La otra cara de la moneda suele ser siempre mejor que la que nos ha tocado en suerte, ya lo decía Mr. Murphy en sus mandamientos que traspasaron el siglo XX y se adentraron en el nuevo con una certeza incontrolable.
Si sale cara, de seguros estábamos necesitando el numerito del importe o viceversa. Los grandes países trataron de acorralar el problema quitándole el número a la moneda, pero la cara sigue siendo la cara y del otro lado, lo que hubiere, va a significar lo contrario. ¡No señores! La suerte no va a cambiar por más que cambien los determinadores, la suerte va a cambiar cuando decidan de una vez por todas a hacer lo que hace falta para que dejen de importar las caras de la moneda.
Lo cierto es que la moneda en sí poco nos importa, nuestra suerte es un elemento al que cada vez colocamos menos esperanza, aunque sabemos que alguna vez nos puede tocar algo que valga la pena. Mientras tanto, nuestra lucha es robarle oportunidades al destino, muchas veces de forma violenta y otras recogiendo los pequeños despojos que la abundancia va dejando a nuestro paso.
También es un problema determinar si aquello que nos parece un regalo de la diosa fortuna lo es efectivamente. Muchas veces, aquellos que vislumbramos como seres afortunados no lo son tanto y, la billetera abultada, la preciosa mujer que los acompaña o la casa fantástica no tienen el poder suficiente para hacerlos felices. Pero, ¿Quién sabe? Al fin de cuentas, ni todos los viejos son sabios, ni todas las monjas vírgenes, ni todos los pobres buenos.
Never enough. Never will be...
Cruz J. Saubidet®
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