enero 22, 2009

La libertad frígida

Simulaba ser decente, simulaba ser comprensivo, simulaba hablar con corrección, simulaba estar enamorado.
Claro, yo lo conocía bastante bien, y eso que nunca fuimos muy amigos. Tal vez lo conocía tan bien por eso. Nos teníamos simpatía, por que negarlo, pero no existía el cariño suficiente como para perder la objetividad.
Yo lo sabía porque yo era parecido, yo simulaba muchas cosas también, aunque con el tiempo mi tolerancia flaqueaba por muchos frentes.
Alguna vez hablamos del tema y nos reímos entre ginebras y cervezas. Llegamos al punto de simular nuestra felicidad, tanto, que estuve a punto de convencerme que era así. Después, lógicamente los ciclos lo tiran abajo a uno. A él no, su felicidad simulada se prolongó a través de los años y creo que continúa.
Claro que yo sé que simula, no una amargura porque no es un tipo amargo, simula una conformidad para con su falta de libertad.
“Como si la libertad sirviera para algo”, me dijo un día antes de casarse. “La libertad es una ausencia total de paredes donde sujetarse, es algo un poco adolescente, algo que soñamos pero que no seremos capaces de homologar con nuestro equilibrio interior. Yo necesito, después de mucho tiempo, algo que me marque un camino delimitado. No sé si lo soportaré mucho, pero si no lo pruebo es posible que me esté perdiendo de algo”
Era extraño verlo en un ambiente tan rígido, tan tranquilo. Debo admitir que me chocaba. Pero él se movía como pez en el agua, trabajaba, ganaba plata, tenía hijos, dormía en horarios lógicos, visitaba personas y personas lo visitaban, hacía deporte y hasta creo que jugaba al golf.
Pasaron años y él seguía con cara de conforme.
Yo, en cambio, seguí con mi libertad y me fui hundiendo en la amargura.

Porque las posibilidades de felicidad no existían en mi mente, simulaba estar bien y también simulaba estar mal porque no es bueno que la gente piense que uno no tiene preocupaciones.
Un día empecé a preocuparme, algo no estaba bien en mí, mi libertad había dejado de servirme para sentirme libre.
Entonces lo fui a visitar y conversamos de la mano de un buen vino. No llegué a ninguna conclusión.
¿Qué es la libertad? Es posible que se trate de algo distinguible entre muchas sensaciones, quizás sea algo que deseamos tanto que no nos enteramos cuando la tenemos, ¿y cuando la perdemos? Acaso no se trate de algo que se pierda sino de una sensación que sólo se encuentra.
La libertad es la ostentación del egoísmo, es nuestra y no puede compartirse. La libertad no significa felicidad. La libertad genera muchos sentimientos, pero la felicidad no tiene mucho que ver con ella.
La libertad es un arma para dominar a los oprimidos, algo así como un paraíso en la Tierra, del cual nadie vuelve a contarnos su experiencia.
Sin embargo, conceptos diferentes de libertad hay por cientos. El preso que sale de la cárcel obtiene su libertad, claro que esa libertad será pequeña comparada con la que los hombres necesitan. Igual está bien y debe sentirse profundamente como algo maravilloso, hasta que deja de ser suficiente.
La libertad podría mutar a un “agradecimiento por haber abandonado una situación incómoda” y no estaría mal, aunque la nostalgia suele ser un poco hijoeputa y hasta hacernos añorar calvarios pasados. Porque la memoria es selectiva y no hay nada mas olvidadizo que ella. Si no, que me lo digan los divorciados que vuelven a casarse o las parturientas sufrientes.
La libertad esclaviza un poco, nos obliga a ser libres siempre y a rechazar posibles situaciones quizás agradables, creo que mi amigo no está tan equivocado.
Me parece que la libertad es un concepto demasiado grande, creo que por el momento una gran pasión a la que seguir tendrá efectos muy superiores. Yo sigo buscando.
Cruz J. Saubidet®


1 comentario:

Anónimo dijo...

Libertad!...Utópica palabra! Acaso esa búsqueda suya se parezca un poco a la libertad. Saber que el objetivo no es encontrar, sino buscar todo el tiempo.
Sigamos buscando, noble amigo!...Acaso un día tropecemos con la misma duda y nos quedemos mirando la nada, maravillosa excusa para compartir entonces un buen vino y alguna conversación edificante.
Lo abrazo en la lejanía.
Edu Molaro