febrero 27, 2006

Su padre le puso Marco Cap. 6


Los caminos de Rodrigo fueron siempre río arriba, desde que tuvo poder de decisión el Paraná lo trasladó a contracorriente, a fuerza de motor.
Las conclusiones de don Cosme ahondaron en el ánimo del padre de Marco, cayó en la cuenta que estaba demasiado al oeste de su río y sintió una extraña desprotección a la vez de una libertad desconocida. No le gustaba Formosa, era una zona gris dentro de un país que él creía verde. Pero la realidad era que el concepto de patria casi no existía en Rodrigo, la pertenencia tenía más que ver con puertos, bares y amigos, no importaba mucho que se tratara de Argentina, Brasil o Uruguay. En el fondo, él sabía que sus caminos desconocerían fronteras.
Cada tanto leía diarios, tenía conciencia de que un tal Perón mandaba en el país, pero que estaba viejito por lo que a la brevedad su señora (que se llamaba María Estela pero le decían Isabel) iba a quedar al mando. Poco le importaba, su padre lo había convencido que los políticos nunca fueron ni serán trigo limpio y que lo más sano era vivir alejado de los vaivenes del poder. Sin embargo, en Corrientes había tocado la guitarra en varios actos políticos. Si bien se trataba de negocios, era imposible hacerse el sordo ante las denuncias de pobreza, desprotección y prepotencia que enumeraban los candidatos, muchos de ellos amigos de noches de fiesta en los bares del puerto.
Miró la hora al mismo tiempo que José entraba al bar. Se sentó junto a los viejos conocidos y conversaron un rato.
Pasada la siesta salieron rumbo a Fontana y allí pasaron la noche. No repitieron la velada de Pirané, solo cenaron en silencio y se fueron a dormir.
Rodrigo estaba meditabundo, casi no durmió esa noche agobiado por imágenes de su pasado que lo llamaban a la vez que rechazaban su acercamiento. Su hijo, la italianita, la imagen difusa de su padre, la idea de algo parecido a su madre, sus tías, los puertos, la guitarra siempre, los amigos muertos, el capitán, Joaquín y muchos otros hacían fila para un repaso efímero de vivencias que la mente de Rodrigo retenía unos segundos.
Desayunó junto a José y el día sucedió sin contratiempos entre mates, el motor del auto y las bajadas de José con sus productos.
Llegaron tarde a Formosa, comieron en el hotel y en la soledad del cuarto se puso a pensar en el futuro. Veinticinco años le parecieron suficientes para hacer un plan. Debía volver a Corrientes y aclarar sus asuntos. Luego quizás se conchabara en el barco por un tiempo y con el dinero ganado y su guitarra al hombro encararía lo más al norte que le dieran los pies. No sabía por que, pero tenía una necesidad de norte que lo agobiaba y debía obedecerle.
Al mediodía siguiente se acercó al puerto, el barco estaba amarrado y subió a saludar al capitán. La propuesta seguía en pie y la aceptó, no era mucho dinero pero tampoco mucho trabajo y se aseguraba casa y comida por el tiempo que durara el trabajo.
Zarparon e hicieron parada en Corrientes donde Rodrigo y el capitán declararon por el incidente del bote. Luego juntó sus cosas y, sin saludar, se despidió de la ciudad desde la popa de su nuevo hogar.
Unos días más tarde Buenos Aires se presentó ante sus ojos, tendría cuatro días antes de zarpar. Junto a Joaquín conoció los principales puntos de la ciudad aunque con su guitarra a cuestas prefirió el puerto con sus bares y sus putas. De madrugada volvía al barco y dormía hasta altas horas. Caminó la ciudad, fue a los cines de Lavalle y tomó un sinnúmero de cafés en los bares de Corrientes. Pero había algo raro en el aire, a diferencia de Corrientes, la gente era reacia a conversar demasiado. Así y todo hizo varios amigos de la mano de la música; aunque nunca lo invitaron a sus casas.

Cruz Joaquin Saubidet®

2 comentarios:

Enrique Gallud Jardiel dijo...

Interesante artículo. Recuerdo un cuento de J. Archer en que uno quería dejar de fumar. Pagaba una cantiudad y el tratamiento cnsistía en unos matones que le rompían las piernas si le pillaban fumando. Todos los dejaban en el instante.

Cruz J. Saubidet dijo...

En realidad uno sabe que al fumar acorta en camino hacia la muerte, y sigue fumando.