diciembre 20, 2005

LOS ULTIMOS DIAS DE NOVIEMBRE (cuentito)


Publicado en El Nuevo Cojo Ilustrado

Qué fue lo que hicimos para merecer este destino? ¿Por qué nos persiguen y nos matan? No tengo idea. Si alguno de nosotros se hubiese encargado de plasmar nuestra historia en estas tierras, tal vez lo entenderíamos. Pero pocos de los nuestros han llegado a viejos y la tradición oral en nuestra raza está plagada de errores. Esta tierra, dicen, nos perteneció hace muchos siglos. Entonces llegaron ellos.

Con los lugareños anteriores manteníamos una relación cordial. Asesinatos hubo siempre. Es la naturaleza humana y no voy a discutir sobre ello. El verdadero inconveniente comenzó con la llegada de aquel barco. ¿Quién iba a pensar que ese grupo de personas blancas, extrañamente vestidas, sucias y muertas de hambre se iba a dar maña para quedarse con todo?

Al principio hasta nos daban lástima. Pero con el tiempo, este grupo antaño religioso, se convirtió en un verdadero peligro para los habitantes autóctonos. Y con el paso de las cosechas consideraron innecesaria la presencia indígena en "sus tierras" y minuciosamente lograron desplazarlos a sitios menos agradables.

Resultaron mansos los locales. O pocos, o menos inteligentes, o menos armados, o menos políticos. El tema es que cada vez fueron quedando menos nativos y a su vez llegaron más cristianos del otro lado del mar. Por suerte o por desgracia, nos permitieron quedarnos. Total, no molestábamos demasiado y éramos de gran utilidad. Cada tanto asesinaban a alguno de los nuestros, pero así y todo de cierta manera nos protegían.

A medida que crecían en número, algunos se desplazaban hacia otros puntos. Y cada expansión territorial contaba con nuestra presencia, hasta que llegó el momento en que cada recodo de esta tierra, abrigaba a alguno de los nuestros.

¿Cuantas familias desmembradas habrá dejado esa expansión? No podría hablar de números, pero cifras de siete dígitos me quedan cortas. Los pocos que regresaron, trajeron consigo cuentos del otro lado. De otro océano. De meses y meses de marcha. La historia se repetía en todas partes, con nosotros siempre presentes, testigos silenciosos de esa conquista.

Luego de dos siglos desde el pálido arribo y a pesar de los muchos sacrificios, nuestra raza aún seguía fuerte. Antiguamente entre indios, ahora entre blancos. Entonces apareció esa mujer, señora empecinada y testaruda. Sarah, creo se llamaba. Su terquedad y su empuje fueron la causa del comienzo de las masacres y de nuestra esclavitud. Siglos habíamos estado, siglos habíamos sufrido y siglos nos habían perseguido. Pero a esta altura de la historia y después de casi un siglo y medio desde aquel día, me pregunto si vale la pena seguir. Mi pregunta es la de todos, pero nadie la responde. Todos agachan la cabeza y se resignan y me siento solo en esta lucha.

Hace casi ciento cincuenta años que estamos encerrados. Nuestra suerte fue echada aquel día nefasto en que Abraham Lincoln, haciendo lugar al petitorio de Sarah, declaró como oficial la festividad de Thanksgiving, o Día de Acción de Gracias. A partir de allí pasamos a ser una razón de estado, a pesar que este solo quería eliminarnos.

Los hombres armaron jaulas y nos tiraron dentro. Inventaron comidas nutritivas que tuvimos que aprender a ingerir. Nos quitaron los hijos al nacer y nos mataron. Cientos, miles a diario iban al verdugo, cada vez menos violento, pero más fulminante. Cada año, el mes de noviembre se acerca más deprisa. Cada año nuestra muerte se percibe en el aire. Evito comer demasiado y así me mantengo con vida pero creo que en los últimos meses me excedí un poco.

Cada año son más, y cuando se leen las estadísticas, los cínicos se regodean con la realidad de los millones que se agregan a la celebración. Dicen que hasta los latinos se han acoplado al festejo. Siempre detesté a los latinos, nada más que por el nombre que nos dieron. ¿Qué necesidad de llamarnos "pavos"?

¿Era necesario herirnos también con nuestro nombre? Al menos acá nos llaman "turkey" y no "stupid". Varias veces me pregunté que fue lo que los llevó a sustantivarnos con el nombre de un país. Espero que no se haya tratado de racismo, aunque no lo sé.

Discúlpenme, debo retirarme. Se acercan personas y aparentemente abrirán mi jaula. El año pasado fueron sesenta millones a las mesas. Este año, dicen, serán más. Incluso me enteré de que muchos hermanos ahora llegan congelados desde distintos puntos de América Latina. Pero dentro de pocos minutos ya nada importará. Solo me resta pensar a que lugar de este país llegaré y que familia me servirá en la noche de un jueves; pero ya no estaré para contarlo.

1 comentario:

enigmas PRESS / Gandica dijo...

Pues siguiendo el contenido del 'head banner' un saludo absurdo-Ionesco desde Venezuela.
...después veremos.