No estoy escribiendo mucho para este blog los últimos meses, creo que no tengo ganas, o no tengo mucho que decir. Mis energías están en la novela on-line y en elementos ajemos a lo literario, pero sigo queriendo a mis experimentos sociológicos.
¿Pero, de que escribir? Por el momento no de política, creo que la candidatura de Cristina Fernández y posterior encumbramiento, me bastaron por un buen tiempo y ya ni ganas tengo de hablar de ellos. ¿De Chavez? ¿De EEUU? ¿De los inmigrantes? ¿De los musulmanes? NO GRACIAS. Por el momento nada de eso.
Anoche estaba mirando TV con mi mujer y dieron la propaganda de un nuevo Cadillac, manejado por una conocida actriz que elogia lo que conduce. Se me escapó un “¡Que preciosura! A lo que mi esposa supuso una referencia a la mujer, bastante linda por cierto.
Ante el reproche, le aseguré con total honestidad, que de ninguna manera podía comparar mujer alguna, con la belleza del auto de la propaganda, que mi elección, entre ambas ofertas siempre se inclinaría por el auto.
A partir de ahí, el reproche creció, ya que según mi mujer, no era natural que prefiriera un auto que a una mujer.
Me encontraba entre la espada y la pared: no estaba bien que ponderara de esa forma a una mujer, pero era peor que prefiriera un auto a una fantasía con la actriz.
-Mi amor, prefiero el auto porque no tengo un Cadillac y me gusta.
-Pero tenés otro auto, y te gustó cuando lo compraste.
-Pero el Cadillac me gusta más.
-Usando la lógica, y considerando tus preferencias, en cuanto veas a una mujer que te guste más que yo, vas a querer tenerla. No me vengas con que yo te gusto mucho y esas cosas, está bien.
-Es verdad, linda, vos me gustás mucho, no te cambiaría por un Cadillac.
-Dejémoslo ahí.
Y ahí lo dejamos, gracias a Dios, porque todas las respuestas posibles me aseguraban una derrota deshonrosa.
Moraleja: No es bueno ponderar nuestros deseos, porque cada uno de ellos vendrá con una mujer a su lado.
Cruz J. Saubidet®
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