Estar
contaminados de cine y series muchas veces nos hace pensar que una intuición o
un sueño tienen grandes posibilidades de ocurrir. Ya dice el dicho que si soñás
que te morís, te morís y mucho más terrible si te cagás, pero no conozco casos
fuera de la ficción. Yo no conozco, pero mi amigo Bob (en realidad de llama
Roberto pero usa chaleco sin mangas) es un convencido de cuanta teoría
conspirativa o premonitoria anda a las vueltas. Alguna vez llegó a asustarme. Un
día se le metió en la cabeza que me estaban por asesinar y que posiblemente él
sería el autor y que, aunque me quería mucho, no había forma de enfrentar al
destino. Lo mandé a la mierda y dejé de verlo por un mes hasta que descubrí que
sus palabras estaban influenciadas por la canción Obediencia Debida de
la efímera banda Instrucción Cívica, de la que saldría Kevin Johansen.
Corría el año 1987 y la letra: “Creo
que hubo un malentendido/ yo a vos no te quise matar/ las ordenes se cumplen no
se piensan/ ¡y ahí estas!”
Convenció a Bob que
estaba escrita para él y que tarde o temprano me iba a tener que asesinar. Como
verán no logró el objetivo pero fue la primera señal de alarma que mi amigo me
regaló. Y la primera “Sevillana” que empecé a cargar en mi bolsillo, por las
dudas.
Cuando los ánimos se calmaron y me juró
que mi destino ya no estaba en sus manos retornamos a las aguas tormentosas de
nuestra amistad. Hicimos muchas cosas juntos, yo desde mi pragmatismo y Bob
desde la compleja significación de cada acción. Una chicharra fuera de época
traía aparejada una invasión alienígena y si algún policía nos pedía documentos
era al menos la CIA vigilándonos.
Dejando de lado a Roberto, que ya me ha
regalado varias historias con múltiples apelativos, hace unos días que vengo
pensando en la idea que tenemos del futuro y cómo amoldamos nuestros planes de
acuerdo a percepciones sobrenaturales. Desde ya que no me refiero al trabajo ni
a las finanzas, en esos casos un plan es factible y realizable en el mundo
real, también hay factores que pueden influir pero son más fáciles de mantener
a raya.
Ahora bien, nuestra vida afectiva y
espiritual suele correr por vías mucho más delgadas y escurridizas. Muchos
hemos mamado y deseado formar una familia dentro de los valores culturales que
supieron enseñarnos personas equivocadas. Esos famosos valores un poco
retrógrados por suerte están cambiando y ya son pocos los que prefieren vivir
en un estado de masoquismo antes de romper con estándares la mayoría de las
veces religiosos.
No reniego de la familia, aunque en
general es más reconfortante para los hijos que para los padres, y está bien
que así sea dado que los culpables de traer un hijo al mundo son los
progenitores. Muchos no lo entienden todavía, pero la unidad de un matrimonio
no se trata de tolerancia, compañerismo, afecto ni comunicación, o sí, también,
pero nada eso es suficiente para mantener a una pareja unida y ahí entra el
factor sobrenatural por excelencia llamado suerte. Y no me vengan con la
cursilería de que todo se trata de amor. No reniego del amor, pero conseguir
que el afecto se mantenga más o menos equilibrado entre dos personas a través
de los años es algo de tinte sobrenatural. Todas las relaciones afectivas están
signadas por el factor suerte, que es el que logra que dos personas
independientes encastren y se sientan cómodas. La suerte radica en lo
perdurable de las relaciones considerando lo efímero que es todo en nuestra
vida.
Hace un tiempo hice una encuesta a
muchas personas que convivían con sus parejas, la pregunta era: ¿Pensás que
el amor entre dos puede existir porque ambos comparten el mismo concepto sobre
el enamoramiento o porque las diferencias de concepto “amor” al menos no
generan un cortocircuito? Ganó por goleada la
diferencia entre el concepto de “amor” lo cual agrega puntos a favor a lo
sobrenatural de las relaciones afectivas. Tenemos todos una idea más o menos
uniforme y teórica acerca del amor, pero yo estoy convencido que es como las
huellas digitales, diferente en cada persona, por eso considero magia que dos
personas se enamoren.
No se comparte el amor, se lo brinda y
se lo recibe siendo bien diferentes ambos, por eso es tan impresionante que el
amor que uno puede brindar calce justo en alguien que lo recibe y viceversa,
siendo los dos amores tan diferentes entre si. Por eso no me gusta la
literatura romántica en casi ningún formato, por
eso prefiero a Sabina que a Montaner, por eso me quedo con los relatos en
primera persona. El enamorado nunca sabrá cómo es amado, sólo le queda estar
conforme y feliz con lo que recibe y desde ese lugar brindar lo que pueda. El
amor es magia, señores, no busquen otra explicación. La media naranja no
existe, existe algo sobrenatural que logra encastrar partes de dos personas y
acercarlos a una dicha. El resto es literatura y yo no sé nada de eso.
El VIDEO: https://youtu.be/ISq1Cjs9d2s
CRUZ SAUBIDET®
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