Blog de un escéptico servidor. "Creo que el kiwi no es una fruta" "Capaz si llegaron es porque transaron y si se mantuvieron es porque a muchos cag*ron." "Creo que Argentina ya no es lo que era, pero a mí me alcanza" "Me gusta más criticar que ser criticado, pero me controlo" "Está mal, pero para ponderar, me quedo callado"
diciembre 30, 2014
Estadísticas Vitales (o no tanto)
Era una pavada, pero ese día no quería escribir versos. Buscaba racionalizar todo lo racionalizable, para eso usaría los números que si bien es cierto que suelen mentir, al menos hacen sentir que los pies están sobre la tierra.
Hacía sesenta y un días de mi arribo. Anote grande el 61 en el primer renglón. La temperatura promedio, no poseía datos exactos, había sido de 33,8 grados. Había hablado poco, con algunos más que con otros, este cálculo me llevó tiempo pues la memoria suele fallar transformando las mejores charlas en duraderas siendo que en realidad duraron menos que las intrascendentes. A manera de cuadro coloqué los nombres de mis interlocutores.
Vastides: 26 horas, 40 minutos. (Durante las comidas conversaba, a veces)
Germán: 28 horas (en los viajes en camioneta conversábamos bastante)
Martina: 9 horas
Marta: 1 hora, 50 minutos
Rony: 2 horas
Julián: 4 horas, 20 minutos (era mi profesor de trabajos en cuero)
Agustín: 6 horas, 15 minutos vivo (charlamos un poco mientras hicimos las tablas)
1 hora muerto
Martín: 4 horas, 40 minutos
Rosa de Vastides: 30 minutos
Jorgito: 2 horas, 25 minutos
Jacinto: 9 minutos
Sandra: 4 horas, 15 minutos
Cura: 2 horas, 30 minutos
Policías: 2 horas.
Mamá de Rolo: 22 minutos
Luis (radio): 20 minutos
Otros: 1 hora.
Total: 108 horas, 16 minutos.
No me pareció tan poco, esperaba mucho menos. Mis cuentas arrojaban que me había pasado cuatro días conversando, y eso no implicaba que hubiera estado cincuenta y ocho días callado. Entonces hice otra cuanta más reveladora. Sesenta y un días significaban 1464 horas, a ellas había que restarle al menos doce horas diarias correspondientes al sueño y a actividades de carácter solitario. La resta me daba 732 horas de actividad. De ellas había conversado 108 y un poquito. En conclusión, había pasado más de 623 horas en silencio absoluto, quizás pensando más de la cuenta.
Mis ansias numéricas no me daban paz.
Había andado a caballo 37 horas, hachado leña 45 horas, fumado en soledad 81 horas (calculé 10 cigarrillos por día a 8 minutos por cigarrillo), escrito pavadas por 33 horas y mirado el fuego 86 horas. Total: 282 horas. Consideré que esta última cuenta no quitaba horas al silencio, por lo que descarté las conclusiones.
La actividad sexual de la temporada se limitaba a tres orgasmos con Marta y un par de actos solitarios dedicados a la monjita.
Había recibido cuatro cartas, tres de familia y una de mi amiga pechugona, no había escrito. Mis ingresos legales consistían en treinta pesos, los no tanto en seiscientos dólares.
Había comido arroz en cuarenta y seis oportunidades y fideos cincuenta veces, dos asados humildes, varios bichos de campo y oso hormiguero con el difunto Agustín. En tres ocasiones tomé gaseosa, una sola pagada por mí.
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