agosto 24, 2016

La Romi se la banca - Epílogo

A Segunda parte

A partir de ese momento, Rodrigo y La Romi se encontraban y practicaban el sexo casi a diario. Se transformaron en personas desinhibidas y buscaban nuevas formas de hacerlo. Los orgasmos de La Romi eran cada vez más fuertes y Rodrigo lograba demorar cada día un poco más. Eran amigos que se divertían el uno con el otro, más que brindarse placer lo obtenían a través del otro y ese egoísmo los mantenía a salvo de sentimientos angustiantes.
Por lógica, juventud y desprotección, luego de cuatro meses La Romi mostraba una pancita redonda, chiquita aún, que acrecentaba su belleza. Rodrigo estaba encantado con los cambios en el cuerpo de su chica y su entusiasmo a la hora del sexo se incrementó. La Romi también disfrutaba más de las sesiones, en un primer momento le preocupó traer un hijo al mundo, pero su tío Amancio la había tranquilizado prometiéndole que ni a ella ni al bebé les faltaría nada, pero que la próxima vez se cuidara mejor.
La Romi prometió cuidarse de ahí en adelante y la vida siguió normalmente para ella, su familia y Rodrigo.
Rodrigo suponía que debía hacer algo con la situación, pero como la Romi no mostraba interés de instalarse a su lado, dejó que el tiempo decidiera. Los encuentros y los disfrutes siguieron hasta la llegada del cura.
Luego de rechazar La Romi la propuesta de Rodrigo, y delante de todo el mundo, el muchacho se sintió un poco defraudado. Algo no estaba como siempre, La Romi estaba muy lejos a pesar de tenerla cada vez que quisiera, quizás estaba enamorado.
Esa noche La Romi caminaba desnuda por la pieza de Rodrigo, sus pechos se habían agrandado mucho y su barriga permitía unas pocas poses, pero nada impedía todavía la fusión de los cuerpos. Pero Rodrigo la rechazó, con pocas palabras le pidió que se fuera, y la Romi se fue, enojada y decidida a no volver hasta que Rodrigo se lo pidiese.
Pero Rodrigo nunca se lo pidió, incluso se fue a trabajar a una estancia cercana.
La Griguita, (así le siguen diciendo) nació sin problemas y todo era fiesta en la casa. La madre se ocupaba de que no le faltara nada y el tío Amancio proveía lo necesario, aunque toda la familia estaba pendiente de la nueva integrante.
Dos meses después apareció Rodrigo, quería conocer a su hija y volver a ver a la madre. Trajo algunos regalos y un sobre con unos pesos para pañales y esas cosas que hacen falta. Pasó el día entero bajo la galería junto a su hija; La Romi le cebó mate y lo miró con cariño.
Al final de la tarde, antes de irse, hizo la propuesta.
-Vengansé conmigo, Romi, me dieron una casita linda, hay varios vecinos, está en el casco de la estancia.
-Ya te dije que no, Rodrigo.
-Pero Romi, yo soy el papá de la nenita, tiene que estar conmigo.
-La podés ver todo lo que quieras, sos el papá, pero no sos el dueño ni de La Romi ni de La Gringuita, que eso te quede claro.
-Ya sé Romi, ¡mirá si voy a ser el dueño!, pero yo te quiero a vo y a la nenita también.
-Yo también te quiero, pero no como un novio o un marido, vos sos mi amigo.
-¿Entonces no vení?
-Ya te dije que no, vos podes venir cuando quieras, hasta capaz te visitemos cuando vayamos de la Rosita, pero yo no me voy a casar ni con vos ni con nadie, al menos hasta que tenga treinta años.
-Bueno Romi, me voy a ir yendo, un día de esto vuelvo.
La Romi acompañó a Rodrigo hasta el camino donde había estacionado su Ford Falcon 71, en cuanto la oscuridad los cubrió abrazó a su amigo y lo llenó de besos, le desprendió el pantalón, lo hizo acostar sobre el pasto y lo cabalgó hasta acabar, aunque lo hizo salir antes de su final pues le había prometido al tío que no quedaría embarazada de nuevo.
Rodrigo se fue desconcertado, La Romi lo rechazaba pero lo quería y lo extrañaba. Quizás con el tiempo... aunque con La Romi nunca se sabía.
La Gringuita ayer cumplió seis años, ya empezó la escuela. La Romi trabaja en el escritorio de la estancia, maneja bastante bien los papeles y gana un buen sueldo. El año pasado invitaron al tío Amancio a la playa, al hotel del sindicato. No saben si la pasó bien o mal, aunque lo notaron un poco incómodo con el traje de baño floreado que le regalaron antes de salir.
Rodrigo sigue en la estancia vecina, hace unos meses se juntó con una chica del pueblo, tal vez le dure. Todas las semanas ve a su hija, ella lo sigue a todos lados y le dice papi. Desde hace dos años que no tiene sexo con La Romi, él lo decidió porque cuando volvía a su casa lloraba un ratito y no le gustaba.
La Romi tiene veintidós, faltan ocho años piensa a veces Rodrigo....

Cruz J. Saubidet®







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