Sin embargo, señora “no se que mierda es usted pero pareciera tener poder” sus apreciaciones me suenan un poco incongruentes. Y no se trata de una reacción subjetiva a sus palabras, estoy seguro de que cualquier persona con no mucho, un poco de cabeza nada más, coincidiría conmigo tildándola de ignorante, o peor aún de infantil.
Sucede, señora mía, que el mundo es injusto y las necesidades desgraciadamente me han hecho depender de un sello que sólo usted es capaz de posar sobre este documento y, en este momento de mi vida es de suma importancia que figure en él.
Como me ha repetido, su dependencia tal como osa llamarla a pesar que la supongo más mía que suya dado que yo la utilizo, viene cumpliendo una intachable trayectoria bajo su mando y está raqueada entre las más eficientes del ministerio. También me asegura, casi con lágrimas en los ojos, que en sus veinte años de trayectoria pública jamás de los jamases ha aceptado una gratificación voluntaria de cliente alguno, ¿se refiere a coima quizás? Me pregunto las razones que la han llevado a tocar ese tema, yo no pregunté ni estaba interesado en sus ingresos extras. Claro que posiblemente me está ahorrando el mal trago de ser rechazado ante mi oferta.
Su ignorancia y mi necesidad forman una dicotomía infranqueable de conveniencias.
Usted asegura que falta un papel que yo aseguro haber dejado en mi visita anterior, es su palabra contra la mía y la discusión vacía. Usted sabe que no podré conseguir con celeridad el papel que solicita y veo un brillo orgásmico en sus ojos al negarme su aprobación.
¿Qué queda por hacer? ¿Qué me queda por hacer? Necesito el sello y ya estoy seguro que no lo apretará contra mi hoja por las buenas. Pienso, pienso en todas sus palabras y lo descubro, entonces me acerco a su oreja y le espeto: “Contra mi voluntad, señora “no se que mierda es usted pero pareciera tener poder” me veo en la obligación de ofrecerle una gratificación no-intencional para que presione su sello embadurnado en tinta sobre mis papeles”
Ella sonrió, mientras el sello volaba desde la almohadilla hacia mis papeles, yo pensaba: la vida es una mierda.
Cruz J. Saubidet®
2 comentarios:
no refuto
FELICITO!!
Ja!, mi padre fallecido ya solía poner discretamente dentro de la documentación solicitada una "dádiva" espetando discretamente al oído del interlocutor: "Para el café..."
Muy bueno tu blog, te voy a seguir y te invito al mío http://palabradefredagrico.blogspot.com/
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