Empezar de abajo decía mi padre, hay que empezar desde el principio.
Mas no existen los principios. Todo en la vida es una sucesión de hechos encadenados de la mejor manera que nos sale.
Hoy conocimos a alguien, está bueno eso, pero no podemos llamarle el principio de la relación, porque cada cosa que hicimos hasta el momento nos dirigió hacia ella, y a su vez, posiblemente también sea lo que la aleje de nosotros.
Es un problema pensar así, especialmente cuando el oficio de uno es contar historias, pero el mismo oficio se encarga de encaminar las letras transformando en difusos los comienzos y los finales, porque, lamentablemente nada tampoco termina hasta la muerte. Los libros deberían terminar con la muerte de todos los personajes.
Hace tiempo quiero escribir un cuento sobre héroes encontrados por la muerte antes de tiempo, pero, si no llegan a ser héroes porque se mueren, sólo son personas normales con todas las intenciones de llegar a héroes, pero sin el detalle de la supervivencia.
Me estoy yendo por las ramas como si mi historia se tratara de un árbol genealógico.
Quiero escribir historias de amor, románticas y conmovedoras, pero no me sale.
No soy romántico, le propuse a mi mujer matrimonio por teléfono, y me pareció suficiente el anillo de oro para el triplete “declaración-compromiso-casamiento” No solamente eso, al anillo lo perdí al segundo año de casado y nunca lo repuse. Mi mano es soltera desde hace diez años. Es un símbolo sin importancia (me digo) pero quizás tenga alguna repercusión en el futuro de mi matrimonio.
En algún momento se desencadenarán los reproches y ese bizantino detalle “anillístico” formará parte de la primera fila y yo sólo podré defenderme con disparos de amor, a veces más dañinos que las balas y otras insignificantes y carentes de toda fuerza.
El amor, ladies and gentelmen, es algo difícil de soportar, pero está bueno. No siempre, pero la mayoría de las veces, hace que nos sintamos refugiados y seguros. Bien dije “hace que” y “a seguro se lo llevaron preso”, pero al menos la sensación es agradable.
Amar es entregarle una gran parte de tu vida a otra persona, no es tan complicado. El problema es que no siempre se trata de la persona correcta y entonces un día te das cuenta de que en lugar de “lavarla a mano”, mandaron tu vida a una tintorería de limpieza en seco y se te estropeó y encogió demasiado. Entonces tu vida no te entra o te da vergüenza usarla. Eso debe ser triste, le he visto en muchas personas. La mayoría de ellas, en lugar de agarrar su vida y lavarla con cuidado y cariño, no, se la entregan a otra persona sin pensarlo demasiado. Otras, nunca más dejan que nadie se la lave y tampoco es lo ideal.
Siguiendo con las analogías “baratas”, a la vez de que nuestra vida es lavada de diferentes maneras nosotros debemos mantener presentable la vida de nuestras parejas y ahí vienen los agobios; que que ayer te la lavé, que que te la lavo mañana, que que ponétela así que la mancha no se nota tanto, etc., etc. Porque no se trata de andar haciéndose lavar la vida y listo; también tenemos que agarrar el jabón en barra, el cepillo y la tabla de lavar y darle duro y parejo a la vida de quien nos acompaña.
Cuando se alcanza un estado de conformidad con la forma de limpieza de tu vida y la de tu pareja, se llega a un equilibrio donde las pulcritudes y las manchas pasan a un segundo plano y se consigue una tranquilidad de espíritu más o menos recomendable. ¿Cuánto se tarda en lograr eso? Días, años, nunca, durante períodos, que se yo. En mi caso demoró unos siete años, quizás ocho. ¿Lo logré? Vaya uno a saber. A veces pareciera que sí.
Quizás la clave sea la libertad, y no hablo de libertad descontrolada y come caminos, la libertad es mucho mas intangible que eso, la libertad es un sentimiento de poder hacer y decir cosas sin el peligro de lastimar a la pareja. O al menos lastimándola de manera superficial sin llegar a heridas graves. O al menos lastimándola de verdad, pero sin el peligro de “todo se va a la mierda”
¡Háblenme del amor, señoras de grandes pechos y hombres bien dotados! ¡Cuéntenme de qué se trata esa vaina!
Yo sólo sé la parte que me ha tocado, pero debe haber tantos matices inimaginables y posiblemente más coloridos que el mío, no digo mejores porque yo soy un afortunado. Muchos me envidian, sin ir más lejos, mi vecino Eric a veces me consulta sobre como manejar situaciones insostenibles con su esposa. Insostenible es Eric, con sus ciento y pico de kilos. Mucho para su mujer, tan pequeñita. Pero ella es fuerte, claro que no es simpática, ni Eric lo es. A veces les sugiero que alguno de los dos debería reírse, aunque el otro se enoje, pero ellos insisten con la seriedad y pulcritud.
Ella se viste como una señora, siempre con pantalones negros sueltos y camisas blancas aburridas. Me gustaría preguntarle si al menos la ropa interior es sexy, todavía no hay tanta confianza para eso. Eric, en cambio, usa ropa ajustada, generalmente Lacoste o Ralph Lauren, que le queda bastante mal considerando las dimensiones de su estómago.
Creo que no pueden salirse de su “10 years plan” y por eso andan serios y con problemas. Porque son tan afortunados que es seis años completaron el plan, pero son tan americanos que deben esperan cuatro años para trazar uno nuevo. El plan era: doscientos cincuenta mil por año: se reparten entre 140 ella y 130 él; la casa de sus sueños: lista y habitada; hijo: la niña no salió linda pero es sanita; hasta tienen camionetas costosas e iguales (una negra y una blanca)
¿Dónde está el problema? Lamento decirlo pero debe ser sexual. Cuando tenga confianza para hacer preguntas de ese tipo, me enteraré de lo que realmente me interesa.
Mi otro vecino, Philix, un cincuentón “made in Rusia” con esposa al tono, creo que es feliz. Claro que es ruso y nunca va a contarme sus problemas. Pero se lo ve contento al hombre, siempre rodeado de amigos y de hijos.
¿Es el amor el que define la felicidad? No tengo idea. Antes pensaba que el sexo y la comida mandaban, pero cuando las hormonas se tranquilizan se esperan más cosas además de comer y coger bien.
aclaracion: este escrito no tiene remate, puedo seguir escribiendo sobre él, la bola seguirá siempre girando y las conclusiones serán efímeras, como yo, que desaparezco lentamente