Consumismo y democracia
Los años no vienen solos y uno sin quererlo se va poniendo difícil e
intransigente. Más bien discutidor o mal llevado, o mejor dicho, anda por la
vida con la mala costumbre de preguntarse todo un par de veces antes de creer
porque sí. No es algo positivo, diría que ser así te aleja de la felicidad,
pero ¿qué puedo hacer? Yoga, diría mi hija; la espiritualidad ayuda mucho,
asegura mi esposa; “Hacete culear despacio”, dice otro amigo que no quiero
nombrar pero suele darme buenos consejos, no en este caso claro está porque
todavía no tengo esas mañas, aunque sin duda yo sería gay si no me gustaran tanto
las mujeres, las mujeres y Richard Tyson, el actor de
“Seducción de dos lunas” pero eso es otro tema que da para otro escrito.
Como venía diciendo, el mundo está podrido mal, en
realidad venía diciendo otras cosas, pero con la introducción nadie podría
haber esperado otro comentario. La avaricia, la vanidad, el desamor y la maldad
se han apoderado de nuestra tierra desarmando o desplazando los conceptos de
felicidad. Conceptos de los que yo adolezco y busco por todos lados.
Como dice el Pepe Mujica, lo que nos hace peores es el
consumismo. En eso estoy de acuerdo, señor ex presidente, el consumismo es una
mierda que nunca quiere soltarte, y si lo lográs de cierta manera quedás
viviendo en un limbo socio-cultural extraño donde hay que tener los huevos de
acero. Por ejemplo, te comprás una laptop más o menos linda y el vendedor antes
de entregartela te formula una serie de amenazas en forma de ofertas
innecesarias como garantías, proteccion anti-spam, fundas ergonómicas y la
chingada del cacahuate. ¡Hijos de puta! Yo quería una laptop que anduviera más
rápido que la anterior pero en vez de ser más feliz con la nueva, pareciera que
estuviera a punto de romperse y que debo cuidarla y pagar por cosas que nunca
pensé necesitar. En realidad, tengo una funda en casa, mi compañía de Internet
me provee antivirus, la garantía del fabricante debería ser suficiente y de
todas maneras vas a tener problemas si algo anda mal. ¡Ladrones hijos de puta!
Te vas a comprar un auto 0Km, vas a gastar tus buenos
mangos, pero no es suficiente, para sentirte seguro deberías comprar la
garantía de la transmisión y frenos de por vida, el road assistance, la pintura
nunca cagada y la posibilidad de siempre conseguir estacionamiento. ¡No, hijos
de mil quinientas putas! Yo quiero un auto, si no es suficiente y no te vas a
hacer cargo si viene defectuoso, haceme el favor de metértelo en el orto.
Disculpe, continua el vendedor, por 300 dólares puede llevar el portaequipajes
y la funda de guardabarros. Eso rebalsó el vaso y no lo compré, estaba lindo el
Scion Xb, pero se ve que no era para mí.
Ejemplos así se dan con la ropa, las comidas,
los viajes, los lavarropas, los colchones, los artistas y las aspiradoras entre
muchas cosas. Sin embargo el consumismo también se da en las ideologías y los
políticos. Permanentemente consumimos las ideologías de los que nos gobiernan o
los que nos quieren gobernar. El poder es un elemento escaso (y por ende
deseado) de consumo y la forma de acceder a él presenta muchas aristas,
lideradas por la vanidad, seguida por la maldad y un poco más lejos la actitud
de mejorar el mundo. Imaginemos por un segundo que el premio a la vanidad
política el llegar a ser presidente o gobernador, lugar donde el trabajo nunca
se detiene y los sinsabores están a la orden del día. ¿Cuál es el negocio? Debe
haber muchos que desconozco, pero si gastaron millones en la campaña seguro que
es un negoción. Por un lado el candidato consumió la idea de que ese puesto es
imprescindible para su vida; y por otro los votantes consumieron que él es la
mejor opción. Por eso, amigos, la democracia es la esencia más pura del
consumismo y no hay forma de escaparle.
Consumimos
una ideología, otra gran mentira, la única ideología posible es la que permite
a la gente vivir mejor y hacer del mundo un lugar más justo. Esas teorías
deberían no ser políticas y estar guiadas por el sentido común, aunque en este
mundo descontrolado deberíamos buscar filósofos, sociólogos y matemáticos para
poder descubrir hasta donde llega la cadena de efectos de cada decisión. Lamentablemente,
el mundo ya está hecho un despiole y para acomodarlo habría que barajar y dar
de nuevo, cosa imposible que todos sabemos. Por desgracia, también estamos al
tanto que no existen soluciones magistrales y por lo tanto nos tendremos que
conformar con los parches que vayan poniendo los políticos que nos gobiernen.
El tiempo dirá, mientras tanto, no consumir pelotudeces puede ser de ayuda,
dicen que la felicidad está por otro lado.
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