Debo aclarar mis reparos para con el gauchismo.
Cada vez que me dicen gaucho respondo: “No, mi
hermano es el gaucho, o mi viejo, yo tengo un concepto sarmientino”
Entonces me replican: “vos te criaste en el
campo y conocés de los trabajos y la idiosincrasia”
Y yo: “Por eso, el gauchismo y las almas como
la mía no se llevan bien” Aseguro antes de un sapucay.
Pero no estoy acá para criticar la tradición
argentina ni disgustar una vez más a mi padre sino para relatar un detalle
gauchesco que me ayudó en momentos difíciles de mi vida. El proveedor de la
revelación fue Héctor Torrez o Pitín, en algún verano de mi primera
adolescencia.
Debo aclarar que a mi padre le molestaba
muchísimo que yo pasara el verano ocioso disfrutando de mates y pileta como
hacían mis hermanas. Yo debía trabajar y, a pesar de mi desagrado, madrugaba,
agarraba caballo y salía al campo con la peonada a la vez que era mandado por
el capataz. Me dirán muchos que está bueno y yo diré que si te gusta debe
estarlo, si no te gusta es una tortura
más aun cuando tus hermanas duermen hasta las diez y disfrutan de sus
vacaciones. Cosas de los padres de campo y sus hijos varones.
Campos de montes aquellos. A la hora de sacar
la hacienda había que internarse entre las ramas y gritar tratando de no
rasparse mucho ni perderse. Luego de la primera pasada, había que hacer una
segunda ya que nunca salían todos los animales, así es que Cruz Joaquín debía
quedarse cuidando que el rodeo no volviera al monte mientras el resto del
personal retomaba la búsqueda. Ese tiempo ahí parado era interminable, muchas
veces dejaba que se escapara alguna para alcanzarla al galope y traerla de
nuevo, pero era peligroso porque a veces esos bichos se siguen y se terminan
escapando todos. Esas horas “atajando” eran la peor parte del trabajo. Y ahora
entra Pitín en la historia, dándole un giro a mi tedio.
Estaba una mañana de calor extremo cuidando un
rodeo. Habían pasado casi dos horas
desde que me habían dejado y se empezaba a escuchar el griterío del
capataz que estaba volviendo con algunas vacas más. Al llegar junto a mí, Pitín
me mira con tristeza y me dice: “Debe haber sido aburrido, Mincho; ¿Cuántas te
hiciste? Esa frase cambió mi vida.
CJSinCT® Twitter: @cruzjoaquin BLOG: http://cruzsaubidet.blogspot.com/
No hay comentarios.:
Publicar un comentario