Ya lo decía
Rousseau, el hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe, debe haber un poco de
cierto al fin de cuentas él se hizo famoso, pero hay que tener cuidado porque
la valoración al determinar lo bueno y lo malo de nuestras acciones es un
camino ancho y de difícil transito. Las cosas que dañan a los demás están mal,
eso está claro; pero muchos conceptos morales no hacen más que joderle la vida
a la gente. La gente es mala y comenta decían las vecinas del barrio Roma en
Santa Fe, que comenten nomás, casi todo es por envidia.
Esta
introducción, como se habrán dado cuenta, es para atajarme de aquellos con más
tabúes que libertades en materia sexual. Gracias a Dios, los jesuitas no
pudieron ponerme culpas por ese lado, vaya a saber por qué.
Nunca conté esta
historia, por respeto tal vez, pero no hay nada de que avergonzarse y la
protagonista me autorizó siempre y cuando cambiara su nombre.
En mi primer año
en la UNL, hice amistad con algunas personas que no eran el ejemplo a seguir en
cuanto a lo académico. Fue un error, pero ya está. Entre muchas amigas, hubo
dos con las que me sentía muy a gusto. Ambas compartían una minúscula casa
donde nunca faltaba música, cerveza y una buena conversación. Allí pasé muchas
horas, rodeado de una agradable libertad de oratoria.
Las dos chicas
eran entrerrianas, de un pueblito cerca del río Uruguay y habían compartido
escuela desde primer grado.
No eran muy
lindas mis amigas, aunque Clarabella tenía un cuerpo muy interesante, que le
gustaba exhibir bajo ajustadas camisetas y minifaldas. Cuando yo llegaba hacía
como que me agachaba y siempre comentaba el color de sus bombachas.
Las dos noviaban
con muchachos de la facultad más grandes que yo, y para mí era un alivio ya que
no estaba interesado en relaciones sentimentales de ningún tipo. Una vez,
Clarabella dijo querer probarme y sin preámbulo abusó de mi cuerpo. Estuvo muy
bien y no afectó en nada la relación ni hubo incomodidades posteriores.
En una de las
charlas madrugadas, Clarabella me comentó que su fantasía era protagonizar una
película pornográfica, y ahí salto mi instinto de “apoyador integral de locuras
ajenas” que le prometió todo el soporte que necesitara.
En un fin de
semana en Santa Fe, le comenté al hermano de un amigo que se dedicaba al
negocio audiovisual, acerca de mi amiga y su deseo. Y ahí quedó la charla.
Hasta que un mes después, mi amigo me entregó un papel de parte de su hermano.
Era un nombre y un teléfono para que le entregara a Clarabella. Así lo hice y
los días pasaron.
Una noche de
jueves, Clarabella me contó que tendría una entrevista en Santa Fe, en un par
de semanas y que necesitaba mi ayuda para prepararse.
Por supuesto que
accedí, quién se negaría a eso a los dieciocho. Durante una semana, cada noche
dedicamos tiempo a mirar películas y a practicar posiciones, movimientos y
sonidos propios de la industria del entretenimiento para adultos. Ella pedía y
hacía indicaciones y yo trataba de hacer un decoroso papel. Aprendí mucho esos
días y las enseñanzas me acompañaron el resto de mi vida. Le pregunté a
Clarabella por qué me elegía por sobre su novio para esos menesteres, la
respuesta concisa y clara fue que ella estaba enamorada y los sentimientos no
ayudan en esta industria. Estuve de acuerdo y seguimos practicando.
Clarabella fue a
la entrevista y no me permitió acompañarla, fue una lástima que no la eligieran,
creo que tenía mucho talento, posiblemente sus rasgos duros y su tez oscura le
jugaron en contra. Así y todo, le entregaron el video de la prueba y lo miramos
una noche los tres. El actor me superaba por todos lados y Clarabella hacía un
papel descollante, aplaudimos al final y brindamos con cerveza. Nunca más pasó
nada entre nosotros.
La vida siguió y
los caminos nos separaron. Cuando decidí escribir esta historia la busqué en
Facebook y nos mandamos unos mensajes. Es madre de cuatro hijos y tiene su
negocio en su pueblo natal. Me aseguró que guarda el video de la prueba y el
recuerdo de esas practicas en un rincón de su corazón.
La verdad, Cruz,
me comentó, el actor era muy grandote de todos lados pero con vos fue mucho mas
divertido.
Yo, agradecido.