A Primera parte
La Romi quería “terminar”, esa palabra era la que había remarcado su prima, esa palabra estaba cargada de satisfacción, de goce y ansiedad. Terminar significaba algo que la Romi no podía imaginar, pero ella lo conseguiría, tenía el método, había elegido el hombre, ahora necesitaba la mejor táctica de acercamiento.
La Romi quería “terminar”, esa palabra era la que había remarcado su prima, esa palabra estaba cargada de satisfacción, de goce y ansiedad. Terminar significaba algo que la Romi no podía imaginar, pero ella lo conseguiría, tenía el método, había elegido el hombre, ahora necesitaba la mejor táctica de acercamiento.
Para eso estaban las amigas, ellas prepararían todo, faltaba decidir el día y la hora y entre todas decidieron que lo mejor sería un domingo a la nochecita, en la pieza de Rodrigo.
Una de las amigas habló con Rodrigo y le planteó los términos: Debía estar bañado y afeitado; la pieza impecable, la cama limpia y él dispuesto a hacer todo lo que La Romi pidiera. Aceptó encantado, le gustaba mucho la Romi y aparte llevaba varios meses sin más que autosatisfacción.
La Romi se acicaló con esmero, se puso un perfume “Avon” y marchó hacia la pieza, decidida, apenas asustada y bastante ansiosa.
La pieza estaba en óptimas condiciones, el piso de cemento bien barrido, la cama bien tendida y Rodrigo realmente muy lindo. Se había puesto un pantalón de vestir azul y una camisa blanca bien planchada, estaba afeitado, peinado con gel y ávido por saber que le depararía la noche.
-Hola, Rodrigo- Dijo La Romi y le dio un beso. Su indumentaria era en un jeans y una remera negra sin mangas y ajustada que marcaba sus pechos abundantes.
Rodrigo cerró la puerta y encendió una lamparita, le ofreció a la invitada un vaso de cerveza bien fresca y continuó en silencio.
-Sacame la remera- Pidió La Romi –Pero despacio- Rodrigo obedeció y acarició la piel de La Romi, deteniéndose en los pezones y apoyando su boca por la zona.
La Romi comenzó a sentir cosquillas agradables pero no quiso acelerar, incluso debió frenar a Rodrigo que se había desprendido el cinturón. Se apoyó frente al hombre y lo abrazó hasta sentir bien su dureza, después le dio un beso en la boca y dejó que las lenguas se cruzaran.
Sin apuro desprendió la camisa y no evitó la tentación de darle besos en el pecho, las manos de Rodrigo jugaban por su cola y ella lo disfrutaba.
Para Rodrigo todo era novedad, nunca había acariciado tanto a una mujer, siempre había primado la carne a las caricias, esto le gustaba, no tenía apuro y La Romi lo había dejado completamente desnudo. Ella también estaba así y la notaba cómoda en su desnudez.
Al ver el tamaño del miembro de Rodrigo La Romi se asustó un poco, suponía dolor cuando ingresara en ella, pero no se iba a echar atrás por eso, estaba decidida y muy acalorada. Recostó a Rodrigo boca arriba y manejó ella todos los movimientos, le dolía, pero le gustaba mucho a pesar del dolor. Además su prima y sus amigas le habían avisado que la primera vez dolía. Así y todo no fue tanto el dolor, ella manejaba los movimientos mientras Rodrigo sujetaba su pronta eyaculación hasta el límite. Ella subía y bajaba despacio, sin apuro, pues no suponía que el muchacho estaba casi en el orgasmo, sintió latidos en su interior y vio que los ojos de Rodrigo se cerraban, ella subía y bajaba mientras notaba que la dureza se volvía laxitud en su interior.
-¿Ya terminaste? Preguntó la Romi con cierto desencanto.
-Si Romi, no daba más y vos no parabas de moverte.
-Pero yo no, Rodrigo, así no vale, si vos te divertís yo quiero también, dale levantá eso de nuevo.
-Pará Romi, dejame descansar un ratito, ¿Te pensás que soy una máquina?
-Dale Rodri, vamos mi amor, apurate que quiero tenerla adentro otra vez.
Quizás el “mi amor” o la voz de La Romi, o los movimientos y caricias que le regaló al muchacho, produjeron la reacción esperada por La Romi, que besó en la boca a Rodrigo en cuanto notó que volvía a endurecerse. Al ratito, Rodrigo había desaparecido, era ella lo importante, y su placer. Arañó la espalda de Rodrigo, pellizcó su cola mientras lo atraía hasta el fondo de su cuerpo, -quedate quieto, más adentro, movete más, no te muevas, rápido, movete rápido- llegó la calma de su cuerpo aunque la sensibilidad en su entrepierna le prodigaba nuevos placeres, Rodrigo no había terminado y seguía entrando y saliendo. La Romi lo empujó hasta sacárselo de encima, lo acostó boca arriba y se subió sobre él.
-Aguantá hasta que te diga, mi amor.
Rodrigo no dijo nada y la dejó hacer, La Romi mandaba y se movía en función de sus recovecos, buscaba nuevas cosquillas, terminar otra vez, lo veía cerca y finalmente llegó.
-¡Ahora sí! Le dijo a Rodrigo que esperaba la autorización de desconcentrarse. Por primera vez en su vida sintió y saboreó el terminar de a dos, La Romi también sintió que el orgasmo de Rodrigo aumentaba la fuerza del suyo. Después se recostó sobre el pecho del hombre y descansó. Se quedaron dormidos. A las dos de la mañana La Romi abrió los ojos, se levantó y miró al hombre desnudo, le gustó mucho. Tanto que lo despertó en busca de un tercer encuentro. La Romi se vistió y a paso lento regresó a su casa, sentía ardor entre las piernas y un gran cansancio, pero nada de eso pudo borrar su sonrisa.
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