Al mediodía de ese viernes mi mujer me llamó a la oficina y me contó que por la esquina del edificio donde vivíamos había pasado una persecución policial con disparos, sirenas y frenadas varias. Solo pensé: Que suerte que no había salido a pasear con mi hija de pocos meses, era septiembre de 2000.
La sensación me duró un rato pero después el trabajo ganó terreno en mis pensamientos.
Ese día, también al mediodía, Rafael pasó a buscar a Manuel para ir a almorzar a Mc. Donalds. Subieron ambos al ciclomotor y marcharon por la avenida, despacio, en dirección Norte-sur.
Quince minutos después del llamado de mi esposa, el Peugeot 205 robado y ocupado por los asaltantes iba en la misma dirección, ya con los vidrios destruidos producto de los balazos. El su huida se subió a la vereda el preciso instante en que Rafael y Manuel pasaban, haciendo volar la motito y sus ocupantes a vez que se estrellaba contra un portón. Diez patrulleros rodearon el Peugeot, los policías disparaban a mansalva desde sus autos y los delincuentes respondían.
Rafael y Manuel estaban en el suelo, Rafael no se movía pero Manuel atinó a arrastrarse y ponerse a salvo de los disparos. Sus movimientos alertaron a los policías y los muy bestias le dispararon hasta que dejó de moverse.
Salí del trabajo y pasé a visitar a mis hermanas, las encontré pálidas y escuchando la radio, el locutor decía: “Baño de sangre en San Isidro, persecución tiroteo y muerte en la avenida Centenario, dos inocentes caídos, Rafael ... murió en el acto; Manuel ... lucha por su vida en el hospital central de San Isidro”
-¿Están hablando de Manolo?
-Sí Cruz, te estábamos esperando para ir al hospital.
-Vamos ya, ojalá que sea un error, pero es Manolo, 19 años, estudiante, músico, mierda, vamos.
Salir de Buenos Aires en hora pico es un trabajo difícil, el taxista hacía lo que podía pero avanzábamos muy despacio mientras que la radio repetía la noticia y nos confirmaba que Manolo era Manolo y Rafael era Rafael. Bajamos cerca de la estación de tren y subimos en silencio y así seguimos los 25 minutos del viaje.
De a ratos pensaba en Rafael y no podía creerlo, pensaba en sus padres a quienes conocía bastante, pensaba en el dolor indescriptible de perder un hijo, peor aún, un hermano de Rafael había muerto tres meses antes en un accidente de avión.
Legamos al hospital y confirmamos la noticia, abracé a mi tío, mi tía y mis primos, Manolo estaba en quirófano y los médicos hacían lo que podían. La recepción estaba plagada de periodistas pero no hablé con ninguno, el intendente se puso a disposición de la familia y la municipalidad correría con todos los gastos. Pasaron varias horas, Manolo salió de quirófano, le habían sacado varias balas del cuerpo pero muchas seguían alojadas en su pierna y en su espalda. A las 11 de la noche pudimos verlo, entré a la sala de terapia intensiva con barbijo, guantes y guardapolvo. Manuel estaba conciente, me acerqué, le agarré la mano, le di un beso en la frente y le dije que pusiera mucha fuerza que iba a andar bien. Manolo sonrió y cerró los ojos.
Continuara.....
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5 comentarios:
Es una tristeza que ocurran esas cosas, y mas cuando la perjudicada es gente involucrada que nada tiene que ver.
Guao¡¡ Por un momento pense que hablabas en una localidad de Venezuela hasta que mencionaste que la Municipalidad pagaria todo¡¡ Jaja no quedaria municipalidad con recurso si les tocara pagar todos los muertos en Venezuela resultado de enfrentamientos o de la delincuencia comun¡¡ Bahhh (dejo de tristeza)
Que lamentable historia, creo lo mismo ocurre en muchos países de Suramerica, en Caracas Venezuela ocurre todos los días.
Saludos.
Porque Rafael Y no el verdadero nombre (Alejandro)
Otro dato el Peugeot era un 106.
por respeto a la familia, que quiero mucho.
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