octubre 26, 2007

Noche de brujas, pero de civil.



Dentro de 5 días se celebra en USA la noche de brujas o halloween.

En sí, el festejo no es tal cosa, sino una serie de situaciones generadas a fuerza de publicidad y más publicidad y un espíritu puramente yanqui de transformarse en otro al menos el 31 de octubre de cada año.

Lo cierto es que puede llegar a ser divertido en algunos casos y hasta grotesco en otros. El año pasado, la madre de una compañera de colegio de mi hija se disfrazó de calabaza. El hecho fue impresionante, pues las dimensiones de la gorda bestial daban a entender que para tal embozo le sobraba con pintarse de naranja, así y todo, agregó proporciones a su cuerpo a fuerza de plástico, y estuvo a punto de ser linchada por los padres furibundos que no podían esquivarla por ningún lado de la vereda. Eso fue feo, pero, algunas madres vestidas de brujas o hadas pueden llegar a ser agradables a la vista.
El dilema de cada año es el disfraz de mi hija Amparo. El primer año fue la mentada “Cinderella”, el segundo: “la novia del zorro”; apelativo que logró gracias a un vestido de española muy bonito, el tercero: bruja; disfraz comprado a último momento y por suerte de oferta; este año: aun no está claro. En un principio iba a ser un “alien myself” o sea que haría el traje con sus propias manos. Al ver las dificultades de la fabricación a base de cartón, cambió sus intenciones y decidió ser “detective” onda Sherlock. Fácil el disfraz teniendo una lupa, un sombrero inglés y un sobretodo. Pero no, una semana atrás decidió ser “gitana” y todavía no están definidas las ropas. Digo “ser” y no “disfrazarse de” porque así se dice por estas tierras, nadie pregunta ¿de que te disfrazaste? Sino ¿Qué (o quien) sos?

A esta altura de mi vida, yo acepto casi todo, pero tengo mis reservas a la hora de los disfraces que representan culturas existentes. Disfrazarse de “gaucho” significaba un insulto para mi padre puesto que era su indumentaria diaria, para nada un disfraz. Supongo que para una gitana debe ser lo mismo, o para un alpinista, un carpintero, una mucama, una boliviana con sus trajes típicos, un bombero, un policía o cualquier individuo que el 31 de octubre verá a una cantidad de niños caracterizados de “ellos”. Pero no quiero ser más papista que el papa y por las dudas, si me disfrazo de algo, será de líder religioso, blanco o purpurado.

Sin embargo, salvo en países de culturas ancestrales arraigadas, existe un uniforme para todo el mundo, al que habría que agregarle algo, para transformarlo en característico de una u otra nación o profesión: El jeans y la remera (o camiseta). Con estos sencillos ropajes podemos caracterizar a cualquier ciudadano del mundo agregando un pequeño detalle, ya sea en la actitud, en la camiseta o en el calzado elegido para la ocasión. También podemos agregar un cuarto elemento que nos ayude a lograr nuestro objetivo.

-Jeans, remera y un AK47: militante terrorista de cualquier país de oriente.

-Jeans, remera y unos zancos de un metro (para mirar de arriba a todos): porteños, si bajamos los zancos unos centímetros podemos ser rosarinos (sin ofender)

-Jeans y remera y escupiendo sobre la vereda: un “chino de Flushing” (sin ofender)

-Jeans y remera que diga “I Love NY”: turista de cualquier parte del mundo.

-Jeans, remera y una bolsa con botellas y latas vacías: latinoamericano/a desocupado en NYC.

-Jeans, remera y cadenas de oro con medalla: vendedores de droga o cantantes de hip hop o reggaetón.

-Jeans, remera y un chop de cerveza: alemanes.

-Jeans, remera y zapatillas rotas (1): habitante de las periferias de cualquier ciudad del mundo.

-Jeans, remera y zapatillas rotas (2): cantante de pop que pagó un montón por sus zapatillas ¡Y estaban rotas!

-Jeans, remera y zapatillas rotas (3): skater.

-Jeans, remera y zapatillas rotas (4): CJS in NYC.

-Jeans, remera y zapatos negros lustrados: griegos.

-Jeans, remera (grande) y zapatillas baratas: una monja.

-Jeans, remera y zapatos náuticos marrones: un “típico clase media”

-Jeans, remera (sin corpiño) y zapatillas: una generadora de fantasías.

-Jeans, remera (sin corpiño) y zapatos de taco aguja: una prostituta cara.

-Jeans, remera (sin corpiño) y…: ¡basta!

-Jeans y remera con publicidad: alguien que trabaja gratis.

-Etc., Etc., Etc.

Podría poner más ejemplos, pero muchos se sentirían ofendidos. Creo que el Jeans y la remera son la vestimenta universal de estos tiempos; y no me disgusta. ¿Será de alguien la patente del jeans? El señor Levy’s debe estar encantado, aunque medio a las trompadas con Mr. Lee y mirando con asco a Wrangler, aunque supongo que entre los tres se dividirán la torta. Mas vale así.

Lo interesante de esto es que, a pesar de “uniformar” de cierta manera al mundo, el jeans y la remera uniforman desde abajo hacia arriba. Ricos, masomenos y pobres los usan y, a pesar de tener precios tan diferentes, lo cierto es que no son tan distintos entre sí. ¿o sí?

Cruz J. Saubidet®


octubre 16, 2007

¿ES SANO RELATAR EL PASADO?

¡Pero no, corazón! Son cosas que la gente dice, no para perjudicarme, sino para quitarte a vos la ilusión de que lo nuestro realmente funciona y funcionará.
Todos tenemos pasado, para que negarlo, pero la clave para que los tiempos pasados no nos condenen se llama crecer, o madurar que sería lo mismo pero con gusto a fruta.
Que haya tenido actitudes desdeñables y atragantadas de urbanidad en años anteriores, no implica que las siga teniendo hoy día.
¿Fui malo? Depende del cristal con que se mire. La maldad es un concepto demasiado resumido para los tiempos que corren. Lo mismo para la bondad, que tiene casi siempre implícita esa concepción espiritual de trascendencia que siempre detesté.
Al fin de cuentas, mi amor, la maldad y la bondad son solo los caminos que se toman en pos de los objetivos, no vayas a creer que siempre la maldad es atajo y la bondad demora porque caeríamos en lugares demasiado comunes para vos y para mí. Y no nos gustan los lugares comunes porque ya están demasiado pisoteados.
¿Qué querés saber de mi pasado? Yo te lo cuento sin problemas, pero me parece que algunas cosas te van a afectar. A lo que te cuente, deberíamos ponerle etiquetas, las amarillas van a ser los arrepentimientos y las verdes, los sucesos inevitables. Así y todo vamos a discrepar en los colores y te repito que vas a rogar que me arrepienta de las etiquetas verdes y me vas a querer menos cuando me niegue.
Antes de eso te quiero aclarar que tu pasado me interesa solo de manera anecdótica, no quiero escuchar de tus amores antiguos, ni tus sesiones de sexo desenfrenado con tal o cual, ni los pasos de tus trepadas laborales. O mejor dicho, quiero enterarme poco a poco de todo eso, quiero que dentro de tres años, tras un orgasmo compartido me cuentes, entre sonrisas, tus historias de cama. O dentro de diez años, envalentonados ambos con vodkas o tequilas, enterarme como llegaste a ser la profesional que eras cuando te conocí. Pero quiero que las historias de tu vida se inserten en un marco de comodidad, donde lo que digas ya esté aceptado de antemano.
Tené en cuenta, y no creas que doy vueltas al asunto para escaparme, que todo lo que hice es pasado y no hay forma de cambiarlo. Soy producto de lo que hice, no lo niego; pero me gusta mucho más sentirme producto de lo que quiero hacer y vivir en función de eso. Ahí estás vos, ahí estamos los dos y me gusta la situación de proyectar juntos lo que vendrá.
Pero está bien mi amor, entiendo que quieras saber y te voy a contar todo con el riesgo de perderte.

Cruz J. Saubidet®



octubre 05, 2007

un rapidito

Se dio así, cuando dos personas piensan y sienten al unísono la situación se genera sola. Sin desprenderse ni decir palabra caminaron hacia un motel de la calle México e hicieron el amor durante toda la tarde, parando de a ratos y acariciándose con cuidado. Se dijeron hasta mañana al despedirse, aunque sabían que iba a ser difícil.

Fragmento de NADA ES TAN ASI® CJS-2007