Luiz Inácio Lula da Silva ganó por segunda vez la presidencia de Brasil, el mayor país de América latina (creo que el hecho de no hablar español puede ser el punto). Le ganó por 20 puntos de diferencia a Geraldo Alckmin y va a gobernar por 4 años más. Personalmente, los casos de corrupción que envolvieron su primer mandato, hubieran sido suficientes para no votarlo, pero yo ni siquiera hablo portugués y a nadie importa mi opinión, menos aún a los brasileños. Sin embargo, me gusta de Lula su capacidad de encarar las derrotas y no puedo evocar sin sonreir, la cantidad de elecciones que debió perder antes de llegar a presidente.
Pero, mi idea es cruzar el río Iguazú esquivando las cataratas y llegar a la provincia argentina de Misiones, pequeña ella, de tierras coloradas y selvas frondosas y políticos de mierda.
Entre todas las particularidades de este lugar recorrido por el legendario Álvar Nuñez Cabeza de Vaca, de quien hablé tiempo atrás, y donde se asentaron misiones Jesuíticas de envergadura; hay una que me ha sorprendido en cada visita: en la provincia de Misiones la pobreza suele ser, en muchos casos, rubia y de ojos claros.
El caso en cuestión es que ayer se votó en esa provincia, no por candidatos para puestos políticos sino para reformar la Constitución provincial, y tampoco toda la carta magna sino una partecita (Art. 110) que impide al gobernador Carlos Rovira ser reelecto de forma indefinida. Por suerte el NO se impuso y el vanidoso gobernador deberá ceder su puesto el año que viene.
Durante la campaña pudo observarse lo peor de la política en todo su esplendor. Reparto de dinero, alimentos, planes sociales, aprietes varios, retención de Documentos de Identidad, entrega de DNI a paraguayos para que votaran a favor de la reforma, etc. etc.
Desde el ejecutivo nacional el presidente Nestor Kirchner apoyó la iniciativa de la reelección, incluso puso la maquinaria asistencialista al servicio de Rovira mandando a su hermana Alicia (Ministra de Asistencia social) a repartir bolsas de alimentos con la boleta del “SI” abrochada. Del otro lado se encaramaron un obispo llamado Piña y un mejunje de políticos de todo tipo y color que se adjudicarán la victoria en días sucesivos.
Mis preguntas son las siguientes:
¿Qué deuda tenía Kirchner para con Rovira?
¿Qué indujo al presidente a apoyar abiertamente a un candidato con tantas posibilidades de perder?
¿Confió que la maquinaria sucia funcionaría?
¿Se trató de un simple testeo de incondicionalidad?
¿La gente ya no es tan inocente?
*Informe político de mi visita a Argentina.
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