El hombre es malo por naturaleza, en algunas ocasiones se vuelve bueno y en ese momento pierde la libertad.
¡Nadie podrá acusarme de ser buena persona! Repite hasta el cansancio un gran amigo, no mío porque es demasiado malo, pero creo que tiene algunos que son malos como él.
Los niños son la prueba de que la maldad está en la pureza, son sádicos, violentos, desordenados, desconsiderados; y lo peor de todo es que aprenden con velocidad todo lo que se les cruza.
Cuando un niño es bueno llama la atención, supongo, porque no es natural que sea así. De los niños buenos se desprenden dos situaciones que lo llevaron a eso: O una gran represión exterior, o un grave problema interior a base de complejos.
Por supuesto que es mucho más cómodo tener en casa a un niño bueno, pero como padre debo preocuparme de que mi hija trabaje su maldad de la mejor manera para que viva una niñez saludable.
Desde hace tiempo me pregunta sobre la bondad de ciertos personajes:
¿El Papa es bueno? ¿Kirchner es bueno? ¿Bush es bueno? ¿Vos sos bueno? ¿Mamá es buena? ¿Tus amigos son buenos? ¿Las monjas y los curas son buenos? ¿María Elena Walsh es buena? ¿Los perros son buenos?
A todas las preguntas le contesto lo mismo: Masomenos, nadie es malo ni bueno o mejor dicho, todos somos un poco malos y un poco buenos. Entonces, enojada con mi respuesta dice: ¡Mamá, papá dice que vos no sos buena! Y ante la cara recriminatoria de mi mujer agrego: Si fueras buena no nos habríamos casado.
Demostrarle a mi hija lo imprescindible de la maldad (en la justa medida) para una vida saludable es hasta el momento el trabajo más arduo que he enfrentado como padre.
Mi empeño se debe a que debo haber sido un niño bueno y mis recuerdos de la niñez no son los más agradables. “Mientras uno anda con otros chicos buenos la situación va bien, pero al momento de cruzarse con alguno de esos mal llamados malos (hoy les llamo normales) todo se complica” Y el mundo está lleno de niños normales.
Uno de los síntomas que demuestran que alguien se está VOLVIENDO BUENO es la CONSIDERACIÓN HACIA EL PRÓJIMO. Ese elemento nos transforma en personas adaptadas y confiables. De la consideración se desprende la responsabilidad y desde ahí a la beatificación ya quedan pocos pasos.
Una vez que ya somos buenos, necesitamos lo que algunos llaman la “sal de la vida” y consiste de actitudes aisladas donde la consideración y la responsabilidad son dejadas de lado. Hay que tener cuidado, porque esos pequeños actos aislados son adictivos y si abusamos de ellos pueden poner en peligro nuestra cómoda vida actual.
Yo fui un niño bueno hasta que me di cuenta, después fui un adolescente feliz, volví a ser considerado y responsable cuando me casé, más aun cuando nació mi hija. Hoy en día estoy en la búsqueda del equilibrio.
Cruz J. Saubidet®
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