mayo 31, 2007

Un coleccionista frustrado (Diálogos conmigo mismo)

Por razones incomprensibles para un despojado como yo, muchísima gente ocupa su tiempo en el arte de coleccionar elementos de todo tipo y color.
En concordancia con su poder adquisitivo (o no en casos patológicos), el ser humano a lo largo de los años se ha dedicado a recopilar una enorme cantidad de cosas en función de satisfacer un ansia acaparadora o quizás por lisa y llana fanfarronería.
Desde estampillas postales hasta autos lujosos pasando por juguetes, trenes a escala, libros antiguos, billetes de todos los países, pasajes de avión, colectivo o subterráneo, ollas y sartenes, obras de arte, descubrimientos arqueológicos, fotos de paisajes o de mujeres desnudas, tapas de gaseosas, latas de galletitas, velas, fósforos, mates, cuchillos, discos, perfumes, pelucas, trofeos, etiquetas de cigarrillos, etc.; todo lo que pueda ser juntado, guardado, cuidado y mostrado es digno de alguna colección.
Y no solo las personas, las instituciones coleccionan sus logros en forma de placas recordatorias o trofeos conquistados y los países compilan en sus páginas de historia (o en sus territorios) una buena recopilación de triunfos y conquistas por sobre otros.

Yo carezco de paciencia y por eso mi mente no está preparada para esperar la llegada de nuevos elementos a reunir en un grupo homogéneo.

-Parece que venimos sin muchas ideas Saubidet, mire que ponerse a escribir sobre colecciones justamente usted.
-¿Cuál es el problema? Puedo hacerlo, lo que no puedo es hacer empatía con los coleccionistas.
-¿Nunca coleccionó alguna cosita?
-Una vez, de chico, empecé una colección de etiquetas de cigarrillos, pero al segundo día me aburrí de caminar las calles juntando paquetes, peor aún, descubrí que de esa manera nunca iba a lograr las difíciles, esas que decían “made in USA”, así que abandoné.
-¿No tiene nada guardado de su paso por este mundo?
-Me queda mi hija, pero no existen pruebas de mi paso por el colegio, ni apuntes de la universidad, ni siquiera tengo muchas fotos de amigos o chicas que desvelaron mis días.
-Podría empezar como Umberto Eco, a juntar escritos con un tema referencial como la niebla.
-Me aburre, muchas veces cuando cierro un libro pienso en transcribir algo, pero el tiempo destruye la idea.
-O sea que usted es vago, coleccione algo, como aquel conocido nuestro que juntaba imágenes de clítoris, ¿se acuerda? Esa sí que era una buena colección, las cosas que descubrimos del sexo con esas fotos escondidas.
-También recuerdo al médico kenyano que coleccionaba en tarritos de vidrio los clítoris que extirpaba cada día.
-No me invente, no creo que exista alguien así.
-Usted no se imagine, absolutamente todo, cualquier pavada que exista, va a encontrar alguien dispuesto a coleccionarla.
-Y
ebay para conectar a los fanáticos.
-En muchos casos, la llegada de la Internet y la accesibilidad a todo y a todos, le quitó heroísmo al hecho de encontrar nuevos elementos de colección. Nuestro amigo, recuerda, cuando Internet comenzó a mostrar clítoris a diestra y siniestra, perdió el entusiasmo y no estoy seguro que siga juntando las fotitos.
-Pero al menos en la cabeza debe guardar una colección de recuerdos.
-Eso sí, incluso en la computadora también guardo muchos escritos, pero tanto el cerebro como el disco de la PC pueden sorprenderme una mañana y aparecer en blanco, puedo hacer back up de la PC, pero no del cerebro.
-Ya lo van a inventar, no se preocupe.
-Si el cerebro tuviese un buscador podría ordenar y coleccionar los recuerdos, un día coleccionaría todos los asados y guitarreadas con amigos, otro los amores que hicieron cosquillas en el pecho, otro las charlas de madrugada con el mate en la mano, otro las mejores frases de mi hija, otro los paisajes fabulosos, otro las mejores escenas sexuales de mi vida y así podría seguir hasta mañana.
-¿Por qué no lo hace? Ordene todo eso y escríbalo.
-Ya le dije, mi memoria es desordenada y tengo que escribir de otras cosas, aunque si se fija bien, es posible que entre tanta ficción encuentre algún pedacito de mis colecciones.

Cruz J. Saubidet®

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5 comentarios:

Anónimo dijo...

Interesante el tema de las colecciones. Yo tampoco colecciono nada, me aburro fácilmente y lo dejo. Cuando era adolescente coleccionaba cajas de cigarrillos, botellitas de licor (de las pequeñitas) y latas de cerveza. Luego empecé a fumar y beber, jajaja, así que no le vi la gracia a coleccionar algo que prefería consumir.
Ahora otra vez no fumo ni bebo, pero tampoco colecciono... en fin.
K.-

Dinah dijo...

Buen blog!

Javier Menéndez Llamazares dijo...

La idea del back up del cerebro sería genial; incluso creo que ha habido muchos intentos a lo largo de la historia. Todos analógicos, claro. El problema es que en el transvase los datos se alteran, en ocasiones salvajemente, y aquellos poco favorables al propietario del cerebro suelen caer en clusters irrecuperables. Tengo entendido que los llaman dietario, diarios o memorias. Aunque lo de los clítoris no sé si se almacena.

Mariluz Barrera González dijo...

Me encantas Cruz, simplemente, sin palabras.

Un beso.

Carolin Guzmán dijo...

Bueno realmente es en el cerebro en donde se conservan nuestras vivencias, sin embargo a veces la mente nos falla y el tener algun escrito nos ayuda a revivir cualquier momento especial en nuestra vida, sobre todo cuando nos sentimos tocados en traer al presente esas magnitudes ya vividas.