enero 30, 2006

El invento de la soledad PARTE 1


El ventilador colgaba del techo, giraba lentamente, estaba construido con madera de palma y cada paleta estaba constituida de tres circunferencias inclinadas en diferentes ángulos.
El mecanismo era sencillo, una serie de engranajes conectados a una cadena dentada, estaba a su vez adosada a una soga de cuya punta pendía una pesa. Para hacerla funcionar solo bastaba subir la pesa hasta el punto más alto de la habitación y luego dejar a la gravedad actuara. Con los años había perfeccionado el invento hasta lograr cuatro horas de viento sin tocar la pesa.
La casa estaba hecha de troncos de palma, no había otro material disponible en aquel paraje norteño y, por otro lado, esa madera tenía una maleabilidad increíble. Partía el tronco al medio con un par de golpes de hacha y, para darle un poco de lustre, bastaba con hacer pequeños cortes inclinados también con el hacha, sobre la parte plana de cada mitad y luego dejar correr el filo paralelo a lo largo del tronco.
José vivía solo desde hacía nueve años. Había tenido una linda casa en la ciudad, un auto del año y una lindísima esposa de piernas interminables y voz suave.
Su trabajo de ingeniero le proporcionaba una digna subsistencia, era diseñador de maquinarias chicas y trabajaba en su casa. Muchas empresas quisieron su exclusividad pero José no quería jefes, prefería ganar menos, a obedecer.
Once años atrás, muchas empresas dejaron de fabricar pues era más lucrativo importar máquinas. El trabajo comenzó a escasear y José se sumergió en sus inventos. Su objetivo era sobrevivir solo con la ayuda de su cerebro y, prescindir de todo elemento que no fuera construido con sus propias manos.
A su esposa le pareció una buena idea al principio, pero comenzó a alarmarse cuando José proveyó a la cocina de una nueva batería fabricada con sus propias manos. Ante las quejas de su esposa empezaron a cocinar por separado, cada uno con sus ollas.
Meses mas tarde, dada la imposibilidad del inventor de generar electricidad por sus propios medios, dejó de utilizar sus herramientas que funcionaban con esa energía, al igual que todos los electrodomésticos del hogar. Ni siquiera prendía las luces. Fue el segundo aviso de alarma de su esposa, que se negaba a andar a oscuras. A esa altura de los hechos, José no utilizaba gas, se había construido un calentador de leña que monopolizaba en el patio a la hora de prepararse las comidas.
José estudiaba sin parar, leía libros de ciencia, quería conocer los secretos de las cosas. “Todo puede inventarse, solo se trata de descubrir la combinación perfecta de materiales” Refrescó sus conocimientos sobre aleaciones metálicas, física, matemática. Aprendió a armar una radio y, aunque no logró fabricarlo, entendió el funcionamiento y la composición de un chip.
Mientras tanto su mujer tuvo un nuevo motivo de alarma, sucedió en el instante en que José llevó a la habitación un nuevo colchón de su fabricación. Parecía sucio, pero era rústico.
Su compañera lo rechazó de manera indeclinable, esto provocó la definitiva ruptura de la pareja.
En realidad pocas veces dormían juntos, incluso hacía un mes que no tenían relaciones. Fue luego de que José le mostró un preservativo fabricado con sus propias manos y de un material de su inventiva. Lógicamente la doña se negó a la prueba. Fue un latigazo duro de superar.
Como mudanza final, con el colchón al hombro, se instaló en forma categórica en el garaje y el estudio, comunicados por una puerta corrediza.
Pasaron los meses y cada vez salía menos de su guarida, solo compraba materias primas, las que manufacturaba en función de sus necesidades. Se hacía su pan, armó una huerta en un pedazo de jardín (lo que le trajo aparejada una nueva discusión con su esposa), compraba pollos, conejos y hasta peces vivos, que él carneaba para alimentarse.
Cruz J. Saubidet®

(II) (III) (IV)

4 comentarios:

Terminus dijo...

El mundo no nos necesita... ¿Y quién necesita al mundo?
Aunque hacer condones artesanos puede que sea llevar las cosas demasiado lejos...
Buena prosa y envidiable sentido del humor.
Mis modestas felicitaciones.
Un saludo.

Lénon Guerrero dijo...

Apenas descubro esta página y ya siento que regresaré muy seguido por acá. Saludos desde Sonora.

Cruz J. Saubidet dijo...

se agradece, y mucho

Johnymepeino dijo...

Algunos fueramos capaces de llenar nuestra soledad
no nos importaría poblarla de otras soledades
pero difícilmente se encuentra una soledad elegida
siempre son intermezzos entre "juegos de pares"-fracaso-"juegos de pares"
Dos personas solas son... son... un óleo de soledades