Se
apartó un poco y se puso la camiseta. La abracé y se resistió. Noté que
lloraba, supuse que no era de dolor. -¿Qué
te pasa?- Seguía llorando.
Mi inexperiencia me hacía creer que
le había hecho algo malo. La concepción machista nos ha convencido que las
mujeres sufren más por amor que los hombres, ¡no es verdad!, Los hombres
estamos obligados a no sufrir en esos casos, lo que es un doble trabajo ya que
a pesar del dolor, tenemos que aparentar indiferencia. Esto hace más largas las
agonías.
-Yo no quería que esto pasara. ¿Qué
hicimos?
No hacía falta respuesta, el
proceso químico de la atracción sexual había explotado en su caso y mi amor
desmesurado sólo se había dejado llevar. En ningún momento me pareció que no quisiera.
-¡Qué vergüenza!
-¿Por qué?
-No sé, ¡ah qué vergüenza!, vamos,
me siento muy rara.
-Yo estoy muy contento. Sin duda lo estaba, durante meses había soñado ese momento, no de esa
forma, daba igual, la chica que amaba al fin había caído a mis brazos. Que
inocente era, en realidad, estaba a punto de perder lo poco que tenía.
Traté de abrazarla mientras
volvíamos. –Mejor no- me dijo. Y no me habló nunca más.
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