenta años en la misma estancia. Se instaló en su casa en el pueblo e hizo algunos trabajos para amigos que le inventaban ocupaciones para mantenerlo entretenido.
Hace dos años, su hija Alejandra tuvo una decaída y murió a los 22 años. Desde ahí, nada pudo levantar el ánimo de Don Vargas. Los que pasan por su casa pueden verlo cada día, sentado en el patio, con el mate en la mano y la mirada triste. Quizás espere algo, quien sabe qué.
Cruz J. Saubidet®

mayo 23, 2008

Olor a campo

Argentina es un crisol de soledades donde todos creen que tiran juntos pero nadie es el primero en agarrar la soga.
La van a bajar” me aseguró tiempo atrás un conocido que sabe de política. Yo pensé que no, porque creía que era una mujer fuerte e inteligente. Sus pocos meses de mandato vienen demostrando lo contrario. Así y todo, espero que no la bajen.
Los dos últimos años del gobierno de Néstor Kirchner y los meses de su esposa, se han mostrado opacos. Creo que esa es la palabra para definir lo que han hecho, porque algo han hecho, pero dentro de una opacidad coloreada de demagogia, populismo y falta de sentido común; y esos no son colores lindos.
¿Por qué están rodeados de gente mala? Mi única explicación es que ellos también lo son. Tener pegados a los gremios, a D’elia y a muchos otros atorrantes visibles, hace pensar que son “del palo”.
El problema con la gente del campo demuestra que no tienen buenos asesores. Hasta el más “pelotudo” se habría dado cuenta de los problemas que traería el aumento de las retenciones. Claro, los asesores tienen posiblemente un dejo de resentimiento hacia los terratenientes producto de sus años de lucha. ¿Seguirán luchando?

También está la posibilidad de que desde dentro del gobierno, quieran bajar a la “señora”, pero hay que ser muy mal pensado para especular eso.
Hay otro mito cada vez menos popular: “el dueño de un campo no labura” Eso fue hace muchos años, pero muchos, en la época en que los terratenientes pasaban años en París a costillas de los regalos recibidos de gobiernos desenfocados. Pero incluso esas familias (quedan muchas), han sufrido el paso de las generaciones; y el desglosamiento de las herencias los ha dejado sin extensiones inverosímiles. Porque esas grandes familias tenían (y tienen) la costumbre de procrear al por mayor. Hoy día tienen campos, pero si los dejasen librados al azar los perderían en un abrir y cerrar de ojos.
Los últimos años han sido buenos para los agricultores y ganaderos, pero estos venían de afrontar muchos años de precios irrisorios para sus granos y vacas. Muchos quedaron en el camino y debieron vender y otros tantos dejaron por ese tiempo de vivir de sus campos y pasaron a subsistir.
Los productores saben que este oasis de precios no durará por siempre, y es razonable que quieran exprimirlo.

El gobierno no entiende que “ganar dinero” no es malo si este proviene del trabajo y la producción. Lo feo es ser rico sin que se conozcan las causas.

Otro factor que el gobierno no interpreta es el deseo intrínseco de muchos argentinos de poseer su propio campo. Este deseo existe en casi todos y por lo tanto apoyarán a quienes sienten colegas al menos en sus ambiciones.

Creo que los gobiernos no son capaces de redistribuir riqueza alguna, la única forma de que eso suceda es con mucha producción y con muchos empresarios obligados a pagar salarios apropiados. Cuando los gobiernos distribuyen, no suele haber culpables de los “desperdicios” y mucho queda en el camino.
Hay mucho más para decir, pero hay que observar que pasa.
Cruz J. Saubidet®

junio 25, 2007

Segundas vueltas, primeros pasos.

Es imprescindible para un político haber tenido profesores muy malos, porque mentir es decir lo contrario a lo que se sabe, por lo tanto, si aprendieron cosas erradas y mentirán “por profesión”, mas vale que lo aprendido estuviera equivocado. Con suerte se les escapará alguna verdad de vez en cuando.


Hace mucho que no escribo política, pero cuando mis pronósticos se van dando me parece que debo dedicarle algunas letras al tema. Aunque el tema no es la política, quizás la palabra “soberbia” sea la que viene al caso.
Hace tres años, el presidente argentino Néstor Kirchner llegó a la Casa Rosada con poco más del 20% de los votos, ya que debía competir en segunda vuelta con Carlos Menem quien había llegado al techo de sus votantes en la primera vuelta y optó por retirarse de la segunda en vistas de una abultada derrota.
A partir de allí, el presidente manejó los hilos del país de una forma diferente que en un primer momento me simpatizó. Pero, al contrario de la lógica, su nueva forma de gobernar, se vio opacada rápidamente por sus ansias de poder, de todo el poder, peor aún, la ostentación todopoderosa de él y hasta de su gabinete.
La formula es una sola: negar lo malo, destacar lo bueno; el resto es silencio, ese silencio cargado de murmuraciones que denotan operaciones políticas hasta para la elección de los zapatos de la primera dama. Nada ha cambiado en realidad, solo una cada vez más débil coraza de “izquierda” y “derechos humanos” que convence cada vez a menos personas.

Hace tres semanas, la ciudad de Buenos Aires eligió a su jefe de gobierno. El candidato oficialista (y ministro nacional de educación) Daniel Filmus, accedió a la segunda vuelta electoral con una diferencia de 25 puntos detrás del ganador Mauricio Macri. Sin embargo, lejos de retirarse y hacer ahorrar al país el tiempo y los millones que significan una segunda vuelta electoral, la orden presidencial fue pelearla hasta las últimas consecuencias y competir pasara lo que pasara.
El triunfo del candidato del presidente solo era posible si el 30% de la gente que no había votado a ninguno de ellos lo votaba a él. Algo impensado en cualquier cabeza normal, se habló durante 20 días como una “seria posibilidad” Para eso, el gobierno utilizó muchas cartas guardadas bajo la manga en función de desprestigiar algunos personajes cercanos al candidato y que si bien tuvieron éxito sobre los implicados no afectaron a Mauricio Macri, que anoche triunfó con el 61% contra el 39% del candidato presidencial.

Al mismo tiempo en que Buenos Aires pasaba a manos opositoras, la provincia más austral del país hacía lo propio de la mano de una mujer (Fabiana Ríos), que le ganaba al candidato oficialista (Cóccaro) y le regalaba al ARI de Lilita Carrió la gobernación de Tierra del Fuego.

Los vientos del sur son distintos a los que corren en Buenos Aires, pero si la política sigue sus causes normales, van a desparramarse con velocidad.
Santa Fe y Santa Cruz cambiarán de manos, Mendoza es posible, con Córdoba nunca se sabe y el vicepresidente va a tener mucho trabajo para ganar en provincia de Buenos Aires.
¿Qué hará el presidente Kirchner ahora?
¿Propondrá a su mujer a la presidencia como amagó hace un tiempo?
¿Se presentará él en octubre para asegurarse un último mandato?
Podría usar la “carta” de la humildad y aceptar sus errores, pero ha leído mucho y en ningún libro los emperadores piden perdón por sus actos.

Cruz J. Saubidet®
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mayo 23, 2007

TEORÍAS DE UN FABULADOR.

Las ideas vienen, fluyen y se van, la mayoría de las veces sin dejarme una conclusión satisfactoria. Eso sí, en ese momento hago uso de ellas y esas insostenibles afirmaciones pueden hacer de una conversación tediosa un momento digno de mención en charlas posteriores. Por eso debo recordar cada charla que he mantenido para no caer en una contradicción tras otra y ser considerado como lo que soy: un gran fabulador.
Estoy conciente de que ese defecto no se trata de un problema psíquico ni se ha desencadenado por efecto de situaciones conflictivas de mi vida, simplemente es genético, mi madre es así y mi abuela materna podría decirse que era la mejor.
Me resulta cómico observar a mi mujer cuando hago mis exposiciones extensas y detalladas sobre cualquier tema, su mirada es la misma que hace mi padre cuando mi madre arremete y es posible que mi abuelo, al que no conocí, hiciese la misma volada de ojos.
Los temas son infinitos:
Una charla sobre los chinos de Flushing puede desencadenar una teoría sobre las relaciones interraciales oriental-occidental. Ahí gano el foco de la discusión y aseguro sin dar cabida al error que no se trata de que los norteamericanos busquen una geisha de amante sino que, dadas las pequeñas proporciones peneanas de los hombres orientales, son ellas las que buscan individuos mejores dotados que las satisfagan. Y como la naturaleza es sabia pero no inconsciente, difícil es encontrar una pareja mujer oriental-hombre afro americano, porque caeríamos en la historia de la hormiga y el elefante.
En el caso de las chicas occidentales, por la misma razón, es improbable que las veamos del brazo de un oriental.
Hasta ahí bien, pero pasó que me invitaron a una fiesta y en ella me encontré con tres japoneses del brazo de chicas occidentales, incluso una era afroamericana. Deben ser millonarios pensé, pero los muchachos vivían en Queens y estudiaban en un college de tercera categoría. Mi teoría dio por el suelo y ya debo descartarla de toda reunión, incluso cambiar de tema si los que la escucharon comentan sobre ella.
El problema de la inmigración en EEUU me ha incitado a promulgar varias teorías que, desgraciadamente, aun no fueron dadas contra el piso por la realidad. Hace más de un año, yo aseguraba que todo seguiría igual o peor, que los políticos yanquis no moverían dedo alguno por regularizar la situación de millones por una sencilla razón: Les conviene dejar las cosas como están. Un país como este necesita gente que no ahorre, que siempre esté endeudada y que gaste, que gaste todo lo que tiene. Trataron de refutarme con el tema de las remesas enviadas por la diáspora mes a mes, pero así y todo, vivir acá no es gratis y el inmigrante se ve tentado rápidamente a consumir, consumir y consumir.
Desde el momento que le permiten al inmigrante indocumentado pagar sus impuestos y registrarse en el IRS sin que los datos se crucen con la migra, caemos en la cuenta que por bastante tiempo la cosa seguirá como está.
Le tiran algún hueso cada tanto para dejarlos tranquilos. El año pasado permitieron las marchas sin represión, este año, a pesar de ser muchísimos menos, ya les pegaron un poquito, el año que viene, los pocos que se animen a manifestar, van a correr serios riesgos de deportación.
Este país necesita de los indocumentados para poder seguir creciendo con mano de obra barata, muy pocos oriundos de aquí trabajarían por 6 o 7 dólares la hora, les conviene el seguro de desempleo.
Así y todo, creo que en el 2009 o el 2010 va a haber una reforma migratoria, eso después de tener la frontera bien cerrada y protegida.
Muchas de mis teorías producen en mucha gente una antipatía hacia mi persona que por el momento no me cuesta ignorar.
Cuando hablo de religión y considero que todas las religiones son un invento y que han utilizado a Dios como motivo y excusa de cuanta cagada se ha hecho en el mundo, muchos me miran con desprecio.
Cuando aseguro que todos lo cantantes, actores u otras personas que pregonan salvar a la naturaleza y al mundo son unos “chantas” que solo buscan prensa, algunos me insultan, incluso a mí me hace feo pensar así.
Cuando descreo de todos los gobernantes porque considero que su llegada al poder se debió sin duda a un entramado de pecados y transas, la mayoría de la gente me mira con lástima y me aseguran que nunca seré feliz.
Mi teoría sobre el sexo y la comida como únicos movilizadores de la raza humana (ver teoría) ha tratado de ser refutada, hasta el momento sin mucho éxito.
Cuando aseguro que el machismo existe porque es un invento de las mujeres que prefieren una vida con menos sobresaltos, muchas me escupen y aseguran que no es verdad, eso sí, prefieren a su lado a un hombre de carácter. Incluso no me creen cuando aseguro que el orgasmo masculino no es gran cosa si no esta acompañado de la satisfacción de haberle brindado otro a la pareja.
Las teorías son muchas, a veces me asusto al encontrarme parecido a Lord Henry, aquel personaje de Oscar Wilde que llenó la cabeza de ideas a Dorian Gray, por suerte, mis interlocutores no me toman tan en serio.

Cruz J. Saubidet®
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mayo 10, 2007

Mitad para cada uno, Kirchner vs Kirchner


Nada de lo que opine tendrá valor, Argentina está tan loca, que ni siquiera las estimaciones más bizarras dan en el clavo.
Eso sí, todos hablan, opinan, se atacan o defienden en función de nada. La nada es lo que ocurre en mi país, por suerte estoy lejos me digo a veces, aunque en muchas ocasiones quisiera haber estado cerca de algunos hechos puntuales.
La provincia de Santa Cruz, a pesar de la vasta extensión de sus tierras, políticamente no significa demasiado, al menos en número de votos (tiene poco más de 200.000 habitantes). Claro que posee una gran riqueza en sus entrañas, parte de la cual se encuentra en un banco de Suiza según han asegurado desde el gobierno, y, lo más importante de todo, debería ser una muestra maravillosa del manejo Kirchnerista de la política. Sin duda no lo es, diferentes conflictos mostraron, ante todo, el personalismo excesivo del presidente, ya que nadie pudo mantener la provincia en orden a partir del 2003.
La realidad es que el Sr. Néstor nunca quiso soltar la “manija” de la provincia, y al ejercer a nivel nacional un personalismo parecido al que mantuvo durante sus gobernaciones, se vio desbordado. Agradezcamos los millones de argentinos que no vivimos en Santa Cruz que desbordó por ese lado, aunque la muestra es un aviso de lo que se podría venir a nivel nacional.

Nadie puede decir que mantener el poder sea una tarea fácil. La mitad (o más) de la energía de nuestros gobernantes es desperdiciada en generar condiciones propicias para mantenerse encumbrado. O sea, que cuando votamos a un gobernante, en realidad estamos votando nada más que medio, ya que la mitad de su energía, su inteligencia, sus ganas de cambiar las cosas y su bondad; serán utilizadas para una función que no votamos ni nos interesa que ejerza.

El día de ayer, Joaquín Morales Solá firmó una nota en La Nación, donde aseguraba que Cristina Fernández de Kirchner, senadora itinerante por una provincia a la que no pertenece y esposa del presidente; será la próxima candidata por el partido gobernante para las elecciones presidenciales de fines del 2007.
La noticia me sorprendió de muchas maneras, aunque es cierto que, al ver a la señora viajando por el mundo en nombre del marido, reuniéndose con la comunidad judía de EEUU y con el presidente electo de Francia Sarcozy, se podía suponer que algo de eso se traía entre manos. Pero sospeché que el presidente confiaba en sus posibilidades ciertas de seguir en el poder y cedería a su mujer la oportunidad de dirigir el país dentro de cuatro años.

Hipótesis bizarra: La senadora Cristina Fernández de Kirchner, poseedora de una visión política más amplia que la de su marido, descubrió que si él se quedaba un mandato más, el desastre posterior le haría imposible aspirar a la presidencia en el 2011 y, luego de una feroz pelea conyugal decidieron que lo justo era cuatro años para cada uno.
NO SE ME OCURRE OTRA EXPLICACIÓN PARA LO QUE HA SUCEDIDO Y NO CREERÉ NADA DE LO QUE SE DIGA EN LOS DIARIOS EN REFERENCIA AL DESPRENDIMIENTO DEL PRIMER MANDATARIO.
QUIZAS, EL PERIODISTA QUE DIO LA PRIMICIA SE EQUIVOQUE, DE NO SER ASI, LAS RAZONES NO FUERON EL DESGASTE POR LOS PROBLEMAS EN LA PROVINCIA DE SANTA CRUZ, ¡ECHÉMOSLE LA CULPA A LA SEÑORA!

Cruz J. Saubidet®
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marzo 26, 2007

La historia es mal ejemplo para el presente.


Imag: Julio Cesar Unión Europea H. Chávez S. Bolivar N. Kirchner Mercosur L.I. Da Silva

La historia es entretenida, pero debemos tener cuidado a la hora de utilizarla para un proyecto a futuro. La historia es peligrosa y plagada de errores. Desde la de Roma, donde ni siquiera sabemos quien fue el verdadero impulsor del asesinato de Julio Cesar, pasando por la conquista de América hasta llegar a la “guerra del golfo” los relatores e investigadores se han sujetado de elementos y soportes no del todo fehacientes para contarnos la “verdad” de lo sucedido.

Pero que esté bien o mal contada no es un problema en sí, lo peligroso es cuando algún personaje de la actualidad busca emular a otro “histórico” a la hora de encarar sus estrategias de gobierno.

Hace dos mil años, Julio César, dominador de grandes territorios en el mundo occidental conocido ideó la posibilidad de darles representatividad en el senado romano a los nativos de los territorios conquistados y de esa forma, procurarles un respiro a sus tropas de opresión y control en sus territorios. Sin duda fue el primer gran burócrata de la historia, pero lo mataron antes de terminar su trabajo.

Dos milenios después, la Unión Europea hace algo parecido, donde los principales cuatro países del bloque le brindan acceso a otros veintitantos para asegurar la continuidad de la paz en el viejo continente. No es criticable, incluso no caben dudas que los países más pequeños y atrasados ven mejoradas sus posibilidades de crecimiento sin poner en riesgo sus supuestas autonomías.

En Sudamérica, ni Argentina ni Brasil tienen la capacidad diplomática para hacerle creer a los otros miembros del MERCOSUR que son realmente importantes para el bloque.

Chávez desde Venezuela tiene otra idea de unificación latinoamericana, pero, a pesar de querer emular a Simón Bolívar o al mismo Julio César, carece de un pasado de logros para afianzar su poderío. Porque Bolívar recorrió Sudamérica a Caballo antes de ser poderoso, César pasó décadas conquistando y sometiendo pueblos en África y Europa antes de reclamar el poder absoluto y el presidente venezolano solo tiene un pasado de soldado y ni siquiera una gran preparación intelectual. Así y todo, en un continente pobre y desplazado la ideas cargadas de falacias sobre igualdad y justicia social prenden con facilidad.

En Argentina, el presidente utiliza la historia cercana para brindar una imagen de justiciero y asegurarse el cariño de muchos, pero supongo que esa estrategia no puede durar para siempre. Para mantenerse encumbrado va a tener que cambiar la forma de hacer política, que sigue igual de sucia que hace diez, treinta o cincuenta años. Claro que ese cambio drástico trae consigo una cantidad de peligros (la historia nos muestra la cantidad que han caído en el intento) pero cuando se lo escucha en sus discursos fervorosos todo hace suponer que tiene la fuerza necesaria, ¿o son solo palabras que se llevará el viento? Es triste, pero parecen ser eso.

Por todo esto considero que si lo que se pretende es “Hacer Historia” no está mal leer a los antiguos, pero es imprescindible la innovación profunda y pensada para que el objetivo se vea cumplido.

Por ahora vamos mal.

Cruz J. Saubidet®


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marzo 01, 2007

Blanco y negro.

La polvareda dejaba ciego a quien se atreviera a caminar por las calles en las siestas cálidas y vacías.La Tordilla se llamaba el caserío, los lugareños le decían pueblo, pero los considero demasiado generosos, se trataba a mi entender de un conjunto de construcciones que se emplazaban al margen de una vía casi muerta.

Una escuela, una iglesia con cura los domingos sin lluvia, carnicería, comisaría, club, diez casas y el boliche de Peccorari, que hacía a la vez de almacén y tienda.
Peccorari era un señor grandote y de cara siempre colorada, malhumorado natural y muy mal comerciante. A pesar de ello, su boliche contaba con la presencia de la crema y nata del paraje, sordos ellos a los malos tratos del dueño y ávidos de una bebida con alta graduación alcohólica. Además de bolichero, desde el 83 hasta el 2000, Peccorari ejerció el cargo de Jefe comuna o intendente de la zona, cargo que le valió calificativos de nepotista y atorrante. Lo criticaban pero luego lo votaban, la mayoría de las veces por ser lista única y otras por repartir más cajas de alimentos y frazadas que el opositor en las campañas. Entre otras cosas fue el dueño del único teléfono de la zona por muchos años, suerte que supo aprovechar cobrando exorbitancias por las llamadas. "Arbitro injusto" le decían: cobra lo que quiere y si no te gusta te echa.

Entrar al boliche, sin importar la hora, significaba sumergirse en un mundo lisérgico y abierto a las sorpresas. El mostrador ocupaba todo el largo del salón y en sus riveras se asentaban las destartaladas mesas con sus sillas de patas desparejas. Si estabas de suerte, el dueño te atendía, si se trataba de mucha suerte; la Mari (hija del dueño) traía las bebidas y se agachaba dejando a la luz de tus ojos esos pechos blancos.
Joaquín estaba de paso, y con sed. Era la tardecita y no dudó en entrar. Había tres mesas ocupadas.
En la primera estaba Don Sebastián, viejito y desdentado, casi mudo junto a Doña Pendo, su esposa, gigantesca, oscura y brillosa. Un par de nietos tomaban cocacola junto a Sebastián, su señora bebía ginebra a largos tragos y pedía ¡otra! Golpeando el vasito contra la mesa. Joaquín escuchó algo, una especie de saludo casi mudo de parte de Sebastián, respondió sin entender.
-¡Hablá juerte, viejo! ¡No te das cuenta que no se te entiende! ¡Buenas, don, a este viejo guampudo no se le entiende nada cuando habla! Fue el amable saludo de la doña.
-Buenas doña, como anda señor. Respondió mientras se alejaba.
En la otra mesa yacía un hombre transpirado y de piel casi negra, su cabeza parecía apoyada sobre el vaso de vino, los ojos los tenía casi cerrados.
-Buenas, ¿cómo es su gracia? Dijo secamente. ¿Qué lo trae por estos pagos?
Joaquín decidió no prestarle atención y siguió de largo.
-¡Conteste, señor! Increpó a la vez que se paraba y lo tomaba del hombro.
-No hablo con borrachos. Mintió Joaquín a la vez que se soltaba del brazo del ofensor. El bolichero se había puesto a su lado y agarraba al morocho dispuesto a pegarle al extraño.
-Calmate, Maidanita, explicale al señor que sos el comisario y seguro que te contesta.
-¡Usted se resiste a la autoridad y lo voy a tener que meter preso!
-Pero, de haber sabido que usted era el comisario no solamente lo saludaba sino que lo invitaba un vino, discúlpeme, Maidanita, mucho gusto, Joaquín Sobiles para servirle.
-Disculpado, venga, siéntese y páguese un tinto.
-¡Cómo no!, ¡Señor, un tinto y una cerveza bien fresca por favor!
Ahí terminó el diálogo, Joaquín se sentó junto al comisario a esperar la cerveza y el silencio se adueñó de lo que podría haber sido una conversación, Maidanita bajó nuevamente la cabeza y se sumergió en el vino.
En la última mesa ocupada había tres gauchos conversando y tomando cerveza, en cuanto Peccorari trajo el vino y la cerveza, el mayor de ellos lo invitó a sentarse con ellos:
-Siéntese acá, hombre, el comisario está muerto. Era un eufemismo muy bien utilizado.
El mayor de los gauchos, Héctor Severino Garréz, tenía la cara hinchada y roja, recorrida de un mapa hídrico de venas verdes y azules, que de finas, pasaban casi inadvertidas. Un pequeño bigote de indio pendía sobre su boca sonriente.
-Le presento: Aníbal Jorge Garréz (mi hermano) y Luis Bienvenido Paniagua, mi sobrino, más conocido como pan mojado. ¿Qué anda haciendo por La Tordilla?
-De paso para San Justo, me dijeron que por esta ruta me ahorro como 80 kilómetros.
-Tiene suerte que no llovió, si no iba terminar perdiendo un día.
-Menos mal. Dijo Joaquín mientras llenaba los cuatro vasos.
Joaquín dirigió la conversación con preguntas cortas y concisas, los tres gauchos (especialmente Héctor) no dudaron en contarles vida y obra de la zona, en especial del pueblo, al que venían de vez en cuando, ya que trabajaban en una estancia grande que distaba a 20 kilómetros.
-Otra cerveza, por favor. Pidió Joaquín.
-¡Uh! La va a traer la Mari. Los ojos de Luis Bienvenido se pusieron brillantes. -Cuándo se agache, mírele los pezones, ¡después me cuenta!
Y vino la Mari, se agachó sirviendo los vasos y la gravedad deslizó su camisa dejando los pechos al descubierto. Era una gringa linda, tendría 25 años, buen cuerpo, piel blanca, ojos celestes y no usaba corpiño. No pudo Joaquín evitar espiar esos pechos blancos como la leche que remataban en unos pezones grandes y negros como el carbón. Quedó unos minutos sin palabras, nunca había visto algo así, ni siquiera estaba seguro que le gustara, sin embargo le costó bastante tiempo borrar esa imagen de su mente, muchas veces quiso volver y verla de nuevo, pero los caminos son muchos y ya nunca regresó por ese caserío perdido en medio de la provincia de Santa Fe.


Cruz J. Saubidet®