agosto 24, 2016

La Romi se la banca - Primera Parte

Un día apareció por la estancia un cura de esos que giran por los campos tratando de cristianizar con bautismos al por mayor, casamientos innecesarios y extremaunciones tardías.
Luego de la misa celebrada en el galpón el sacerdote juntó a las parejas no consagradas en matrimonio y cometió el grave error de hablar antes con los hombres, siempre más propensos a la aceptación que las mujeres. Rodrigo, aceptó casarse con La Romi; no era algo que deseara con desesperación pero tener a su lado a la más linda de la zona era interesante y si el hijo que estaba a punto de nacer le pertenecía, él quería hacerse cargo.
Luego, el sacerdote habló con las mujeres que acataron la decisión de sus hombres, pero La Romi en ese momento estaba conversando con una amiga y no se preocupó de entender la situación ni las consecuencias.
Al rato el cura armó todos sus petates para la celebración. Rodrigo llamó a La Romi y la chica se acercó sin dejar de conversar.
-¿Qué querés, Rodrigo?
-Nada, Romi, vení que el cura dice que nos va a casar.
-¡Estás loco,  vos! Yo no me quiero casar.
-Dale,  Romi, si no el cura se pone como loco.
-Que se ponga loco, yo no me voy a casar porque el cura me pida.
-¡Pero el nene es mío!
-Más vale, ¿Qué te pensás que soy yo?
-Entonces tenemos que casarnos.
-¡Casate vos si querés, yo no me voy a casar!
-¿Pero, no me queré Romi?
-Más o menos, yo me quedo con el tío y los abuelos.
-Entonce andá vo y decile al cura que no queré.
-Si vos le dijiste que te querías casar andá vos a decirle al cura que yo no quiero.
-¡Cámo so,  Romi! ¡Después no me andes pidiendo plata para el nene, eh!
-Bueno, pero vos no me pidas de verlo entonces.
Ignorando a Rodrigo, la Romi siguió conversando con su amiga como si nada hubiera pasado.

Las amigas de La Romi estaban amancebadas con muchachos de la zona y tenían algún hijo a cuestas. Ella continuaba virgen a los quince años por una única razón: no le interesaba el sexo. Sus amigas se lo describían como algo que “había que hacer para dejar tranquilos a los muchachos” pero que para ellas no significaba gran cosa. Ante esa expectativa, La Romi se mostraba desinteresada. Hasta que llegó una prima del pueblo de visita y le relató sus juegos con lujo de detalles. La Romi registró cada movimiento que le describía su parienta y decidió llevarlos a la práctica.
Rodrigo vivía en una pieza junto al galpón, se había mudado ahí luego de que su mujer se fuera de la casita del monte harta de tanta soledad. Él la dejó partir, no tenía nada mejor que ofrecerle y, al quedar solo, se instaló con sus pocas pertenencias en una pieza con cocina atrás del galpón.
Rodrigo es un ser primitivo, habla muy mal, es bruto y no mide las consecuencias de sus actos durante el trabajo. De vez en cuando resulta herido por caídas del caballo, topetazos de vacas o toros o algún corte con alambres. El capataz le exigía más cuidado pero no había caso, al final, lo elegía para las tareas menos riesgosas, no porque fuese incapaz, en realidad era muy buen empleado, pero prefería mantenerlo sano que estropeado.
Rodrigo era tímido con las mujeres, nadie entendía como había conseguido a su primera esposa, él nunca lo explicaba. La Romi lo eligió una noche durante un asado, no se dirigieron la palabra y cada vez que ella lo miraba, el muchacho bajaba la cabeza o tomaba un trago de vino fresco de la jarra.
La Romi lo eligió porque Rodrigo le parecía lindo, y es un lindo muchacho, quizás un poco desprolijo, pero mide un metro setenta y cinco, es flaco y, aunque esquivos, sus ojos son bonitos. También influyó el nombre, llamarse igual que su artista favorito era un importante punto a favor del muchacho.

A Segunda parte




La Romi se la banca - Segunda parte

A Primera parte

La Romi quería “terminar”, esa palabra era la que había remarcado su prima, esa palabra estaba cargada de satisfacción, de goce y ansiedad. Terminar significaba algo que   la Romi no podía imaginar, pero ella lo conseguiría, tenía el método, había elegido el hombre, ahora necesitaba la mejor táctica de acercamiento.
Para eso estaban las amigas, ellas prepararían todo, faltaba decidir el día y la hora y entre todas decidieron que lo mejor sería un domingo a la nochecita, en la pieza de Rodrigo.
Una de las amigas habló con Rodrigo y le planteó los términos: Debía estar bañado y afeitado; la pieza impecable, la cama limpia y él dispuesto a hacer todo lo que La Romi pidiera. Aceptó encantado, le gustaba mucho la Romi y aparte llevaba varios meses sin más que autosatisfacción.
La Romi  se acicaló con esmero, se puso un perfume “Avon” y marchó hacia la pieza, decidida, apenas asustada y bastante ansiosa.
La pieza estaba en óptimas condiciones, el piso de cemento bien barrido, la cama bien tendida y Rodrigo realmente muy lindo. Se había puesto un pantalón de vestir azul y una camisa blanca bien planchada, estaba afeitado, peinado con gel y ávido por saber que le depararía la noche.
-Hola, Rodrigo- Dijo La Romi y le dio un beso. Su indumentaria era en un jeans y una remera negra sin mangas y ajustada que marcaba sus pechos abundantes.
Rodrigo cerró la puerta y encendió una lamparita, le ofreció a la invitada un vaso de cerveza bien fresca y continuó en silencio.
-Sacame la remera- Pidió La Romi –Pero despacio- Rodrigo obedeció y acarició la piel de La Romi, deteniéndose en los pezones y apoyando su boca por la zona.
La Romi comenzó a sentir cosquillas agradables pero no quiso acelerar, incluso debió frenar a Rodrigo que se había desprendido el cinturón. Se apoyó frente al hombre y lo abrazó hasta sentir bien su dureza, después le dio un beso en la boca y dejó que las lenguas se cruzaran.
Sin apuro desprendió la camisa y no evitó la tentación de darle besos en el pecho, las manos de Rodrigo jugaban por su cola y ella lo disfrutaba.
Para Rodrigo todo era novedad, nunca había acariciado tanto a una mujer, siempre había primado la carne a las caricias, esto le gustaba, no tenía apuro y La Romi lo había dejado completamente desnudo. Ella también estaba así y la notaba cómoda en su desnudez.
Al ver el tamaño del miembro de Rodrigo La Romi se asustó un poco, suponía dolor cuando ingresara en ella, pero no se iba a echar atrás por eso, estaba decidida y muy acalorada. Recostó a Rodrigo boca arriba y manejó ella todos los movimientos, le dolía, pero le gustaba mucho a pesar del dolor. Además su prima y sus amigas le habían avisado que la primera vez dolía. Así y todo no fue tanto el dolor, ella manejaba los movimientos mientras Rodrigo sujetaba su pronta eyaculación hasta el límite. Ella subía y bajaba despacio, sin apuro, pues no suponía que el muchacho estaba casi en el orgasmo, sintió latidos en su interior y vio que los ojos de Rodrigo se cerraban, ella subía y bajaba mientras notaba que la dureza se volvía laxitud en su interior.
-¿Ya terminaste? Preguntó la Romi con cierto desencanto.
-Si Romi, no daba más y vos no parabas de moverte.
-Pero yo no, Rodrigo, así no vale, si vos te divertís yo quiero también, dale levantá eso de nuevo.
-Pará Romi, dejame descansar un ratito, ¿Te pensás que soy una máquina?
-Dale Rodri, vamos mi amor, apurate que quiero tenerla adentro otra vez.
Quizás el “mi amor” o la voz de La Romi, o los movimientos y caricias que le regaló al muchacho, produjeron la reacción esperada por La Romi, que besó en la boca a Rodrigo en cuanto notó que volvía a endurecerse. Al ratito, Rodrigo había desaparecido, era ella lo importante, y su placer. Arañó la espalda de Rodrigo, pellizcó su cola mientras lo atraía hasta el fondo de su cuerpo, -quedate quieto, más adentro, movete más, no te muevas, rápido, movete rápido- llegó la calma de su cuerpo aunque la sensibilidad en su entrepierna le prodigaba nuevos placeres, Rodrigo no había terminado y seguía entrando y saliendo. La Romi lo empujó hasta sacárselo de encima, lo acostó boca arriba y se subió sobre él.
-Aguantá hasta que te diga, mi amor.
Rodrigo no dijo nada y la dejó hacer, La Romi mandaba y se movía en función de sus recovecos, buscaba nuevas cosquillas, terminar otra vez, lo veía cerca y finalmente llegó.
-¡Ahora sí! Le dijo a Rodrigo que esperaba la autorización de desconcentrarse. Por primera vez en su vida sintió y saboreó el terminar de a dos, La Romi también sintió que el orgasmo de Rodrigo aumentaba la fuerza del suyo. Después se recostó sobre el pecho del hombre y descansó. Se quedaron dormidos. A las dos de la mañana La Romi abrió los ojos, se levantó y miró al hombre desnudo, le gustó mucho. Tanto que lo despertó en busca de un tercer encuentro. La Romi se vistió y a paso lento regresó a su casa, sentía ardor entre las piernas y un gran cansancio, pero nada de eso pudo borrar su sonrisa.

La Romi se la banca - Epílogo

A Segunda parte

A partir de ese momento, Rodrigo y La Romi se encontraban y practicaban el sexo casi a diario. Se transformaron en personas desinhibidas y buscaban nuevas formas de hacerlo. Los orgasmos de La Romi eran cada vez más fuertes y Rodrigo lograba demorar cada día un poco más. Eran amigos que se divertían el uno con el otro, más que brindarse placer lo obtenían a través del otro y ese egoísmo los mantenía a salvo de sentimientos angustiantes.
Por lógica, juventud y desprotección, luego de cuatro meses La Romi mostraba una pancita redonda, chiquita aún, que acrecentaba su belleza. Rodrigo estaba encantado con los cambios en el cuerpo de su chica y su entusiasmo a la hora del sexo se incrementó. La Romi también disfrutaba más de las sesiones, en un primer momento le preocupó traer un hijo al mundo, pero su tío Amancio la había tranquilizado prometiéndole que ni a ella ni al bebé les faltaría nada, pero que la próxima vez se cuidara mejor.
La Romi prometió cuidarse de ahí en adelante y la vida siguió normalmente para ella, su familia y Rodrigo.
Rodrigo suponía que debía hacer algo con la situación, pero como la Romi no mostraba interés de instalarse a su lado, dejó que el tiempo decidiera. Los encuentros y los disfrutes siguieron hasta la llegada del cura.
Luego de rechazar La Romi la propuesta de Rodrigo, y delante de todo el mundo, el muchacho se sintió un poco defraudado. Algo no estaba como siempre, La Romi estaba muy lejos a pesar de tenerla cada vez que quisiera, quizás estaba enamorado.
Esa noche La Romi caminaba desnuda por la pieza de Rodrigo, sus pechos se habían agrandado mucho y su barriga permitía unas pocas poses, pero nada impedía todavía la fusión de los cuerpos. Pero Rodrigo la rechazó, con pocas palabras le pidió que se fuera, y la Romi se fue, enojada y decidida a no volver hasta que Rodrigo se lo pidiese.
Pero Rodrigo nunca se lo pidió, incluso se fue a trabajar a una estancia cercana.
La Griguita, (así le siguen diciendo) nació sin problemas y todo era fiesta en la casa. La madre se ocupaba de que no le faltara nada y el tío Amancio proveía lo necesario, aunque toda la familia estaba pendiente de la nueva integrante.
Dos meses después apareció Rodrigo, quería conocer a su hija y volver a ver a la madre. Trajo algunos regalos y un sobre con unos pesos para pañales y esas cosas que hacen falta. Pasó el día entero bajo la galería junto a su hija; La Romi le cebó mate y lo miró con cariño.
Al final de la tarde, antes de irse, hizo la propuesta.
-Vengansé conmigo, Romi, me dieron una casita linda, hay varios vecinos, está en el casco de la estancia.
-Ya te dije que no, Rodrigo.
-Pero Romi, yo soy el papá de la nenita, tiene que estar conmigo.
-La podés ver todo lo que quieras, sos el papá, pero no sos el dueño ni de La Romi ni de La Gringuita, que eso te quede claro.
-Ya sé Romi, ¡mirá si voy a ser el dueño!, pero yo te quiero a vo y a la nenita también.
-Yo también te quiero, pero no como un novio o un marido, vos sos mi amigo.
-¿Entonces no vení?
-Ya te dije que no, vos podes venir cuando quieras, hasta capaz te visitemos cuando vayamos de la Rosita, pero yo no me voy a casar ni con vos ni con nadie, al menos hasta que tenga treinta años.
-Bueno Romi, me voy a ir yendo, un día de esto vuelvo.
La Romi acompañó a Rodrigo hasta el camino donde había estacionado su Ford Falcon 71, en cuanto la oscuridad los cubrió abrazó a su amigo y lo llenó de besos, le desprendió el pantalón, lo hizo acostar sobre el pasto y lo cabalgó hasta acabar, aunque lo hizo salir antes de su final pues le había prometido al tío que no quedaría embarazada de nuevo.
Rodrigo se fue desconcertado, La Romi lo rechazaba pero lo quería y lo extrañaba. Quizás con el tiempo... aunque con La Romi nunca se sabía.
La Gringuita ayer cumplió seis años, ya empezó la escuela. La Romi trabaja en el escritorio de la estancia, maneja bastante bien los papeles y gana un buen sueldo. El año pasado invitaron al tío Amancio a la playa, al hotel del sindicato. No saben si la pasó bien o mal, aunque lo notaron un poco incómodo con el traje de baño floreado que le regalaron antes de salir.
Rodrigo sigue en la estancia vecina, hace unos meses se juntó con una chica del pueblo, tal vez le dure. Todas las semanas ve a su hija, ella lo sigue a todos lados y le dice papi. Desde hace dos años que no tiene sexo con La Romi, él lo decidió porque cuando volvía a su casa lloraba un ratito y no le gustaba.
La Romi tiene veintidós, faltan ocho años piensa a veces Rodrigo....

Cruz J. Saubidet®