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enero 05, 2021

Sobre el desprecio y el Rock&Roll


Siempre quise ser músico, de esos buenos, mas mis dedos nunca respondieron a mi oído y mi voz fue incapaz de armonizar con la guitarra, por eso ando escribiendo por el mundo, no por vocación ni amor por las letras sino por simple y llana frustración ante mi incapacidad musical. 
Pero esto no se trata de mí, al fin de cuentas a quien le importa, esto es acerca de música y odios vicerales. 
 El riff de Joselo Manrique o Nortencho era fácilmente reconocible, casi todas sus canciones comenzaban igual y se diferenciaban después de treinta segundos. La idea estaba buena, el efecto sorpresa era real y los fanáticos no podían reconocer lo que se venía por los primeros acordes. Gustaba y molestaba a la vez y eso explicaba su convocatoria a la hora de las presentaciones. 
 Nortencho tenía plata por su familia dueña de una fábrica de productos plásticos dónde trabajaba de lunes a viernes de once a cuatro de la tarde, porque a pesar de ser una estrella de rock o algo así, debía mantener la empresa a flote junto con sus dos hermanas. 
 Gracias a sus ingresos como empresario podía darse algunos lujos poco comunes en una banda poco exitosa. Tenían un camioncito donde guardaban los equipos, una sala de ensayo en la parte de atrás de la fábrica y lo más importante; estaban los tres bien alimentados. 

 Mario Estittoli era un virtuoso de la guitarra, la púa y los dedos se hacían invisibles en los largos solos de cada una de sus canciones. Si bien el público junto al escenario valoraba los solos e idolatraba a Mario, con el tiempo muchos de sus seguidores comenzaron a aburrirse al detectar inconscientemente cierta soberbia en el músico. De esa manera, mes tras mes metían menos gente en los lugares de rock que no eran tantos en la zona norte del conurbano. Joselo y Mario tocaron muchas veces en la misma noche o en shows barriales al aire libre, y a pesar de que nunca se tuvieron cariño ni respeto siempre se saludaron con fingida amistad. 

 Musicalmente no estaban muy lejos, power trío, ambos en busca de una mezcla metal sinfónica, ambos líderes de sus bandas, ambos poco innovadores aunque Nortencho consideraba que su originalidad al comienzo de todos sus temas era insuperable y Mario alardeaba de su capacidad con los solos y letras de contenido social. 
 En el circuito de Rock&Roll de zona norte, allá por el 2000 había unas veinte o veinticinco bandas y Mario y Nortencho punteaban en el ranking humilde de convocatoria y eran de la pequeña elite de los que cobraban unos mangos sin depender de las entradas vendidas. 

 La crisis del 2001 afectó a ambas y Mario fue el más perjudicado por la falta de dinero y energía del público a la vez que Joselo decidió enfocarse en los plásticos para evitar la quiebra de la empresa. Nunca desarmaron las bandas pero Mario tuvo que aceptar un trabajo de guitarrista en un grupo bastante exitoso de zona oeste, empleo que no disfrutaba y que lastimaba mucho su ego ya que se consideraba muy superior al líder de la “mercenaria agrupación”. 

 En 2002 el baterista de Mario se mudó a Brasil junto con el bajista de Joselo y un par de músicos de la zona hartos de cagarse de hambre. Ambos reemplazaron una y otra vez las ausencias pero no lograban encontrar la coordinación y armonía de antaño. Y a su vez el desprecio entre ambos creció por culparse mutuamente de las perdidas. 

 En 2003 un grupo de gran convocatoria tocaba en la plaza de San Isidro y Joselo y Mario fueron invitados como soportes. Tocaron tres temas cada uno y luego comenzó el recital principal. Sucedió que el cantante invitó a Mario y a Joselo por separado a tocar un cover de Pink Floyd (wish you were here) Así fue que Joselo subió al escenario con su riff de siempre y Mario se esforzaba por que su “solo” sonara perfecto y lograra tapar el chinguichingui de Joselo. En ese ida y vuelta estuvieron seis minutos para deleite del público que estaba presenciando una guerra maravillosa de guitarras y egos desde puntos opuestos de la tarima. Es difícil describir la música, pero si cerraba mis ojos había mucho odio y desprecio y a la vez belleza. 
 El cantante de la banda, que además producía, vislumbró la posibilidad de juntarlos y ver los resultados. No fue una tarea sencilla, los ensayos y la elección de canciones fueron batallas campales y hasta llegaron a encontrarse en el escenario habiendo practicado por separado las canciones de uno y otro. 
 Grabaron un CD con cuatro covers y tres canciones de cada uno. Hicieron tres presentaciones y las críticas fueron generosas. 
 Pero el desprecio entre ellos no decreció, todo lo contrario, y por eso decidieron dejar de tocar juntos. Un par de temas sonaron un tiempo en las radios, maravillosamente enojados y armoniosos. 

De vez en cuando los escucho y revivo esos años interesantes del rock. Después yo me vine a USA y el Kirchnerismo les sacó a casi todos los músicos el enojo opositor indispensable para la buena creación. Pero no importa, con Joselo y Mario aprendí que muchas veces el odio puede generar cosas muy buenas y que el amor está extremadamente sobrevaluado como elemento creador.

Cruz J. Saubidet®

noviembre 06, 2018

Sobre relaciones con fantasmas y el Heavy Metal


A veces, las cosas raras o simples casualidades las tomo de forma natural y me lleva años darme cuenta de las posibilidades narrativas de la historia. Ayer estuve escuchando AC-DC. Y caí en la cuenta de que todo acontecimiento humano tiene un destino narrativo y está en el escribidor la responsabilidad de hacerlo entretenido. Eso trato.

No tengo idea si está vivo, hace un tiempo lo busqué por las redes sin suerte y cada tanto pego una espiada, pero nada. Es un fantasma y eso tiene mucho sentido porque el Perro siempre fue un poco hectoplasmático, desde su aspecto hasta su actitud escurridiza y antisocial.
Hay muchas formas de amistad, pero la más inexplicable es aquella dónde no se puede esperar absolutamente nada del otro, ni siquiera una charla en algún momento especial. Me gustan esos amigos, más que nada porque me obligan a comportarme igual y entonces cada encuentro tiene algo mágico, irrepetible y espontáneo, cosa difícil para estos tiempos de tomaydacas. Cada encuentro con el Perro corría riesgo de ser el último hasta que lo fue aquella noche, veinte años atrás, en el club República del Oeste. Claro que yo había tomado como el último el anterior, seis años antes en la costanera, cuando el Perro saltó el tapial del Lawn Tenis para afanarse pelotas de tenis, que eran una excusa más para desatar su adrenalina. Yo lo esperé afuera y cuando volvió con tres pelotas en cada bolsillo, caminamos hasta la orilla y las tiró al agua. Esa tarde me contó que tenía una novia llamada Mariela y que era un poco drogadicta, un poco dijo, y si el Perro consideraba a alguien de esa forma se trataba de algo serio. Todos los “un pocos” del Perro equivalían a un montón de cualquier cristiano cuerdo. Cuando se declaraba un poco en pedo, el Perro no podía caminar; un poco de hambre del Perro significaba comerse una cebolla cruda de tres bocados.
Usualmente las personas como el Perro me intranquilizan, siempre al borde de todas las emociones explosivas, uno tiene la duda de si te van a pegar un tiro o clavar un cuchillo por una pavada. Sin embargo nunca me pasó con él, algo me tranquilizaba y aseguraba que nunca se pasaría de rosca conmigo, y nunca pasó y lo he visto cagarse a trompadas con amigos por huevadas.
Estar con el Perro era como escuchar Heavy Metal del bueno, esa intensidad y violencia musical actúan como una aspiradora de la violencia propia, y eso me trajo al Perro a la memoria, porque a mis cuarentaylargos vengo a descubrir que el efecto de la música pesada es el contrario al que creí toda mi vida y, sin ser fan, un buen AC-DC o Sepultura me relaja más que Jorge Drexler.
No voy a sobrevaluar a mi amigo, no era gran tipo, era impresentable, violento, ladrón de pavadas, borracho, tomaba cualquier droga, pero debo valorar que nunca de los jamases me presionó ante una negativa de acompañarlo en sus vicios y hasta alguna vez me preguntó si me jodía que se clavara una pasta estando conmigo. Mi respuesta era la del libre albedrío, pero estaba claro que si se caía lo dejaba tirado y me iba a la mierda. Incluso, la tarde de las pelotas de tenis, lo dejé durmiendo contra la pared de un kiosco a las siete y me volví casa sin un atisbo de culpa.
La noche en el club, había acompañado a unos amigos a un recital de una banda horrible, allí me lo encontré al Perro, igual, con ese abrazo franco y esa cerveza en la mano. Conversamos casi sin escucharnos por el ruido, me contó que trabajaba con el padre y alquilaba una casita cerca de la cancha de Colón. Seguía con su aspecto fantasmagórico y seguía emanando esa paz tan violenta. En el amor andaba un poco mal, Mariela había muerto hacía un par de años y él estaba limpio desde ese momento, aunque ya estaba un poco podrido de su vida.
Nos despedimos a las cuatro de la mañana, él más mamado que yo, y fue la última vez. Hasta el momento.
Másvaleasí.
Cruz J. Saubidet®

marzo 28, 2018

Un perro en el camino

Hace muchos años, en uno de mis veranos indigentes pero felices en el sur de Argentina, conseguí un lugar para dormir en una tapera cerca de un arroyo. Era más que nada un techo protector sujetado por unos trocos finos que dejaban pasar el frío y la luz de la noche de tormenta. Noche medio inquietante, silenciosa y desprotegida. Alrededor de la medianoche unos ojos se posaron en la entrada, ojos brillantes y aterradores. Acto reflejo agarré mi cuchillo y esperé su primer movimiento. Los ojos no se movieron por veinte minutos, yo tampoco hasta que un relámpago dejó al descubierto la calidad de perro de mi visitante. Nos hicimos amigos y me siguió durante cuatro días en mis paseos andinos. 

Después nos abandonamos, pero quedé en deuda y luego de veintipico de años decidí escribirle un cuentito. Su camino había sido dilatado, venía del norte quiero creer. Sin saber la razón, alguna fuerza desconocida lo incitó a correr. Mucho tiempo de ello, tal vez pasaron años.
Por algunas semanas su instinto le hubiera permitido el regreso pero no, esa fuerza oculta e inexplicable lo obligaba a seguir, siempre adelante. Unos días luego de su huida, recayó en un pueblito. Una gran ruta siempre transitada. Sin pedirlo siquiera, le dieron algo de comer en la puerta de un bar, no mucho, unos pedazos de carne cocida y bastante negra, comerlos le dio sed, salió corriendo y cruzó la ruta. Un estruendoso sonido agudo casi lo paraliza, saltó y en ese mismo instante vio una gran sombra que lo cubría. Ya podía estar inmóvil, temblaba quieto al costado del camino. Siguió su rumbo esa misma tarde, esquivando las rutas grises y buscando senderos terrosos que prometían mayor seguridad. ¿Dónde iba? No era una pregunta que se hacía. ¿Qué buscaba? Nada más que sosegar el instinto que lo regía, a veces contra su voluntad.
Durante meses caminó por caminos de tierra, varias veces estuvo tentado a asentarse en lugares donde era bien recibido y la comida no faltaba. En este país la comida no faltaría nunca, si no es en un plato, será cazada de una zanja en forma de cuis o perseguida en campos como liebre, perdiz, mulita, etc.
Pero su instinto lo condicionaba al ruedo de caminos, debía seguir. Los campos verdes y las estaciones transformaban el paisaje. Cruzó ríos por puentes o a nado, vagó por campos desérticos, por montes cerrados y por trigales brillantes.
Llegó el momento que su olfato ya no recordaba su procedencia, incluso su nómada vida no le permitía atesorar demasiados olores. Estos cambiaban día a día, mes a mes, año tras año.
 Los campos se habían tornado áridos, el clima ventoso y la caza complicada, no por falta de habilidad sino por la escasez de presas. Por eso, luego de casi dos años de caminar hacia el sur, cambió su rumbo hacia el poniente. Más de un mes hubo de seguir ese periplo para que la situación mejorase. Había adelgazado bastante y se tornaba difícil procurarse agua. A duras penas la conseguía y llegó a comer serpientes y bichos que no conocía.
Vio el lago de lejos y corrió a su encuentro, no esperaba tal frescura del agua, salió temblando de frío, el calor del sol volvió a templarlo. A su alrededor todo era verde, los árboles altos con sus ramas lejanas no dejaban de asombrarlo. Se acercó a una casa, afuera, bastante gente sentada comía sin prestarle atención. Un hombre lo observaba, lo vio flaco y le ofreció alimento. No se movió de su lado hasta quedar saciado. El hombre se levantó, saludó a sus condiscípulos, se dirigió hacia una camioneta y lo llamó. No entendió el llamado, los años lo volvieron parco. Volvió el hombre a llamarlo y él se acercó. Lo invitó a subir a la camioneta, de un salto trepó a la caja. El camino era extraño, la tierra y las piedras se elevaban y descendían abruptamente. Se durmió.
Despertó en una ciudad, las calles eran azules o grises. Llegaron a una casa. El hombre descendió y caminó hacia la entrada. Dudaba de bajar, no lo hizo hasta que el amigo se perdió tras la puerta. Bajo la camioneta el pasto era agradable. Era de noche. No tenía hambre ni sed. Se durmió.
Despertó antes que el Sol se asomara, caminó por el barrio, todo era silencio. Escuchó que lo llamaban, corrió hasta la camioneta y trepó otra vez, el hombre le dio algo de comida. El viaje fue largo y lo irregular del terreno lo volvía monótono. Era mediodía, llegaron a un sitio campestre. Salió un hombre de una vivienda y saludó al conductor con amabilidad. Bajó de la camioneta y se acercó a una de las construcciones. Un gruñido lo puso alerta. El perro ovejero lo miraba con desconfianza y emitió un ladrido. Era grande el enemigo. Corrió hacia la loma. El ovejero se aburrió de perseguirlo pero él siguió la carrera. Desde la altura observó el pasto que brillaba y a lo lejos una mancha negra.
No le gustó y caminó hacia su derecha. La sed lo llevó hasta un arroyo, tomó agua y siguió caminando por la orilla. El suelo se hacía pedregoso y encontró una tapera. Allí pasó la primera noche. Sus necesidades estaban cubiertas, consiguió algunas presas y había buena agua. Era el momento del reposo. Decidió asentarse, le gustó el lugar.
 Observó que alguien se acercaba. Entró a su casa. Esperaba que se fuera pronto, no sucedía. Llegó la noche, la persona prendió fuego. Percibió que el pájaro con el que convivía seguía adentro, decidió imitarlo. Se acercó a la entrada con sigilo. Apreció el temor del invasor, sabía que por miedo se pueden hacer locuras, así que no se acercó. Pasaron unos minutos y el hombre lo llamó, desconfiaba, a pesar de ello avanzó sigiloso. Ante el segundo llamado se puso a su lado. El hombre ya no le tenía miedo y le tocaba la cabeza. No recordaba cómo eran las caricias, gruñó sin pensarlo. Le gustaron, quería más, el hombre lo percibió y volvió a tocar su cabeza. Se sentía bien, ya no temía y apoyó su cabeza en los pies de su nuevo amigo.
Cruz J. Saubidet®

octubre 11, 2017

Trabalenguas

No es el Obispo de Constantinopla ni los tres tristes tigres; es Pablito, que por andar clavando un simple clavito emula muchas cosas que pasan en el mundo y no sabría explicarlo con ejemplos verdaderos.
Pablito clavó un clavito en la mano de Jorgito. Eso está muy mal dijo la mamá de Jorgito, pero ella había sido la que solicitó a Pablito en primera instancia clavar el clavito.
Cuando la mamá de Jorgito pidió a Pablito clavar el clavito, no tuvo en cuenta que Jorgito se acercaría a Pablito mientras clavaba el clavito.
Jorgito poco sabía de clavar clavitos y rondaba a Pablito queriéndolo ayudar. Pablito no soportaba a Jorgito.
Pablito admiraba y respetaba a la mamá de Jorgito, y un poco la deseaba. Jorgito quería ser como Pablito pero su mamá lo sobreprotegía.
La mamá de Jorgito solía usar a Pablito para clavar clavitos y poner foquitos. Jorgito se sentía menos ya que su madre prefería la ayuda de Pablito a la de su propio hijo.
El papá de Jorgito usa barba candado y tiene una camioneta muy grande.
Pablito le dijo a Jorgito que posiblemente su padre tenga el pito pequeñito dada su gran camioneta y su estilo de barba.
Jorgito preguntó a su mamá si eran ciertas las afirmaciones de Pablito sobre el pito de su padre.
La mamá de Jorgito reprendió a Pablito por sus comentarios aunque no lo castigó y por lo tanto le permitió seguir clavando clavitos y poniendo foquitos.
Entonces Pablito le dijo a Jorgito que su mamá debía ser medio atorranta porque andaba siempre con camisetas apretadas.
Y Jorgito sintió que debía castigar a Pablito, con mala suerte, ya que Pablito estaba justo clavando un clavito que le había pedido la madre de Jorgito.
Nunca sabremos si fue a propósito que Pablito clavara un clavito en la mano de Jorgito o si se trató de un accidente.
Sabemos que Jorgito tuvo que darse la antitetánica porque el clavito que le clavó Pablito estaba oxidado.
La mamá de Jorgito perdonó a Pablito y le sigue pidiendo que cambie los foquitos y le clave los clavitos.
No sabemos las dimensiones del pito del papá de Jorgito, pero pensamos que es muy posible que no sea muy grande.
No sabemos si la mamá de Jorgito es o no es atorranta, pero tiene pechos bonitos que resaltan bajo camisetas ajustadas.
No sabemos dónde Pablito clavó un clavito.
No sabemos quién es realmente Pablito, sólo sabemos que clava clavitos, pone foquitos y critica a las personas.

Cruz Saubidet®

mayo 31, 2007

Un coleccionista frustrado (Diálogos conmigo mismo)

Por razones incomprensibles para un despojado como yo, muchísima gente ocupa su tiempo en el arte de coleccionar elementos de todo tipo y color.
En concordancia con su poder adquisitivo (o no en casos patológicos), el ser humano a lo largo de los años se ha dedicado a recopilar una enorme cantidad de cosas en función de satisfacer un ansia acaparadora o quizás por lisa y llana fanfarronería.
Desde estampillas postales hasta autos lujosos pasando por juguetes, trenes a escala, libros antiguos, billetes de todos los países, pasajes de avión, colectivo o subterráneo, ollas y sartenes, obras de arte, descubrimientos arqueológicos, fotos de paisajes o de mujeres desnudas, tapas de gaseosas, latas de galletitas, velas, fósforos, mates, cuchillos, discos, perfumes, pelucas, trofeos, etiquetas de cigarrillos, etc.; todo lo que pueda ser juntado, guardado, cuidado y mostrado es digno de alguna colección.
Y no solo las personas, las instituciones coleccionan sus logros en forma de placas recordatorias o trofeos conquistados y los países compilan en sus páginas de historia (o en sus territorios) una buena recopilación de triunfos y conquistas por sobre otros.

Yo carezco de paciencia y por eso mi mente no está preparada para esperar la llegada de nuevos elementos a reunir en un grupo homogéneo.

-Parece que venimos sin muchas ideas Saubidet, mire que ponerse a escribir sobre colecciones justamente usted.
-¿Cuál es el problema? Puedo hacerlo, lo que no puedo es hacer empatía con los coleccionistas.
-¿Nunca coleccionó alguna cosita?
-Una vez, de chico, empecé una colección de etiquetas de cigarrillos, pero al segundo día me aburrí de caminar las calles juntando paquetes, peor aún, descubrí que de esa manera nunca iba a lograr las difíciles, esas que decían “made in USA”, así que abandoné.
-¿No tiene nada guardado de su paso por este mundo?
-Me queda mi hija, pero no existen pruebas de mi paso por el colegio, ni apuntes de la universidad, ni siquiera tengo muchas fotos de amigos o chicas que desvelaron mis días.
-Podría empezar como Umberto Eco, a juntar escritos con un tema referencial como la niebla.
-Me aburre, muchas veces cuando cierro un libro pienso en transcribir algo, pero el tiempo destruye la idea.
-O sea que usted es vago, coleccione algo, como aquel conocido nuestro que juntaba imágenes de clítoris, ¿se acuerda? Esa sí que era una buena colección, las cosas que descubrimos del sexo con esas fotos escondidas.
-También recuerdo al médico kenyano que coleccionaba en tarritos de vidrio los clítoris que extirpaba cada día.
-No me invente, no creo que exista alguien así.
-Usted no se imagine, absolutamente todo, cualquier pavada que exista, va a encontrar alguien dispuesto a coleccionarla.
-Y
ebay para conectar a los fanáticos.
-En muchos casos, la llegada de la Internet y la accesibilidad a todo y a todos, le quitó heroísmo al hecho de encontrar nuevos elementos de colección. Nuestro amigo, recuerda, cuando Internet comenzó a mostrar clítoris a diestra y siniestra, perdió el entusiasmo y no estoy seguro que siga juntando las fotitos.
-Pero al menos en la cabeza debe guardar una colección de recuerdos.
-Eso sí, incluso en la computadora también guardo muchos escritos, pero tanto el cerebro como el disco de la PC pueden sorprenderme una mañana y aparecer en blanco, puedo hacer back up de la PC, pero no del cerebro.
-Ya lo van a inventar, no se preocupe.
-Si el cerebro tuviese un buscador podría ordenar y coleccionar los recuerdos, un día coleccionaría todos los asados y guitarreadas con amigos, otro los amores que hicieron cosquillas en el pecho, otro las charlas de madrugada con el mate en la mano, otro las mejores frases de mi hija, otro los paisajes fabulosos, otro las mejores escenas sexuales de mi vida y así podría seguir hasta mañana.
-¿Por qué no lo hace? Ordene todo eso y escríbalo.
-Ya le dije, mi memoria es desordenada y tengo que escribir de otras cosas, aunque si se fija bien, es posible que entre tanta ficción encuentre algún pedacito de mis colecciones.

Cruz J. Saubidet®

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abril 13, 2007

CURANDERISMO, CREER O REVENTAR.

-¿Qué cura usted, Martina?
-Más que nada el empacho, dicen que soy buena con eso. También la insolación y el dolor de muelas.
-¿Es de familia?
-Mi mamá curaba mucho, ¡no sabe la gente que venía a verla!; era famosa.
-Y le pasó el poder como dicen, o es cuento.
-¡No! ¡Que va ser cuento! Primero le pasó el poder a mi hermana mayor, pero después que ella se casó con un muchacho que mi mamá no quería, se lo quitó y me lo pasó a mí.
-¿Usted es la segunda?
-La tercera, pero a la segunda hermana mía la llevó un turco mercachifle cuando andaba por los trece, la instaló en Formosa con todos los lujos y nunca volvió.
-Entonces usted tuvo suerte.
-No se crea, en ese tiempo yo quería y no quería el poder, no me hacía falta, era buenamoza, tenía muchos muchachos a las vueltas por las casas sabe.
-Me imagino que sí.
-Seguro, porque una vez que se pasa el poder, al que le llega se tiene que acomodar.
-¿Cómo es eso?
-Claro, hay que casarse, hacer familia, instalarse en un lugar.
-¿Qué edad tenía usted?
-Diecisiete creo, ya era bien moza.
-Y se tuvo que casar porque su mamá le dio el poder.
-Si yo quería no lo acetaba, pero me di cuenta de que sí que lo quería, mucho más que las otras dos, por eso me casé ahí nomás con Vastides.
-¿Y su mamá lo perdió al pasárselo?
-Eso dicen, pero mi mamá siguió curando como siempre.
-Mire usted, yo pensaba que se pasaba pero que el que lo daba lo perdía.
-Me parece que dicen eso para negárselo a los hijos, mi mamá siguió curando y yo curaba bastante bien. Al principio solo el empacho y las muelas.
-¿Y fue agregando?
-Si, una vuelta supo venir un vecino con la hija que hervía de fiebre a ver si podía hacer algo. Yo no curaba la insolación, pero estaba mal la criatura y entonce le puse el plato y el vaso en la cabeza. ¡No sabe como burbujeaba el agua! ¡Parecía que hervía! Pero el agua seguía fría. La nenita se acomodó ahí nomás. Ahí empecé a curar la insolación.
-¿Y la mamá de Rolo le enseñó algo?
-No la conoce se ve, la viejita esa, así como la ve chiquitita, tiene mas fuerza que todos nosotro juntos. Sabe que recién me empezó a querer hace pocos años, al principio no me quería ni ver.
-¿Por qué?
-Porque ella era la curandera y no quería competencia en la zona, yo tenía que cuidarme bastante de ella, trataba de mandarle todos los clientes para que no se me ofendiera. Nunca me habló, hasta que un día me mandó llamar. Yo fui en seguida, asustada sabe.
-¿Y que pasó?
-Apenas llegué me convidó una bebida que ella hace, media hora que me miraba nomás, ¡nada no me hablaba! y yo seguía parada esperando que me diga algo. Entonce se me paró en frente y me dijo: Usté es buena gente. Y yo: Gracia señora. Y pasó otro rato largo mirándome y caminando a las vueltas.
-¿Y que pasó?
-Me dijo que me esperaba los viernes a la media tarde para conversar. Y empecé a ir, Vastides se me enojaba a vece, pero yo me había comprometido con la señora. Sin hablar demasiado, nos hicimos amigas y me enseñó a curar culebrilla y los nervios.
-¿Usted cura los nervios?
-Sí, pero no puedo hacerlo mientras la señora esté cerca, me hizo prometerle eso y yo cumplo.

Si bien los males que Martina curaba eran muchos, la vieja zorra se había quedado , con derecho ya que era la maestra, con el más importante. Poseía la exclusividad de la cura de los nervios o del nervio como dicen muchos por el norte. Los nervios, alcancé a creer entender con el tiempo, son los músculos. O quizás no se trate de los músculos propiamente dichos sino que los nervios sean las lesiones musculares. Golpes de todo tipo, torceduras, posibles quebraduras que no lo eran, moretones, etc. implicaban un número definido de “nervios sacados”, los que la vieja acomodaba con unas palabras y una serie de obligaciones impuestas al enfermo. Creer o reventar, el dolor cedía con celeridad. Si la vieja comunicaba: -Usté debe ir al saco blanco-. Implicaba una complicación fuera de la definición de nervios. La señora lo descubría con tocar la zona afectada. De existir quebradura o desgarro importante, el paciente debería dirigirse al médico titulado o enfermera para que la medicina occidental se ocupe de su mal.

-Me voy a cocinar don Cruz.
-Sabe Martina, conversar con usted es una de las mejores cosas de esta zona.
-Gracia, es un gusto.

*Fragmento de Tierras Grises® Cruz J. Saubidet 2006.


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marzo 26, 2007

La historia es mal ejemplo para el presente.


Imag: Julio Cesar Unión Europea H. Chávez S. Bolivar N. Kirchner Mercosur L.I. Da Silva

La historia es entretenida, pero debemos tener cuidado a la hora de utilizarla para un proyecto a futuro. La historia es peligrosa y plagada de errores. Desde la de Roma, donde ni siquiera sabemos quien fue el verdadero impulsor del asesinato de Julio Cesar, pasando por la conquista de América hasta llegar a la “guerra del golfo” los relatores e investigadores se han sujetado de elementos y soportes no del todo fehacientes para contarnos la “verdad” de lo sucedido.

Pero que esté bien o mal contada no es un problema en sí, lo peligroso es cuando algún personaje de la actualidad busca emular a otro “histórico” a la hora de encarar sus estrategias de gobierno.

Hace dos mil años, Julio César, dominador de grandes territorios en el mundo occidental conocido ideó la posibilidad de darles representatividad en el senado romano a los nativos de los territorios conquistados y de esa forma, procurarles un respiro a sus tropas de opresión y control en sus territorios. Sin duda fue el primer gran burócrata de la historia, pero lo mataron antes de terminar su trabajo.

Dos milenios después, la Unión Europea hace algo parecido, donde los principales cuatro países del bloque le brindan acceso a otros veintitantos para asegurar la continuidad de la paz en el viejo continente. No es criticable, incluso no caben dudas que los países más pequeños y atrasados ven mejoradas sus posibilidades de crecimiento sin poner en riesgo sus supuestas autonomías.

En Sudamérica, ni Argentina ni Brasil tienen la capacidad diplomática para hacerle creer a los otros miembros del MERCOSUR que son realmente importantes para el bloque.

Chávez desde Venezuela tiene otra idea de unificación latinoamericana, pero, a pesar de querer emular a Simón Bolívar o al mismo Julio César, carece de un pasado de logros para afianzar su poderío. Porque Bolívar recorrió Sudamérica a Caballo antes de ser poderoso, César pasó décadas conquistando y sometiendo pueblos en África y Europa antes de reclamar el poder absoluto y el presidente venezolano solo tiene un pasado de soldado y ni siquiera una gran preparación intelectual. Así y todo, en un continente pobre y desplazado la ideas cargadas de falacias sobre igualdad y justicia social prenden con facilidad.

En Argentina, el presidente utiliza la historia cercana para brindar una imagen de justiciero y asegurarse el cariño de muchos, pero supongo que esa estrategia no puede durar para siempre. Para mantenerse encumbrado va a tener que cambiar la forma de hacer política, que sigue igual de sucia que hace diez, treinta o cincuenta años. Claro que ese cambio drástico trae consigo una cantidad de peligros (la historia nos muestra la cantidad que han caído en el intento) pero cuando se lo escucha en sus discursos fervorosos todo hace suponer que tiene la fuerza necesaria, ¿o son solo palabras que se llevará el viento? Es triste, pero parecen ser eso.

Por todo esto considero que si lo que se pretende es “Hacer Historia” no está mal leer a los antiguos, pero es imprescindible la innovación profunda y pensada para que el objetivo se vea cumplido.

Por ahora vamos mal.

Cruz J. Saubidet®


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marzo 18, 2006

De computación y fantasmas del pasado


De más está decir que la PC ya forma parte de los electrodomésticos de la casa y que el manejo de la misma significa para la nueva generación lo mismo que calentar un café en el microondas o hacerse una tostada. Las manos de los niños ya están amoldadas a la forma del Mouse y no sienten el temor que sentíamos nosotros (y todavía muchos), que al tocar algo equivocado, el sistema se destruiría y perderíamos toda la información. Los niños no, ellos toman el Mouse y saben hacia donde quieren ir (y llegan). Cuándo aprenden a escribir comprenden, con esa nueva inteligencia, que poniendo una palabra en Google, msm o Yahoo! Encontrarán rápidamente lo que buscan. De esa manera llegan del colegio con el nombre de un nuevo juego u otra novedad y apretando un par de teclas y haciendo unos clicks llegan sin problemas a su objetivo.
Mis comienzos con la computación fueron allá por el 90, conseguí que me trajeran una “286” al trabajo y, con la ayuda de un librito y un poco de ánimo investigativo fui poco a poco descubriendo sus posibilidades.
No tenía Windows, solo DOS con su c:dir/w. Con ella me adentré en las hojas de cálculo de la mano del antiguo QPro al que le hacía sacar humo y un día descubrí el “banner” y me divertí mucho haciendo carteles.
Luego, en otro trabajo, fui aprendiendo algunas cositas del foxPro2 y ya que estaba aprendí bastante de Excel y Word. La Internet era algo lejano aún en Argentina y creo que recién en el 98 empecé a usar el e’mail solo para trabajar. Después tuve mi cuenta de Hotmail y más tarde mi computadora con Internet en casa, todo a ritmo lento como la conexión gratuita de dial up.
En mi último trabajo previo a venirme a Nueva York, mis conocimientos de computación se incrementaron. Yo sabía un poco más que la mayoría y debía esforzarme para no perder el puesto privilegiado de hombre de consulta en temas informáticos. Para ese momento manejaba con destreza el Excel, el Access, el Word, Internet, algunos programas de edición de sonido y el programa de gestión Tango con el que fui autodidacta y creo que no logré hacerlo funcionar al máximo.
Siempre me abracé a la prueba y el error para aprender sin maestros, aunque debo agradecer a muchos que supieron darme las respuestas justas en pavadas, por ejemplo el uso de las funciones como el F2 para modificar columnas de Excel sin rescribirlas; pavadas, pero de gran ayuda en lo que a ahorrar tiempo se refiere.
Desde hace dos años no importa donde sea mi lugar de trabajo siempre y cuando un teclado y una pantalla estén frente a mí. El Word es mi más fiel compañero aunque a veces suele traicionarme y la Internet se ha tornado un medio imprescindible para estar comunicado, informado y ayudado en una infinidad de dudas que se me presentan cuando escribo.
Luego vino el blog dándome la posibilidad de ser leído por gente desconocida y donde escribo de lo que se me ocurra sin importar pautas editoriales. El blog significó la apertura a las plantillas html de las cuales jamás imaginé su grado de flexibilidad. Esta página es como un hijo, no solo escribo en ella sino que trato de embellecerla, hacerla cómoda, poner musiquita de fondo y otras pavadas a las que le dedico más tiempo del que debiera.
Mi hija sintió el cariño que yo le entregaba a este blog y, quizás por celos o por acompañarme, aceptó crear el propio ante mi propuesta. Así nació una complicidad que mantendremos hasta que se aburra y no quiera escribir más, o tal vez con el tiempo logre quererlo como yo lo quiero y le dedique (como yo) más tiempo del merecido.
También me gustan los juegos, y mucho, aunque es imprescindible que no requieran más de tres botones para operarlos. Mi computadora tiene en sus interiores una gran cantidad, aunque todos fueron creados hace más de 10 años. Son aquellos con los que desperdicié tanto dinero y con los que pasé tantas horas en mi niñez y adolescencia. Debo confesar que me asombraban mucho más instalados en las consolas que viéndolos en la PC, pero me traen gratos recuerdos y puedo manejar la mayoría sin dificultades.
Mi juego preferido y por ende simple es el WiniGolf que solo requiere el uso del mouse y un poco de percepción extrasensorial para colocar la pelotita donde quiero.
Hace unos días llegó a casa el Play Station 2 (PS2) con su infinidad de posibilidades. Por ahora hay un solo juego que no logro manejar con destreza, el joystick tiene demasiados botones y como si fuera poco tiembla. Mucho para mí, seguiré con mi PC que siempre esta quieta y hace lo que le digo.
También tengo una laptop muy bonita y dos veces más rápida que mi PC, pero aun no le he tomado cariño ni me he familiarizado con el teclado. Por eso ha pasado a ser de mi esposa y yo sigo con mi Celeron 2.7 con monitor grandote.
¿Seré un antiguo?
Cruz Joaquin Saubidet®

febrero 14, 2006

SUEÑOS RAROS


Estos días de fuerte gripe y sueños interrumpidos, a mi subconsciente se le ha dado por soñar con la historia Argentina.
Suena extraño quizás, pero todo tiene su lógica, pues he pregonado desde aquí que la historia está cargada de gruesos errores y por ello me cuesta hasta lo imposible creer en ella.
La noche del viernes para el sábado soñé que debía caracterizar a Bernardino Rivadavia y a Juan Manuel de Rosas. Yo trabajaba en un periódico y mi escrito tenía que relatar dos fotos parecidas (eran Rivadavia y Rosas) pero sin criticar a ninguno de ellos pues estaba seguro de mi muerte si lo hacía.
Creo suponer que la disyuntiva onírica provenía de un artículo que había escrito para el diario sobre las caricaturas de Mahoma en el cual me había esforzado por ser imparcial y no creo haberlo logrado.
Del sábado al domingo soñé con Sarmiento, en este caso el bache se producía al momento que mi subconsciente no poseía demasiada información sobre los actos de gobierno de Domingo Faustino y sí aspectos de su personalidad progresiva, liberal y extremadamente racista. Debido a la falta de información antedicha, el sueño giraba en torno a banalidades, pero me exigía acumular información para continuar durmiendo tranquilo. A las tres de la mañana, después de tres repasos del mismo sueño opté por despertarme y hurgar entre mis libros alguno que hable del hombre. A las tres y media, totalmente desvelado, me sumergí en un libro de Felipe Pigna que, al menos para los requerimientos de mi sueño, me sirvió de ayuda. Apagué la lámpara en los márgenes del día, pero los sueños subsiguientes no se vieron reflejados en las lecturas.
Del domingo al lunes soñé con indios. Fue un sueño muy triste, desesperanzador. Los indios se iban al galope hacia el sur, siempre galopaban. Yo sabía que alguien los perseguía, pero como iba con ellos no me daba vuelta para mirar quienes eran. Me desperté cansado y transpirado, con un nudo en la garganta y una necesidad de leer sobre las conquistas de las tierras de los indios argentinos.
En eso ando, descreyendo un poco de cada autor, pero formándome un panorama de cómo puede haber sido esa matanza.
Anoche no soñé, estaba debilitado por las noches anteriores. Hoy me desperté a las cinco de la mañana y ya no pude seguir durmiendo.

enero 25, 2006

¿HISTORIAS VERDADERAS? (Diálogos conmigo mismo)


Terminé la novela, todavía no me animé a releerla aunque cada capítulo nuevo significó la relectura y corrección de los dos anteriores. En conclusión: escribí más de 400 páginas de las cuales solo quedaron poco más de 190 dignas de la historia.
Como dije días atrás, para un pelagatos terminar una novela significa comenzar la etapa más complicada, hacia allí voy.
Evo Morales ha ocupado bastante mis pensamientos, más por lo que representa que por su persona. Medité sobre los aborígenes, la conquista, en Pizarro y sus hermanos en Perú y Bolivia haciendo más política que guerras y sometiendo al pueblo indígena de una forma demasiado sencilla para ser cierta.
Pensé, no se por qué, en Álvar Nuñez Cabeza de Vaca. Supuse que de haber sido compañero de Pizarro, a ambos les tomarían el pelo en el colegio, aunque más pena me dio Pánfilo de Narváez (Jefe de Álvar), que para colmo lo mataron mientras paseaba por las playas de la Florida a pesar que traficaba con oro y no con drogas.
Pero Álvar zafó aunque estuvo seis años preso en una isla. De alguna manera se escapó y logró regresar a España donde, lejos de descansar, aceptó venirse de adelantado al Río de la Plata. Y se vino, y de culo inquieto nomás descubrió las cataratas del Iguazú que estaban a 1600 kilómetros de su rancho.
“Tarde o temprano terminan en cana” diría cualquier cura de la época, era verdad, muchas veces los adelantados y conquistadores amasaban tales fortunas que se volvían incómodo al rey, pero en el caso de Álvar, el rey se enculó porque se negaba a maltratar y actuar con barbarie para con los indios. Así que tuvo que volver y lo mandaron en cana a África donde debió esperar durante doce años el perdón de su majestad. No quiso festejar, en cuanto regresó lo nombraron no sé que cosa en Sevilla, pero tomó lo hábitos y se metió a un monasterio donde murió pocos años más tarde.
-Le agarró por la historia Saubidet.
-En realidad la evito porque se presta a que te remarquen los errores.
-A mí me pasa con las anécdotas, no las puedo contar con familiares cerca porque aseguran que invento la mitad de lo que digo.
-Doy fe de ello, usted tiende a la exageración y/o la fabulación.
-Podría irse un poco a la mierda y desde allí contarme por que le agarró por la historia.
-Mi concepción de la historia es más o menos como sus anécdotas, suelo creer la mitad.
-Mire usted, tantos escritores han gastado tinta y usted viene y los refuta, así nomás, sin preámbulos y con soberbia.
-Es mi problema, no puedo creer en nada. La historia se basa en documentos, ¿mire si algún chistoso inventó la batalla de Waterloo o la exageró? ¿O la conquista de Australia o la de América?
-Está diciendo boludeces otra vez.
-No es joda, un documento erróneo puede cambiar una gran cantidad de acontecimientos.
-¿Para que piensa en eso?
-Porque pienso. Imagínese cualquier revolución o guerra, si quiere del mes pasado. Por cada enfrentamiento vamos a tener la documentación de dos o más bandos. No tenga dudas que las historias, los motivos y los desenlaces van a ser diferentes. ¿Y entonces? ¿Qué historia cuento?
-Deje de pensar en eso ¿Vio The Bachelor?
-Si, pero no le voy a contar nada. ¿Tiene amigos?
-Creo que sí, aunque no le quiero asegurar nada.
-Bueno, haga la prueba de comentar con ellos algún momento vivido juntos (un campamento por ejemplo). Va a ver que las dos historias jamás van a ser iguales.
-Voy a probar, pero insisto que usted exagera. Yo creo en la historia, San Martín fue un santo, Belgrano un desprendido, Bolívar el mas grande, Martí una rosa blanca, Alejandro un conquistador, Napoleón un petizo corajudo, ...
-¡No siga! Más vale que no le pregunte mucho sobre los que nombró. Me parece que no llegaremos a un acuerdo, usted cree, yo no. Así están las cosas.
-Y Cabeza de Vaca, noté cierta simpatía hacia él.
-Sabe que, en el caso de ser cierta su historia es un personaje singular, incluso escribió el libro “naufragios” donde cuenta muchas cosas.
-¿Mire si los que leen sus novelas piensan que se tratan realmente de usted y que los hechos son ciertos? ¿Mire si el año que viene usted pasa a la historia? Sería una gran mentira.
-A eso me refería, veo que va entendiéndome día tras día, me alegro.
-No creo que deba alegrarse por eso, en el momento que compartamos las ideas se acabarán estos diálogos.
-Tiene razón, mas vale me voy a dormir y mañana nos peleamos de verdad, me parece que hoy lo aburrí.


Cruz Joaquin Saubidet
Enero 24, 2006